La
Iglesia se hace diálogo | Jesús Espeja
Necesidad
de prácticas religiosas
1. En la sociedad judía y en el tiempo de Jesús vivió, la práctica religiosa era referencia común para valorar la categoría social de las personas. El templo con sus ritos sacrificiales de animales era el centro que de algún modo marcaban el ritmo de todas las áreas sociales. Así coincidían los pobres económicamente con los impuros que no conocen ni practican la religión.
Prácticas como expresión de Dios amor encarnado que desde dentro promueve al ser humano para crecer en amor a los demás
Jesús fue un judío piadoso: participaba en la
celebración sabática, como los demás judíos bendecía a mesa, oraba tres veces al día
mirando hacia el templo de Jerusalén y pagaba el impuesto para mantener el
culto. Pero su experiencia de Dios amor gratuito y sin discriminaciones hacia
todos, no cuadraba con unas prácticas religiosas encubridoras de la injusticia.
Desde el templo de Jerusalén se dictaban leyes que discriminaban a los más
débiles como eran los enfermos, lo pobres, la mujer, mientras los socialmente
bien situados económicamente aumentaban su poder y prestigio social con el
dinero que entraba en el templo. Como los antiguos profetas, Jesús reacciona contra estas prácticas religiosas
y el tráfico de dinero. Antes que el
sagrado precepto del descanso sabático, es la vida digna de las personas; ·misericordia
quiero y no sacrificios, “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.
2. El
gesto profético de Jesús echando a los comerciantes del templo tiene un valor
permanente pues la pretensión de ganarnos el cielo sólo con unos cumplimientos
y prácticas religiosas pero sin una conversión o cambio de conducta en nuestra relación
con los otros, es tentación también para los cristianos. Sobre todo en
situación de cristiandad cuando el Estado era oficialmente católico, ser
español se identificaba con ser cristiano, e ir a misa los domingos era lo
normal. Entonces había peligro de caer en un ritualismo sin el crecimiento en
la experiencia de fe o encuentro
personal con Jesucristo. Pero hoy ese no es el caso porque entre los
mismos bautizados ha decaído la práctica religiosa, y los que siguen
practicando, dado el clima de indiferencia generalizado, lo hacen desde su
experiencia y convicción creyente. Hoy
urge dar realce a las prácticas religiosas como exigencia de la misma fe
cristiana y de la vida en comunidad que es la Iglesia.
3. La fe como apertura incondicional del ser humano a la autocomunicación gratuita de Dios amor que a todos y a todo da vida y aliento, lleva en su dinamismo la celebración comunitaria donde esa fe se expresa y se alimenta. Una comida entre amigos es un símbolo que hace presente y fortalece la amistad. Algo similar debe ser la práctica religiosa cristiana donde se expresa y fortalece la experiencia que llamamos fe. Al mismo tiempo que denunció el ritualismo vacío, Jesús tuvo gestos, que fueron expresión simbólica de su intimidad con el “Abba” y de fraternidad. Por ejemplo, comidas con los pobres, última cena con sus discípulos partiéndose y dándose como pan, lavatorio de los pies como símbolo de su actitud servicial por amor. Prácticas religiosas porque eran la expresión de su intimidad con Dios cuyo amor a todos nos hermana. Prácticas religiosas no para satisfacer a una divinidad alejada en las alturas y celosa de su honor, sino como expresión de Dios amor encarnado que desde dentro promueve al ser humano para crecer en amor a los demás.
Tomás de Aquino dice que el culto externo es
la profesión pública de la fe, una experiencia que solo se visibiliza con
palabras y gestos simbólicos. Como no encontramos la verdad de Jesucristo sin
la comunidad visible que llamamos Iglesia, tampoco vivimos la verdad de la
Iglesia, comunidad de vida en visibilidad histórica, sin prácticas religiosas o
profesiones públicas de fe o experiencia cristiana que lleva en su misma
entraña la vida en comunidad.
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