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    lunes, 22 de marzo de 2021

    Añoranzas: los días de mi juventud

     

    Generaciones | Ivelisse Infante





    Añoranzas: los días de mi juventud


    Yo vivía como toda la juventud de mi época, dedicada a estudiar y ayudar con los quehaceres del hogar, ya que nuestros padres, a pesar de su humildad y pocos recursos económicos, nos criaron con muchos valores y reglas que cumplir dentro del hogar. Así pasé un gran tiempo de mi vida, no permitían que fuéramos con frecuencia a otras casas, no lo consideraban correcto; y siempre recuerdo una frase que mi madre me decía, para tu ser amiga de Jacqueline y Maritza no tiene que estar metida en sus casas. En ese entonces eran las únicas amigas con las que me relacionaba, y la mayor parte solo compartíamos los domingos en la tarde, cuando nos sentábamos en la acera de un colmado que había al final de la calle El Conde. En esa conocida calle vivíamos las tres y permanecíamos una, dos y tres horas riéndonos de todo lo ocurrente que podía pasar y así fue durante un tiempo.

     

    Encuentro con los MSC

    En el año 1986 conocí a los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC), en su Casa de formación ubicada en aquel entonces en la entrada de la comunidad El Palmar. Con ellos fui integrándome paulatinamente en los diferentes grupos pastorales y conociendo otros jóvenes. Recuerdo el primer grupo, fue el coro de la capilla Nuestra Señora Del Sagrado Corazón de Jesús, dirigido en ese momento por el seminarista Raúl Mercedes.

     

    Si mal no recuerdo los seminaristas permanecían un año o dos en los grupos, por ende, fueron diferentes seminaristas que pasaron por el coro entre ellos puedo nombrar: Juan Tomas, Rafael de la cruz, Eduardo Batista, Antonio Guzmán y Genaro Mencía, todos ellos excelentes personas. Los ensayos se realizaban todos los sábados y al mismo tiempo nos daban temas de formación, tanto espirituales como para la vida personal, los demás grupos que llegue a participar fueron el grupo de jóvenes, pastoral de salud, etc.

     

    Doy gracias a Dios porque sé que los misioneros llegaron a nuestras vidas en el momento justo, ya que el ambiente no le ofrecía buenas perspectivas a los jóvenes y llegaron a ser luz en nuestro camino con su entrega a las comunidades, especialmente a la juventud, de las cosas que añoro podría decir que todas porque cada una tuvo su influencia en nosotros.

     

    Recuerdo el mes de octubre donde salíamos a reunirnos a la 5 de la mañana al rezo del santo rosario en la capilla del Abanico, salíamos sin miedo a ser atracados. Al llegar entonábamos himnos a nuestra madre, María. Me gustaba mucho María, tú que velas junto a mí... Sentía que, al proclamar los cánticos, mi vida se transformaba y que nada ni nadie me podía hacer daño.

     

    ¡Mis añoranzas!

    Añoro las reuniones del grupo de jóvenes Nuevos Horizontes y sus temas de formación.

    Añoro las jornadas de limpieza en las comunidades.

    Añoro las convivencias, los retiros, los viajes a la playa.

    Añoro las visitas al Seminario Misionero en todas sus vertientes; tomar un rico café en el comedor. La biblioteca: nos ayudó bastante en nuestro trayecto de bachiller, al momento de una tarea o una investigación.

    Añoro la cancha donde realizábamos juegos deportivos.

    Añoro la capilla donde participábamos de muchas Eucaristías.

    Añoro a cada uno de los jóvenes que allí conocí y con ellos cada uno de los momentos maravillosos que, entre risas y juegos, cantos, dinámicas, bailes, alegrías y llantos que vivimos en ese entonces.

    Añoro a Juan Tomás con su guitarra y su hermosa sonrisa brindando su ayuda al momento de tu pedírsela.

    Añoro a Miguel José con cada una de sus ocurrencias y esa forma particular de hacerte sentir especial.

    Añoro las ordenaciones sacerdotales y con ellas conocer las familias de los ordenados.

    Añoro las visitas de los seminaristas cuando se dirigían a las casas de algunas jóvenes a sacar el permiso a los padres cuando teníamos un retiro o un viaje fuera de la ciudad.

    Añoro esos tres días que pasamos en el monte de oración. Tres días de espiritualidad, de alegría, de llanto, de compenetración entre cada uno de nosotros allí. Nadie era más que nadie, todos éramos uno solo como lo es Dios.

     

    Termino con esta pregunta: y tú ¿qué añoras de tu vida?

     

     

    2 comentarios:

    1. Yo mi exquisita hermana añoro casi todo eso de lo que hablas y corroboro con todo. Eramos una sola familia

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    2. Así es mi querido. Vivimos unos momentos únicos e inolvidable

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