Espiritualidad | Joan Zapatero
La Pascua: un reto preñado de utopía
Después de más de un año de cuaresma, necesitamos
una pascua especial. Una pascua que, al menos por una vez, haga posible de
verdad que el Urbi et Orbi no sean solo palabras vacías ni fórmulas
trasnochadas, sino un reclamo a todos los hombres y mujeres para implicarse en
la construcción de la vida y de todo lo que ayude a hacerla realidad cuanto
antes.
Una vida, digna claro, que deje ya para siempre de
ser posesión de algunos y exclusiva para unos pocos. Una vida plena y
universal, porque o donde los credos no abran ya brechas entre los de esta fe y
la otra, ni las ideologías enfrenten a las personas entre sí ni a unos pueblos
contra otros. Una vida en la que la brecha económica quede eliminada para
siempre, desapareciendo de manera definitiva términos tan escandalosos y
dañinos como pobreza y riqueza.
Una pascua, por tanto, que no solo suene a vida,
sino que, por encima de todo, sea semilla fecunda de vida; de tal manera que ya
nadie sienta que todo esto es una historia que no va con él o con ella, sino
una llamada a la implicación y al compromiso para hacerla germinar, crecer y
extenderse hasta los lugares más remotos, los pueblos más lejanos y las
personas más solas y abandonadas.
Después de más de un año de cuaresma, necesitamos
una pascua especial, un reclamo a todos los hombres y mujeres para implicarse
en la construcción de la vida
Una pascua que anuncie una vida que no nos venga
impuesta ni quitada por nadie, ni obedezca a nuevos cánones, ni tenga que estar
sometida a nuevas normas; sino que sea la misma vida que fue proclamada “desde
el principio”, es decir, la vida en la que las personas ocupen el lugar primero
y preferencial en el universo y en el cosmos; todas, sin que la de nadie sea
pisada, explotada e, incluso, le sea quitada.
Una vida que no solamente respete, sino que cuide
toda otra vida, la de los animales, las plantas y todo ser viviente que habita
en el planeta Tierra; y no solamente la cuide, sino que, además, la ame con
predilección y la mime. Una vida que tenga por apellido primero y preferencial
la dignidad que emana de la igualdad de derechos y deberes.
Una vida en la que el sexo, la raza, la cultura y
la religión dejen de ser criterio utilizado a la hora de asumir cargos y
recibir responsabilidades; tampoco a la hora de amar y ser amados. Una vida en
la que nadie sea mirado/a con indiferencia por su falta de saber ni con
preeminencia por sus títulos académicos. Una vida en que la fe sea un punto de
unión y no de enfrentamiento en el camino hacia un mundo fraternal e
igualitario.
Ha llegado la hora en la que todos los hombres y
mujeres proclamemos que la pascua ya no puede seguir estando relacionada con
nada religioso ni confesional ni ningún otro calificativo y epíteto que la
cierre y la circunde, convirtiéndola, al fin y a la postre, en vida exclusiva
de algunos pueblos, de unas cuantas comunidades o de unas pocas personas.
Ha llegado el momento de dar el paso, de pasar
(pascua) y abandonar todas aquellas estructuras que destruyen la vida y
fomentan la muerte. Por eso precisamente, creer en la “pascua” ya no tiene que
continuar estando ligado a ningún dogma ni a ninguna imposición por parte de
credos o de religiones.
Ha acabado el tiempo en que creer en la “pascua”,
sea suplantado por apostar por la “pascua”. O lo que es lo mismo, apostar, en
primer lugar, porque las personas decidamos de una vez por todas vivir en
plenitud; que no quiere decir que tengamos que vivir atiborrados de esto y de
lo de más allá. Sino todo lo contrario, vivir vacías y vacíos de todo aquello
que impida llenarnos de amor, de esperanza, de compasión, de perdón, de bondad,
de mansedumbre, de ansias de justicia y deseos de paz y de compromiso por
ellas, etc.
Vivir vacías y vacíos de poder para dejar que
revivan en nosotros deseos inaplazables de servicio. Vacías y vacíos de
rencillas y rencores que destruyen y de odios que aniquilan; para
transformarnos en sembradores de convivencia abundante, de reconciliación y de
concordia. Vacías y vacíos de indiferencia hacia quienes tenemos cerca o viven
lejos, para convertirnos en personas que alargan la mano siempre y a todos.
Ha llegado el momento, o debemos empujarlo para
que llegue ya sin tardanza, en que dejemos de hacer la pascua a quienes no
piensan como nosotros, no creen lo que nosotros creemos, no creen en nada o,
sencillamente, creen únicamente en la vida, que ya es.
Vivir la pascua no como un refugio de pusilánimes,
sino como un reto decidido de intrépidos preñado de utopía
Por ello mismo, adoptemos la actitud contraria
irrumpiendo con los mejores deseos de feliz pascua para todas aquellas personas
se dedican a transmitir pascua a todas y a todos sin descanso; a quienes no
hacen más que enquistar las relaciones de familia y de vecindario; a quienes se
regodean en y con las estructuras de muerte, creyendo que ese es el camino que
Dios quiere para que la gente se salve.
Feliz Pascua, también, para quienes, a pesar de
experimentar que la actitud que mantienen no les aporta más que infelicidad a
raudales, se empeñan en seguir viviendo emponzoñados en su rencor corrosivo y
malsano. Feliz pascua a quienes todavía no han tenido la suerte de experimentar
la profunda paz y la inmensa alegría que produce el perdonar y el saberse
perdonado.
Feliz pascua, finalmente, a todas y todos cuantos
han vivido y continúan viviendo la pascua no como una euforia matinal y
pasajera, sino como el fruto maduro de una vida de redención para con uno mismo
y para con los demás. Una redención que no tiene que ver nada con el culto,
tantas veces vacío y superficial; sino con una manera de vivir la vida
personal, familiar, profesional y social desde la honradez, la honestidad y la
responsabilidad.
Un deseo de felicidad pascual, ya por último, para
todas y todos cuantos a lo largo de los siglos han desnudado a la pascua del
vestido del mito y de la historia, para vestirla con el gran traje de la
esperanza que nunca los va a defraudar, porque decidieron vivirla no como un
refugio de pusilánimes, sino como un reto decidido de intrépidos preñado de
utopía.
¡FELIZ PASCUA!
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