Matrimonio y Familia | Alexis Cifuentes
El reto de los primeros años de
vida matrimonial
El inicio de la vida matrimonial suele rodearse
de muchas ilusiones, sueños compartidos que se realizarán en común, incluso de
las sensaciones positivas de todos los testigos, familiares y amistades, que
han acompañado a la pareja hasta llegar a esa fecha que inicia la vida en común.
Ese comienzo es intenso y prometedor, pero también puede estar mediatizado por
la fragilidad de sus protagonistas, si no se dan ciertas condiciones previas
que deben estar presentes en el recorrido de la vida matrimonial.
1. El comienzo es el amor
Las parejas modernas comparten un gran
valor que en ciertas épocas estaba más difuso, no tan claro. Ese valor es el
amor: el matrimonio es una cuestión de amor y en la preparación se les insiste
y ellos se esfuerzan por llegar a la unión sin ningún valor que anteceda al
amor. El grado de madurez de ambos para casarse se expresa en que “se eligen
libremente y se aman”.
Ese valor del amor tiene que ser bien
comprendido y expresado en ambos, de tal manera que no se convierta en una mera
atracción o una afectividad difusa. Si esto ocurre, los cónyuges sufren una
marcada fragilidad cuando la afectividad entra en crisis o cuando la atracción
física decae.
2. Maduración de la pareja en el amor
El matrimonio es un proyecto de vida
fundamentada en el amor, que hay que cuidar, madurar; y que exige el compromiso
de ambos para crecer como pareja. Los novios no llegan al matrimonio con todas
las garantías de fidelidad y permanencia. Pero su maduración como personas en
muchos aspectos importantes alrededor del amor o expresiones de él, garantiza
que la decisión tomada vaya alcance la suficiente madurez para permanecer. En
el matrimonio sacramental él y ella se confían a quien los bendijo y los acompaña
en el camino de construcción permanente de su realidad de pareja, matrimonio,
familia.
Se hacen muchos esfuerzos para que en el
noviazgo no haya prisa -tampoco desinterés- por compartir la vida para siempre.
Si no han alcanzado la madurez necesaria para dar este paso, hay menos garantía
de que harán todo el esfuerzo por realizarlo. Erich Fromm llamó la atención en
uno de sus libros diciendo que es un arte el amor. El amor no está dado como
algo que se tiene y se conserva. Es un proyecto con una base, pero debe crecer
y alimentarse en el camino.
Todo proceso humano hay que considerarlo como es: inacabado, llamado a crecer, en proceso. Muchas ilusiones permanecen, pero no se puede ser ilusos
3. Desafíos de la pareja
En el caso del matrimonio sacramental, se
teme mucho el carácter de indisolubilidad (que si hubo matrimonio verdadero no
se puede disolver. Tampoco hay divorcio. Se anula un matrimonio que por alguna
razón no fue verdadero, no existió). Pero la indisolubilidad no es mágica,
tiene unos presupuestos anteriores. Para la Iglesia, el matrimonio es “una íntima
comunidad de la vida y del amor”. En el amor, la pareja puede vivir este
sacramento en la unidad y la indisolubilidad. Sabemos de la fragilidad humana y
la posibilidad de que toda alianza se rompa, que la realidad humana no es como
las matemáticas. Al unirse la pareja, se hacen “protagonistas, dueños de su
historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante juntos”.
Tiene la pareja el desafío de asumir la propia fragilidad y apoyarse mutuamente en el amor para sostenerse en el camino de la vida matrimonial, no como una carga, sino como un desafío a crecer y madurar en la relación. Todo proceso humano hay que considerarlo como es: inacabado, llamado a crecer, en proceso. Muchas ilusiones permanecen, pero no se puede ser ilusos: sin el esfuerzo constante, para asumir el matrimonio como un proyecto a construir juntos, la relación se debilita, cansa y desencanta.
El desafío
supone seguir creyendo en lo mejor que hay en el otro o la otra; trabajar la
relación con paciencia, comprensión y tolerancia. No caer en la tentación de
volverse críticos, inquisidores de la otra persona. El desafío es seguir
creyendo en su amor, bendecido por Dios, caminar juntos para el crecimiento de
la unión y el bienestar de la familia. El sí a un proyecto no termina cuando se
expresa. Permanece a través de la vida como una respuesta amorosa, madura,
capaz de superar obstáculos y encontrar siempre la alegría del amor.
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