Cultura y Vida | Sandy Yanilda Fermín
Excusa para no servir al
Señor
¡La sorpresa de Jesús!
La visita de Jesús a Marta y a María, las hermanas de
Lázaro (Lc. 10, 38-42), me acordó un acontecimiento que me pasó, cuando tenía
hambre y mi madre me enviaba a realizar algún quehacer de la casa o mandados.
Le ponía un millón de excusas y una de ella era: “Saco vacío no se mueve”.
Luego cuando inicié mi vida en la iglesia entendí, cuán importante
es no poner excusas para que el señor nos visite. Estar dispuestos a su llamado
y contemplar su gracia y su presencia, estando siempre a sus pies, como lo hizo
María.
Cuando alguien nos
visita, tratamos de arreglar la casa, colocar cortinas hermosas, sacamos la
mejor vajilla y tratamos de que todo sea perfecto, sin embargo, podríamos en un
momento, descuidar lo más importante, la atención, escucharlo y sobre todo
disfrutar de su visita.
¿Saben qué? Jesús llegó de sorpresa a la casa de Marta y
María: “Aconteció que iba de camino, entró en una aldea y una mujer llamada
Martha lo recibió”. ¿Si hoy Jesús
llegara a tu casa de sorpresa, estás listo como María para recibirlo?
¡Los afanes de Marta y los míos!
Como Jesús era tan popular y desde que llegaba a un lugar
todo el mundo lo seguía, si yo hubiera sido Marta, me imagino que desde que la
gente de fuera dijera: llegó Jesús, dejo todo lo que estoy haciendo, corro a su
encuentro, lo abrazo y me siento a contemplarlo.
Marta puso una excusa para ir a los pies del señor y fueron
los quehaceres de la casa y se descuidó de lo más importante: La presencia del
señor en su vida. Era importante su servicio, pero no debía impedir el
encuentro con el Señor.
Me imagino que Marta se puso nerviosa desde que Jesús
entró en la casa, se dejó llevar por las preocupaciones del mundo, de lo que
diría la gente y lo que pensaría Jesús si no le atendía y le daba de comer. Por
eso quiso comentar a Jesús, para que le dijera a María que fuera ayudarle y él
con todo su cariño, su paciencia y su amor, le respondió muy tranquilamente: Ella
escogió la mejor parte.
No esperemos que los afanes del día a día, nos lleven a
descuidarnos del Señor, no esperemos una enfermedad, una tempestad fuerte… para
recibir al señor en nuestras casas.
¡María y su acogida a Jesús!
Me imagino a María embelesada sonriendo a los pies de
Jesús, escuchándole. Ella necesitaba del Señor, de su palabra, de su
comprensión, de su consuelo. Simplemente lo escuchó y quedo hipnotizada con su
mirada.
Marta estuvo pendiente a la actividad terrenal, María
estuvo atenta a lo inexplicable, a lo eterno a lo maravilloso, que era esa
hermosa visita que llegó a su casa.
Me pregunto hoy, ¿estoy lista como María para recibir al
señor en la casa de mi corazón? ¿Y tu corazón, está lleno de tantas
preocupaciones que no dejan al maestro entrar en tu vida?
¿Cuáles son las excusas de este tiempo?
¿En este tiempo de confinamiento, en que me he ocupado?
Cuál es el tiempo real que le estamos dedicando a nuestra familia. Cuando
regresemos a la normalidad, como dijo el Papa Francisco, en una ocasión,
debemos salir mejor que como entramos.
¿Ponemos excusas para no ir a la iglesia y nos ocupamos
por estar afanados solo en lo terrenal, invertimos nuestro tiempo, en tareas
que luego nosotros mismos nos preguntamos porque lo hice?
Pidamos al señor que, al momento de seguirle, nuestras
ocupaciones y nuestras excusas no sean motivos para dejarlo. Veamos en nuestro
señor la fortaleza verdadera, al Jesús vivo que vino a salvarnos y que pagó una
factura muy cara con su vida al morir por cada uno de nosotros. Que los afanes no
nos distancien de su amor y su consuelo.
Me gustaría ser como María, imitarle, desvivirme por el
amor del señor, dejar de hacer lo que estoy haciendo, equilibrar mi acción con
mi oración y siempre, siempre dedicarle mi tiempo. ¿Y tú?
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