Ser Humano | Isaac Riera
La inquietud radical humana
El ser eternamente insatisfecho
Cuando
al nacer Salimos del seno materno, lo hacemos siempre llorando – somos los
único entre todos los animales que nacemos llorando- como si nuestro destino en
la vida fuese la insatisfacción y el sufrimiento. El nacimiento biológico, en
efecto, no es solo nacer a la vida humana fÃsica, sino entrar en un mundo en el
que nos esperan estas cosas: sufrimientos, luchas, insatisfacciones…,
inquietudes, en una palabra. En el nacimiento de cada persona comienza el punto
de partida de un caminar en el que no hay descanso sino muerte. (Es significativo
que digamos “descanse en paz” cuando alguien muere, porque en esa palabra ya va
dicho que la vida humana es, bien miradas las cosas, inquietudes y trabajos).
El hombre se distingue del animal no solo por la razón y la libertad, sino
también por la profunda dinámica de su deseo; el animal encuentra en la
naturaleza el objetivo pleno de su deseo, pero el hombre nunca se sacia con los
bienes de la naturaleza: es el eterno insatisfecho.
Y en los éxitos, solo encontramos un descanso momentáneo y fugaz en la dinámica de nuestros deseos
Esta
inquietud de eternos insatisfechos la manifestamos los humanos tanto en las
contrariedades, como en los éxitos. En las contrariedades, no solo
experimentamos la frustración de una necesidad natural o el dolor producido por
un mal fÃsico, tal como ocurre en los animales, sino que junto con el cuerpo
sufre nuestro espÃritu; y con frecuencia el dolor del alma es mas fuerte que el
dolor del cuerpo; se puede decir que los animales tienen dolor, pero los
hombres tenemos sufrimiento, pues esta experiencia tiene una hondura anÃmica
que no existe en el mero dolor fÃsico. Y en los éxitos, solo encontramos un
descanso momentáneo y fugaz en la dinámica de nuestros deseos, pues la
consecución de un objetivo, por bueno que se le suponga, es siempre un nuevo
punto de partida hacia otro objetivo, y este hacia otro, y asà sucesivamente
hacia una felicidad desconocida e imposible; nos consideramos “felices” cuando
no tenemos sufrimientos importantes.
La insatisfacción constante en nuestro ser es
también la causa de una buena parte de los problemas humanos que nos complican
la vida. Hay problemas objetivos ajenos a la voluntad del hombre que hallar solución
– la enfermedad, la penuria económica o las circunstancias sociales, por
ejemplo-, pero hay problemas que radican en el modo de ser y de comportarse de
las personas, para lo que no hay solución posible, y son estos los mas
desesperantes. En su dimensión interna, el hombre es un problema para si mismo,
y en su dimensión social, el hombre es un problema para los demás, y la causa
de ello no es otra que la insatisfacción de su corazón inquieto, y por eso
caemos en la angustia existencial y la desesperación, y no nos sentimos felices
en la convivencia con los demás; y por eso somos tan propensos al enfado, las
riñas y la agresividad, muchas veces sin causa que lo justifique.
Revista Madre y Maestra, MSC de España.
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