Reflexiones | Telésforo A. Isaac, Obispo emérito Iglesia
Episcopal / Anglicana
Es real y no hace acepción
de personas
Hace unos días, un devoto religioso mantuvo una
conversación con una persona no creyente, trataba de motivarle a creer en Dios.
El otro individuo del diálogo decía que no cree en Dios, porque nunca lo ha
visto y tiene que verlo para saber que realmente existe y así, tal vez, creer
en ese ser a quien algunos le rinden culto de adoración.
Ante ese argumento, el religioso le sugirió al
incrédulo que tomara tiempo para pensar y tener discernimiento de lo que estaba
sucediendo actualmente en el mundo entero; pues hay una pandemia causada por un
virus que nadie ha visto, pero que es real y flagela a gentes de todas clases y
condiciones, no hace acepción de personas, no favorece a una persona más que
otra y no tiene particular relación con individuos.
Los que creen y temen a Dios dicen que el Ser
Supremo no hace acepción de personas (Hechos 10, 34; Romanos 2, 11; Gálatas 2, 6;
Efesios 6, 9) y esto es semejante a esa manera de relación del Covid-19,
invisible pero real, no es elitista, ni excluyente, no hace discriminación de
hombre, mujer, diferencia racial, nacionalidad, estado social, capacidad
intelectual o alcance académico.
El concepto de las religiones monoteístas es que
Dios es un ser sobrenatural único cuya existencia con frecuencia no es
convincentemente explicable, pues su presencia es misteriosa y la ilustración
más verificable está más allá de la capacidad humana de dilucidar. Sin embargo,
el religioso expresó que es necesario y lógico que una extraordinaria
preexistencia, poderosa y dinámica creó el universo. A pesar de esto, los seres
humanos no han tenido y ni se vislumbra que se adquieran el conocimiento y
capacidad para dilucidar plenamente las características de la deidad.
En lo que en verdad los creyentes cristianos están
conscientes es que Dios se ha revelado en hechos contundentes y fehacientes en
algunas personas, (Is 6, 1-10; Jeremías 1, 4-9; Ez 2, 9-10); en pueblos y de
manera extraordinaria, e ineludible, se hizo presente en el mundo como el Verbo
Encarnado en Jesús de Nazaret (Jn 1, 17-18).
Ahora bien, hablar de Dios debe ser en un lenguaje
simple, entendible y con ejemplos que tengan tipologías conocidas. Por tanto,
argumentar que Dios existe, aunque no lo vemos y comparar su existencia con la
realidad del efecto del Covid-19, puede ser una forma de exponer una modalidad
que da existencia categórica e irrefutable de la Divinidad Suprema, como es la
invisible pero real existencia del microrganismo.
No es elitista, ni excluyente, no hace discriminación de hombre, mujer, diferencia racial, nacionalidad, estado social, capacidad intelectual o alcance académico...
Dicho lo anterior, es conveniente que, en lugar de
dar explicaciones teológicas para reconocer la existencia de Dios, serían
utilizadas las enseñanzas contenidas en los cuatro evangelios para dar
constancia a la fe y a la concreta veracidad de la presencia y acción del
Creador; “pues de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito para que todo aquel que en el cree, no muera, sino que tenga vida
eterna” (Juan 3, 16).
Para los que dicen que no pueden creer en Dios
porque no lo han visto, tal vez una de las mejores formas de hablar de su
existencia y poder es hacer la comprobación de la “Palabra/Verbo Hecho
Carne”, (Jn 1, 1.3) esto es: la Encarnación de Dios en Jesucristo, quien
fue engendrado en María, y así conocer su nacimiento; pero no sólo se debe
tomar en consideración la inusual gestación de Jesucristo, sino su
accionar en la vida, comenzando a los doce años en el “templo sentado entre
los maestros de la ley , escuchándoles y haciéndoles preguntas
(Lc 2, 46).
El designio de Dios de amar a la humanidad aparece
en 107 versículos de la Biblia, entre los que se destaca el amor de Dios (IJn 4,
8 y 4, 16) y como “mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único
al mundo para que tengamos vida en él” (I Juan 4, 9).
El microorganismo Covid-19 no es visible para los
ojos humanos, pero es una realidad y se expande por todo el mundo como fuerza
nociva que hace estragos a personas sin distinción. Dios no es visible, pero su
presencia es efectiva en el amor. Dios es amor, el amor es de Dios. ADH 846
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