Cotidianidades | Eulide García msc
La
naturaleza no ha ganado, ella ha llorado…
En estos
días he escuchado mucho decir que si alguien ha ganado con esta pandemia ha
sido la naturaleza y se citan unos cuantos elementos que han beneficiado el
medioambiente, como es la disminución de la contaminación ambiental, la
libertad de comportamiento de las aves, los ríos más limpios, en fin, podemos
señalar otros elementos que han beneficiado el entorno. Partiendo de estos
cambios podríamos afirmar que, verdaderamente si ha habido alguien triunfante
en esta pandemia, ha sido la madre naturaleza.
No quiero
echarle “jabón al sancocho” como se dice popularmente, pero creo que la
naturaleza no ha sido la triunfante, posiblemente ha sido la más afectada pues
ha visto sufrir en carne propia una parte de su cuerpo y el mismo dolor de la
humanidad que muere. Nosotros los seres humanos somos interdependientes, no
separados de la naturaleza, que es nuestra casa común. Podríamos decir que somos
sus hijos, como afirma la sabiduría milenaria de los pueblos, y la vez hermanos
de ella, sus hijos porque ella nos alimenta, nos sostiene y nos protege. ¿Qué
seriamos nosotros sin ella? No habría vida fuera de nuestro ambiente natural.
Lo más mínimo para sostener la vida ella nos lo proporciona. Por lo tanto, una
madre no puede verse triunfante cuando ve morir a sus hijos/as y ella sin poder
hacer nada. Si pudiéramos escuchar sus lamentos nos daríamos cuenta cómo la
naturaleza llora de dolor, como una mujer cuando va a dar a luz”, como diría el
autor sagrado en la carta a los Romanos 8, 22 -23: “Porque sabemos que toda la
creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…”.
En la
revelación bíblica nuestra madre naturaleza aparece como obra del mismo Creador
de la humanidad, Dios padre, y vio “que era bueno”. Él creó con tanto esmero,
que quiso primero crear la naturaleza y después de creada ésta quiso crear el género
humano y lo hizo con la finalidad de que la naturaleza fuera nuestra madre, según
aparece en uno de los relatos de la Creación. Si bien es nuestro hábitat
natural, nuestro hogar, nosotros sus hijos no somos tan cariñosos con ella,
porque en verdad hemos sido hijos malagradecidos, depredadores irracionales, pues
mientras ella nos proporciona vida nosotros le proporcionamos destrucción y muerte.
Este comportamiento va rompiendo su ritmo vital, envenenándola poco a poco, y mientras
a ella le queda vida, ese poco de vida sostiene la humanidad.
Para
concluir esta reflexión quiero decir que si esta pandemia viniera de la misma
naturaleza, sería como la vida se defiende a sí misma y se protege; y si dicha
pandemia es causada por el comportamiento de los seres humanos, la misma naturaleza pasará factura al
deterioro que experimenta por el modo irracional de relacionarnos entre
nosotros y con ella. ADH 848
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