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    miércoles, 17 de febrero de 2021

    Comunidades en las Iglesias Orientales


    Iglesia en el Mundo | Maricruz Howley/ADH

     



    Unir y afianzar lazos de “fraternidad humana” con las comunidades en las Iglesias Orientales

     

    El Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales nos habla un poco sobre el ministerio del Papa para las Iglesias Orientales.

     

    Nos explica el Cardenal Sandri que la vida en las Iglesias Orientales no se reduce a cuestiones de iconos y humo de velas que se elevan durante rituales con cadencias antiguas.  El Oriente es un mundo en el que la unidad con el Vicario de Cristo “se manifiesta en su variedad” y con el trabajo de la Congregación para las Iglesias Orientales está la carne de Cristo, más herida. Las responsabilidades de este dicasterio incluyen el mundo de Tierra Santa que mezcla la sacralidad intensa, de dramas humanos de larga data, el universo de las Iglesias de la Diáspora con la convivencia eclesial de sacerdotes célibes y casados en medio de numerosos debates en Occidente con otras particularidades y que también sufre las consecuencias de la pandemia.


    El Papa Francisco ha buscado unir lazos con las Iglesias Orientales mostrando su interés y deseo de unión como muestra de ello nos remontamos al momento de la misa del inicio de su pontificado en la Basílica de San Pedro cuando fue a rezar junto a las reliquias del Apóstol junto a los Patriarcas y Arzobispo Mayores de la Iglesias Orientales.

     

    Importancia de atender las realidades de la diáspora


    Reconocemos que lo más importante es respetar su identidad y tradición permitiéndoles la posibilidad de seguir gobernándose según su propia tradición, sus propias peculiaridades litúrgicas, disciplinares, espirituales, previendo el nombramiento de obispos y la erección de eparquías y circunscripciones para que puedan seguir viviendo su pertenencia al Señor en la Iglesia Católica a través de ese rostro singular de su propia Iglesia de origen.


    Y atender a los fieles orientales en la llamada diáspora es también una forma particular de vivir esa atención a los migrantes y refugiados que tanto importa al Papa Francisco. Los orientales en la diáspora son los hijos de aquellas poblaciones que, para huir de la guerra y la violencia o por razones económicas, han emigrado de sus países de origen y han establecido comunidades para seguir viviendo su fe en el vínculo con su patria y con la Iglesia a la que pertenecen. La atención del Papa Francisco a la realidad de las migraciones se concreta también a través de nuestro dicasterio, en la atención pastoral a estos fieles migrantes allí donde han llegado en el pasado y hoy, y donde llegarán en el futuro.


    La presencia de los cristianos en un Medio Oriente que quisiéramos ver finalmente reconciliado, sin más guerras, es una contribución fundamental a la convivencia pacífica según un modelo de fraternidad humana, que supera los patrones históricos de oposición o sometimiento mutuo que han caracterizado las décadas y los siglos pasados en esos territorios.

     

    Promoción de la fraternidad humana por el Papa Francisco y el Gran Imán de al-Azhar


    Mons. Sandri experimentó la alegría de ser testigo y acompañar al Papa Francisco  en su viaje apostólico a Abu Dhabi y apunta que fue un acontecimiento histórico pues los cristianos de Medio Oriente, de manera particular, (pero también en la India, con una presencia tan significativa de fieles siro-malabares y siro-malankares en un territorio de abrumadora mayoría hindú), representan en sí mismos una vocación de convivencia y de diálogo, en el esperado respeto mutuo de los derechos y en el deseo de construir el bien común como ciudadanos de un pueblo, de un país al que ciertamente aman. Las Iglesias católicas orientales han visto, pues, en este pasaje, casi el reconocimiento de un deseo y también de una práctica de vida que han intentado -aunque en medio de mil dificultades y sufrimientos- proponer y vivir en su experiencia milenaria en tantos lugares de Medio Oriente y en respuesta a lo que nos ha pedido el Santo Padre, inmediatamente después de regresar de Abu Dhabi, la Congregación escribió en su nombre a todos los responsables de las Iglesias orientales católicas enviando una copia del mensaje y pidiendo que este sea objeto de lectura, estudio, profundización y debate, dentro de los programas de formación (por ejemplo, entre los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa), pero también en las parroquias, universidades e institutos de cultura. En este sentido, las Iglesias orientales y el Dicasterio se han sentido destinatarios, de manera particular, del deseo del Santo Padre de que ese mensaje sea conocido y difundido. Ciertamente, algunas experiencias de la vida nos dicen que ese mensaje indica un horizonte amplio, bello, compartible, pero que no siempre encuentra correspondencia en la realidad, pero esto no debe desanimar ni restar valor al documento si en algunos momentos de la historia o del presente parece desatendido. La esperanza es que el deseo y el compromiso personal de cada uno para la promoción de la "fraternidad humana" pueda acelerar el momento de su realización.

     



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