Espiritualidad | Tamara Cordero/R21rs
Cuando la Cuaresma es un desierto de verdad
Es sinónimo de sed, hambre, calor, aridez,
silencio… Pero para los cristianos se trata de una figura atrayente durante la
preparación a la Pascua que habla de la soledad, pero también de la necesidad
de apartarse de la vida diaria para poder escuchar a Dios y dejarle actuar. AsÃ
lo experimenten en lo cotidiano los religiosos que viven en el Sáhara. Para
ellos, el desierto es algo más que un sÃmbolo, es su hogar.
La Cuaresma son 40 dÃas que nos
remiten a los 40 años de éxodo del pueblo elegido y a los 40 dÃas de Jesús en
el desierto. Este tiempo litúrgico es propicio para mirar en nuestro interior,
haciendo silencio en nuestra vida saturada de ruido, para descubrir que estamos
aquà porque Dios Padre nos amó primero.
En El Aaiún, en el Sáhara Occidental,
una comunidad de misioneros oblatos de MarÃa Inmaculada, con la que nos pone en
contacto Obras Misionales Pontificias, lleva viviendo en el más puro y real
desierto más de 65 años. Actualmente, la comunidad religiosa está formada por
tres hermanos: un religioso congoleño; el Prefecto Apostólico de la Iglesia que
es español, y Chicho Roig, también religioso y español que llegó a esta
comunidad hace cuatro años y medio.
Resisten como un oasis en mitad del
desierto. Su iglesia se encuentra en un lugar donde el 100% de la población
local es musulmana y en un territorio donde el proselitismo está penado por
ley. Una situación que no hace nada sencilla su labor allÃ.
“Nosotros estamos aquà como personas
que rezamos en medio de un pueblo que reza mucho y la única Iglesia que hay
somos nosotros tres, en más de mil kilómetros hacia arriba en el mapa, más de
mil kilómetros hacia abajo y muchos más si nos adentramos en el desierto”,
confiesa Chicho. Viven como una doble responsabilidad su misión como presencia
de la Iglesia Católica en este lugar. Saben que cada vez que rezan están
acompañados, aunque fÃsicamente estén solos; pero también que “hagamos lo que
hagamos, para bien o para mal, somos el único rostro de la Iglesia en este
territorio”, afirma el misionero.
Llamada a lo esencial. Chicho y sus hermanos oblatos recorren cada semana 540
kilómetros que separan El Aaiún de Dakhla, donde tienen otra parroquia en la
que atienden sobre todo a inmigrantes que llegan con el propósito de cruzar a
Canarias, o dirigirse al norte de Marruecos para hacerlo por allÃ. Esa distancia
que separa una población de otra no es fácil de recorrer: allà no hay grandes
autovÃas, solo un camino que atraviesa el desierto y desde el que se puede
imaginar la inmensidad del mismo. En ese preciso lugar, que desde aquà podemos
anhelar al imaginarnos la belleza de sus dunas, o su cielo lleno de estrellas,
muchos pasaron miseria y hambre. Por eso Chicho afirma que “viviendo aquÃ,
cuando te hablan del éxodo del pueblo judÃo en el desierto, uno comprende de
qué se quejaban”.
A priori, parece más sencillo el encuentro que Chicho y los otros dos misioneros oblatos pueden tener con Dios en este contexto. Viven en el auténtico desierto, fÃsico y también personal, ya que cultivar las relaciones sociales tampoco es una tarea fácil en esta tierra. Todo conduce a pensar que el encuentro con el Padre les es más propicio. Y quizás no sea asÃ, pero sin duda, el Sáhara invita a conectar con el Evangelio: “La cultura que hay aquÃ, heredada en gran parte de los nómadas, está mucho más cerca del evangelio. Cuando te dice: ‘habÃa un hombre pidiendo en la puerta del templo’, aquà lo ves en la puerta de la mezquita. Cuando habla de ‘acogieron a Jesús’, nos damos cuenta de que los musulmanes lo hacen con nosotros. Además, la llamada a la oración, desde antes de que salga el sol hasta que se pone, te hace estar en relación con Dios todo el dÃa”. Son recordatorios que, en una vida moderna y en otros paÃses como España, no se tienen tan presentes.
