Iglesia en el Mundo | Maricruz
Howley/ADH
Unir y
afianzar lazos de “fraternidad humana” con las comunidades en las Iglesias
Orientales
El Cardenal
Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales nos habla
un poco sobre el ministerio del Papa para las Iglesias Orientales.
Nos explica
el Cardenal Sandri que la vida en las Iglesias Orientales no se reduce a
cuestiones de iconos y humo de velas que se elevan durante rituales con cadencias
antiguas. El Oriente es un mundo en el
que la unidad con el Vicario de Cristo “se manifiesta en su variedad” y con el
trabajo de la Congregación para las Iglesias Orientales está la carne de
Cristo, más herida. Las responsabilidades de este dicasterio incluyen el mundo
de Tierra Santa que mezcla la sacralidad intensa, de dramas humanos de larga
data, el universo de las Iglesias de la Diáspora con la convivencia eclesial de
sacerdotes célibes y casados en medio de numerosos debates en Occidente con
otras particularidades y que también sufre las consecuencias de la pandemia.
El Papa
Francisco ha buscado unir lazos con las Iglesias Orientales mostrando su
interés y deseo de unión como muestra de ello nos remontamos al momento de la
misa del inicio de su pontificado en la Basílica de San Pedro cuando fue a
rezar junto a las reliquias del Apóstol junto a los Patriarcas y Arzobispo
Mayores de la Iglesias Orientales.
Importancia
de atender las realidades de la diáspora
Reconocemos
que lo más importante es respetar su identidad y tradición permitiéndoles la posibilidad de seguir gobernándose según su propia tradición, sus
propias peculiaridades litúrgicas, disciplinares, espirituales, previendo el
nombramiento de obispos y la erección de eparquías y circunscripciones para que
puedan seguir viviendo su pertenencia al Señor en la Iglesia Católica a través
de ese rostro singular de su propia Iglesia de origen.
Y atender a los fieles orientales en la llamada diáspora es también una forma
particular de vivir esa atención a los migrantes y refugiados que tanto importa
al Papa Francisco. Los orientales en la diáspora son los hijos de aquellas
poblaciones que, para huir de la guerra y la violencia o por razones
económicas, han emigrado de sus países de origen y han establecido comunidades
para seguir viviendo su fe en el vínculo con su patria y con la Iglesia a la
que pertenecen. La atención del Papa Francisco a la realidad de las migraciones
se concreta también a través de nuestro dicasterio, en la atención pastoral a
estos fieles migrantes allí donde han llegado en el pasado y hoy, y donde
llegarán en el futuro.
La presencia de los cristianos en un Medio Oriente que quisiéramos ver
finalmente reconciliado, sin más guerras, es una contribución fundamental a la
convivencia pacífica según un modelo de fraternidad humana, que supera los
patrones históricos de oposición o sometimiento mutuo que han caracterizado las
décadas y los siglos pasados en esos territorios.
Promoción
de la fraternidad humana por el Papa Francisco y el Gran Imán de
al-Azhar
Mons. Sandri
experimentó la alegría de ser testigo y acompañar al Papa Francisco en su viaje apostólico a Abu Dhabi y apunta
que fue un acontecimiento histórico pues los
cristianos de Medio Oriente, de manera particular, (pero también en la India,
con una presencia tan significativa de fieles siro-malabares y siro-malankares
en un territorio de abrumadora mayoría hindú), representan en sí mismos una
vocación de convivencia y de diálogo, en el esperado respeto mutuo de los
derechos y en el deseo de construir el bien común como ciudadanos de un pueblo,
de un país al que ciertamente aman. Las Iglesias católicas orientales han
visto, pues, en este pasaje, casi el reconocimiento de un deseo y también de
una práctica de vida que han intentado -aunque en medio de mil dificultades y
sufrimientos- proponer y vivir en su experiencia milenaria en tantos lugares de
Medio Oriente y en respuesta a lo que nos ha pedido el Santo Padre, inmediatamente después de regresar de Abu
Dhabi, la Congregación escribió en su nombre a todos los responsables de las
Iglesias orientales católicas enviando una copia del mensaje y pidiendo que
este sea objeto de lectura, estudio, profundización y debate, dentro de los
programas de formación (por ejemplo, entre los candidatos al sacerdocio y a la
vida religiosa), pero también en las parroquias, universidades e institutos de
cultura. En este sentido, las Iglesias orientales y el Dicasterio se han
sentido destinatarios, de manera particular, del deseo del Santo Padre de que
ese mensaje sea conocido y difundido. Ciertamente, algunas experiencias de la
vida nos dicen que ese mensaje indica un horizonte amplio, bello, compartible,
pero que no siempre encuentra correspondencia en la realidad, pero esto no debe
desanimar ni restar valor al documento si en algunos momentos de la historia o
del presente parece desatendido. La esperanza es que el deseo y el compromiso
personal de cada uno para la promoción de la "fraternidad humana"
pueda acelerar el momento de su realización.
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