Generaciones | Redacción Amigo del Hogar
Los adolescentes y jóvenes nos desafían
Merece especial atención la etapa de la
adolescencia. Los adolescentes no son niños ni son jóvenes. Están en la edad de
la búsqueda de su propia identidad, de independencia frente a sus padres, de
descubrimiento del grupo. En esta edad, fácilmente pueden ser víctimas de
falsos líderes constituyendo pandillas. Es necesario impulsar la pastoral de
los adolescentes, con sus propias características, que garantice su
perseverancia y el crecimiento en la fe. El adolescente busca una experiencia
de amistad con Jesús.
Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran
mayoría de la población de América Latina y de El Caribe. Representan un enorme
potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como
discípulos y misioneros del Señor Jesús. Los jóvenes son sensibles a descubrir
su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser
“centinelas del mañana”, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz
del Plan de Dios. No temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero
sí una vida sin sentido. Por su generosidad, están llamados a servir a sus
hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen
capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos
engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia.
En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir
el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros,
las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin
distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en
comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.
Por otro lado, constatamos con preocupación que
innumerables jóvenes de nuestro continente atraviesan por situaciones que les afectan
significativamente: las secuelas de la pobreza, que limitan el crecimiento
armónico de sus vidas y generan exclusión; la socialización, cuya transmisión
de valores ya no se produce primariamente en las instituciones tradicionales,
sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad
a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo
cual afecta su propia identidad personal y social. Son presa fácil de las
nuevas propuestas religiosas y pseudo religiosas. La crisis, por la que
atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas carencias afectivas y
conflictos emocionales.
Están muy afectados por una educación de baja
calidad, que los deja por debajo de los niveles necesarios de competitividad,
sumado a los enfoques antropológicos reduccionistas, que limitan sus horizontes
de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Se ve ausencia de jóvenes
en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de
corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses
personales frente al bien común. Se constata con preocupación suicidios de
jóvenes.
Otros no tienen posibilidades de estudiar o
trabajar, y muchos dejan sus países por no encontrar en ellos un futuro, dando
así al fenómeno de la movilidad humana y la migración un rostro juvenil. Preocupa
también el uso indiscriminado y abusivo que muchos jóvenes hacen de la
comunicación virtual.
Documento de Aparecida, nn. 442-445.
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