Imagen de Dios. Si la Cuaresma es una llamada a lo esencial, el desierto es el
ejemplo perfecto de este tiempo. Chicho lo afirma: “te invita a ir a lo
esencial, te abres a la trascendencia”. ¿Qué es entonces lo importante cuando
te desplazas al desierto? Materialmente: el agua y protegernos del sol y las
altas temperaturas. Sin embargo, aunque este contexto sea una gran parábola
espiritual, el desierto no es tal y como lo imaginamos. En él experimentamos
soledad, calor, sed. Se trata de una zona árida, sin vegetación y casi sin
vida. ¿Y las dunas? Solo representan el 10% del mismo. Pero es cierto que de
ellas podemos extraer una hermosa lectura de vida: “Las dunas siempre van
avanzando. Pero en el fondo, lo hacen porque hay un viento muy fuerte que las
azota, rompiendo la roca poco a poco hasta que consigue moverse”. Para Chicho,
las dunas pueden hablarnos de nuestra propia vida, del modelaje de Dios y de
cómo, por nosotros mismos, quizás no consigamos mucho, pero con la fuerza del
EspÃritu, todo es posible.
Otra imagen de Dios en el desierto que reconoce este misionero es la que le proporciona
el camello. Un animal creado para vivir y caminar en este lugar. Solo necesita
agua y va avanzando por el terreno buscando comida. Cuando la encuentra,
respeta la raÃz de la vegetación, para que vuelva a crecer de nuevo. “Un gran
estÃmulo espiritual el de mirar a los camellos, que nos habla de lo valioso de
nuestra vida”, confiesa el religioso.
Enfrentar las tentaciones. Desde el Sáhara estos misioneros también reconocen que se enfrentan a varias tentaciones. “No siempre es fácil la soledad, no tenemos un mundo de relaciones como puede tener cualquiera en Madrid, es mucho más limitado… eso te hace vivir en un cierto desierto también, más todavÃa a nivel eclesial porque no hay otras congregaciones ni iglesias con las que compartir”, afirma Roig.
Por eso, una de
las mayores tentaciones a las que se enfrentan es el vivir conectado a
Internet: “precisamente porque humanamente la situación puede ser un poco dura,
podemos caer en huir a través de estos medios, conectando con unos y otros, sin
meternos en la realidad de aquÔ, dice el misionero. También otra tentación que
resuena en sus corazones es la de “querer ver los frutos”. El desierto da una
lección a los misioneros en este aspecto: “no ves nada cuando paseas por él,
pero cuando llueve, después de un mes empiezan a salir brotes, flores, que
afirman que algo habÃa sin ser visto”. Y añade: “Los que han estado aquà antes
que nosotros han dejado una huella haciendo lo mismo que nosotros hacemos
ahora, estando presentes, acompañando a un pueblo que se ha sentido abandonado
de todos, pero acompañado por unos que eran cristianos. Más allá de eso hay que
dejar que Dios sea Dios, que él sabe lo que va a hacer. No hay que adelantarse
al tiempo del EspÃritu”. La tercera tentación para estos misioneros oblatos es el
“querer ser reconocido”. Chicho confiesa que la necesidad de reconocimiento la
tienen todas las personas, “porque desarrollas tu misión bien, porque te
entregas en lo que haces…”. Sin embargo, en la periferia de las periferias,
donde viven ellos, este reconocimiento no llegará. Por lo que hay que enfrontar
este deseo con la realidad que se vive en el Sáhara y sobre todo ahondar en el
por qué desarrollan su misión allÃ. Para ellos estas tentaciones son también
oportunidad y reto: “la Cuaresma es un buen momento para seguir ahondando en
los diferentes proyectos que tenemos, aprender más el idioma, acercarnos a los
más pobres y gastar tiempo con ellos”. En definitiva, Chicho y sus hermanos
viven el Evangelio como lo hizo Jesús.
Esta comunidad misionera comenzó de
manera privilegiada la Cuaresma con un dÃa de oración en el desierto y
seguramente la terminará en el mismo lugar. A las celebraciones propias de la
Semana Santa solo acudirán algunos extranjeros y migrantes, entre dos y diez
según los datos de años anteriores, y puede que Jueves o Viernes Santo celebren
solos en su iglesia. Ellos son presencia y testimonio de Cristo, en una tierra
de Alá, en la que la sencillez con la que viven el dÃa a dÃa se transforma en
palabra viva de Dios.
Publicado en
Revista 21rs:
https://www.21rs.es/es/revista-21/4442_Cuando-la-cuaresma-es-un-desierto-de-verdad.html
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