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    miércoles, 3 de febrero de 2021

    Plagas de Egipto: virus de hoy

    Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, MDR.

     


    Las plagas de Egipto: Los virus de hoy

     

    Los capítulos del 7 al 13 del Éxodo nos hacen meditar. Tratan sobre las plagas que azotaron el País de Egipto. El acontecimiento remite a la época de la décima octava dinastía, posiblemente Siglo XV o inicio del XIII a.C. La potencia egipcia poseía un gobierno central, de amplia extensión geográfica, con destacada disciplina y organización que controlaba, utilizaba, y administraba los recursos del Río Nilo. Al rey se le llamaba Faraón, palabra registrada en la Biblia Hebrea, cuyo origen egipcio, Pera‘o  se translitera “Casa Grande”, “Casa Blanca”, “Puerta Sublime”.[1]

     

    La controversia central del texto bíblico presenta al poderoso faraón pleiteando con Yahveh, Dios de Israel, quien mediante sus mediadores, Moisés y Aarón, buscaba la libertad de los hebreos de la tierra de esclavitud. Varias frases evidencian pautas de interpretación de esta historia, mostrando la voz de Dios, dirigida al rey: “Para que sepas que no hay como yo en toda la tierra” (Ex 9,14); “Te he preservado (vivo) para mostrarte mi poder y para que se proclame mi nombre en toda la tierra” (Ex 9,16); “¿Hasta cuándo te resistirás a humillarte ante mí?” (Ex 10,3).

     

    Además, la narrativa en cuestión ofrece una fórmula en repetidas ocasiones “Dios endureció el corazón del faraón” en vista a no dejar salir, a la primera, el pueblo de Egipto (Ex 7,3-5; 10,1; 7,13-14; 8,11.15.28; 9,7.12.35; 10,20.27; 11,10). Para entender esta fórmula ha de tenerse en cuenta la mentalidad hebrea para explicar, desde la fe, tales acontecimientos históricos: Dios se puede valer hasta de la terquedad humana para revelar su poderosa misericordia (Romanos 19,14-29). En este sentido, las plagas de Egipto, pueden ser leídas como un recurso pedagógico divino para alcanzar un bien mayor: que Dios sea reconocido y aceptado como Dios (Ex 11,9; 7,3-5).

     

    Yahveh permitió que Egipto experimentara 10 plagas. El término plaga, en el Antiguo Testamento, proviene del hebreo maggepah, que puede ser traducido por “golpe”, “herida”, “toque”, “enfermedad”. Tiene el sentido de “algo” que alcanza físicamente y lastima. Se espera, desde la óptica de la fe israelita, que estos toques dolorosos provoquen la conversión personal y social. La conversión, en este horizonte reflexivo, provoca la cura (Isaías 19,22).

     

    Las 10 plagas son, en orden de llegada:


    1.     Agua convertida en sangre: no potable, peces muertos, apestosa, no apta para consumo humano (Ex 7,16-25.

    2.   Infección de ranas: múltiples ranas saltando por todos los espacios, invadiendo los domicilios (Ex 7,27-29).

    3.   Mosquitos: sobre toda la población y los ganados (Ex 8,12-14).

    4.   Tábanos (moscas/insectos): desbarataron el país (Ex 8,20-24).

    5.    Muerte del ganado: muerte animal del campo (Ex 9,2-4).

    6.   Úlceras: causado por un polvo en el aire, lastimando a personas y animales (Ex 9,8-11).

    7.    Granizos: lluvia que devastó el campo (Ex 9,25-35).

    8.   Langostas: cubrieron la superficie de la tierra, devorando hierbas y frutos (Ex 10,5-17).

    9.   Tinieblas: no se veían por la intensa oscuridad que les cubría (Ex 10,22-23).

    10.   Muerte de todo primogénito: también mató el primogénito del faraón (Ex 12,29-30).


    A lo largo del acontecimiento de las plagas, puede notarse las veces que el faraón mostraba un falso arrepentimiento. Yahveh retiraba las plagas, una vez libre, el rey recrudecía su postura. Sus magos quisieron competir con los mediadores de Dios, pero desistieron. Ellos mismos fueron heridos por las plagas (Ex 9,11).

     

    Interesa observar que, a partir de la cuarta plaga, el pueblo escogido fue preservado de las mismas. Siendo esclavo, migrante, sin defensa humana, sin recursos, fue objeto de la misericordia divina, porque era oprimido, sin amparo alguno, en el extranjero. Dios no defrauda la esperanza de los pobres (Ex 8,20).

     

    La teología bíblica enseña que Dios no quiere la muerte de nadie, sino que todos y todas se conviertan y vivan. En adelante, al propio Israel se le recordará, a lo largo de su historia de salvación: “Recuerda el día en que Dios te sacó de Egipto, con mano fuerte” (Ex 13,3). Una cosa queda por resolver: ¿Y los virus de hoy? “El que tenga oídos que oiga” (Mateo 13,9). ADH 844

     



    [1] Cfr. V.P.H., Dicionário Internacional de Teologia do Antigo Testamento, São Paulo, Vida Nova, 2001, 1239.



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