Comentarios | Alexis Cifuente, UN
Al estilo de Jesús
La propuesta de Jesús para seguirle no se fundamenta en prácticas cultuales o morales aprendidas, por muy buenas que hayan sido o que puedan ser para quien quiere estar con Él. Seguirlo arranca de una raíz mucho más profunda que hace posible la transformación de las personas y de sus entornos de vida, que modifica las relaciones interpersonales y sociales.
Jesús propone específicamente estar unidos a Él en
el amor, que hace posible la pertenencia cristiana a su vida. Ya lo hemos
escuchado en Pascua, con la imagen rural de la vid y los sarmientos, que nos
dice que la savia de vida procede de Él en cuanto el amor está en nosotros en
todas las direcciones que propone el Evangelio: hacia Dios, los hermanos, la
realidad, nosotros mismos.
Solo el “ágape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios
La esencia del mensaje del Señor está en el amor,
que es su constitutivo. Cuando propone que haga su voluntad quien le siga, está
explicitando esa voluntad de vida, de amor, de justicia y reconciliación que ha
practicado durante su ministerio público. Y el modelo específico es su relación
con el Padre. Su unión con el Padre hace realidad a los ojos y oídos de la
comunidad, una vinculación de comunión que nada puede romper, porque el Hijo es
con el Padre en el amor, como el Padre es en Él. Y el que ama participa de esa
comunión indestructible.
La marca de identidad del cristiano que sigue a
Jesús está en el mandamiento nuevo. Ya no se trata de amar al prójimo que es de
los míos, de mi pueblo, de mi cultura, de mi religión; el amor se abre en
abundancia y disponibilidad a servir y ser con los demás. Una sensibilidad
misericordiosa que transforma la vida y su realidad. Yo no determino quien
quiero que sea mi prójimo, pues la realidad me lo muestra: quien está tirado en
el camino, quien es rechazado o discriminado, quien necesita perdón o
aceptación. En Jesús hay que hacerse prójimo, aproximarse.
El biblista Juan Marcos reflexionando sobre el tema
nos dice que los primeros cristianos designaron al amor con ocho palabras. De
ellas, ágape es la que mejor expresa el amor cristiano, un amor sin mezcla
alguna de interés personal. Cierro esta reflexión con sus palabras acerca de
este amor, “ágape”.
Juan emplea la palabra “ágape”. Los primeros
cristianos emplearon ocho palabras, para designar el amor: ágape, cáritas,
philia, dilectio, eros, líbido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las
otras, pero solo el “ágape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés
personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo
referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está
hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad
exclusiva de Dios.
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