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    lunes, 17 de agosto de 2020

    Espiritualidad del Corazón, en tiempos de Pandemia

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, msc

    Espiritualidad del Corazón, en tiempos de Pandemia

    Después del stop mundial que ha provocado la pandemia del Covid-19, muchos han hablado y escrito de como será el mundo después de esto. Muchos dicen que no será igual, y con razón, pues todos los ámbitos de la vida humana han sido afectados. También en la pregunta sobre el sentido de la vida, esta pandemia nos ha hecho reflexionar sobre la misma. Es evidente que esta situación nos ha hecho preguntar sobre lo esencial y prioritario en la vida del ser humano. La sociedad posmoderna se ha construido centrada en los principios de mercados, que orienta toda la vida hacia afuera, a lo externo, material y finito. Se nos olvidó al parecer, que el centro de la vida está en la persona misma, en su mismo corazón. En junio, mes del Sagrado Corazón, es tiempo propicio para reflexionemos sobre el gran misterio del mismo.

    La palabra corazón es muy significativa para todo ser humano. Normalmente esa palabra no sólo significa un órgano vital para la vida de la persona, sino también un órgano simbólico que sintetiza a toda la persona, que guarda la esencia del ser humano. Por eso, el corazón no es solamente la fuente de las emociones, sino también del entendimiento, de la razón y de las decisiones. Representa la persona y conocer el corazón es conocer quién y qué es alguien realmente. Conocer el corazón, es conocer la totalidad de la persona, como muy bien nos dice 1 Sam 17, 6: “La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el Corazón”. Dios conoce la totalidad de la persona, porque conoce las profundidades del corazón.

    Así como el niño quiere ser como sus padres y aprende de ellos, también nosotros como hijos de Dios, estamos invitados a ser como él, y aprender de él. Y como el corazón representa la totalidad de alguien, una buena manera de aprender de Dios es fijándonos en su Corazón; el Corazón de su Hijo que irradia amor y ternura a todo ser viviente.

    La Espiritualidad del Corazón debe entenderse como la manera en que cada persona configure su corazón con el Corazón de Jesús, pues ese Corazón es el camino hacia el Padre, y es también por donde el Padre nos manifiesta todo su amor. Un amor que soporta ser traspasado en la cruz y seguir amándonos infinitamente y perdonándonos. Configurar nuestra vida con el Corazón de Jesús es hacernos semejantes él, dejar que nuestro corazón se parezca poco a poco al de Jesús, pues pareciéndonos a su Corazón él habitará en el nuestro.

    El fundador de nuestra Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón, el P. Julio Chevalier, veía en el Corazón de Jesús el remedio a los males de su tiempo. También hoy ese Corazón sigue siendo el remedio a los males de nuestra sociedad. Pensemos que sería de nuestra sociedad si todos tuviéramos un poquito de ese Corazón de Jesús, si cada persona se dejara interpelar y guiar por él; si nuestro corazón estuviera rebozado de amor como el Corazón de Jesús ¿Cómo sería nuestro mundo hoy? ¿qué sería de corresponsabilidad de la persona con el otro en estos tiempos de pandemia?

    Nos está faltando practicar las virtudes del Corazón en una sociedad cada día más descorazonada, que va perdiendo la sensibilidad ante las injusticias, que va olvidando el amor ante el dinero, que prioriza el progreso material pero que no le importa el progreso y bienestar de las personas en sí mismas. Esta pandemia, creo que nos ha enseñado o nos ha hecho recordar nuevamente, que el centro de la vida, está en el Corazón.

    Si no comprendemos y asumimos la espiritualidad y devoción al Sagrado Corazón de Jesús como forma de vida, esta se quedará estancada y no dará frutos. Pero si asumimos esta espiritualidad y devoción en nuestras prácticas cotidianas, seremos corazones de Jesús reparadores de la sociedad, porque cerca del Corazón de Jesús, el corazón nuestro aprende a conocer la verdadera y única significación de una vida genuina, aprendemos a evitar las perversiones del corazón humano, aprendemos a unir el amor de hijos de Dios con el amor al prójimo. Entonces la sociedad del amor, el reino del Corazón de Jesús, podrá construir sobre las ruinas acumuladas por el odio, violencia, enfermedad y desesperanza. Esa es la tarea que nos pide el Corazón de Jesús. ADH 846


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