Educación | Pedro Orbezua, fsc
¡Que
la Escuela vaya bien!
Los
4 pilares del “Espíritu de Fe”
Hemos
hablado del Espíritu de Fe, de la mirada de Fe.
¿Que no lo recuerdan? ¡Suele
pasar! Echen entonces un vistazo a números anteriores de “Amigo del Hogar”. ¡Ah, que no los coleccionan! ¡Y cómo va a
ser!
En
fin, el Espíritu de Fe inspira, sostiene, alienta nuestro ser y quehacer de
Educadores. ¿Cómo apuntalamos esa Fe? Cuatro sugerencias al respecto. Ojalá las
asumamos en vena. ¡A entrenarse, mis Hermanos!
1.- La Palabra de Dios es “Pan”. “No
solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo
4,4). “Las palabras que yo les he dicho
son espíritu y vida” (Jn 6,63). Papá mamá Dios, “el pan nuestro de cada día danos hoy” (Lc 11, 3). Por eso, todos
los días -y todos los días son todos los días- nos fortalecemos, como María a
los pies de Jesús, con su conversación preciosa. Te invito a que explores en el
Nuevo Testamento aquellas frases que abren y ensanchan tu mente, que tocan tu
corazón y lo emocionan, que te ponen en pie por dentro y por fuera la alegría y
la esperanza, y te robustecen hasta lo más recóndito, porque son las palabras
de amor las que alimentan el alma, y no engordan. Educador, educadora, estás
invitado a comprometerte con la “lectura orante de la Palabra”, para que tú,
después, en la Escuela, para los alumnos y alumnas que Dios te ha confiado,
también seas Palabra de Dios que nutre sus vidas.
La Palabra de Dios es “Espejo”. “Espejito,
espejito, mi viejo amigo, dime la verdad: ¿quién es la más bella joven del
reino?” Así preguntaba la madrastra de Blancanieves. Para nosotros, los
Evangelios son el espejo que nos muestra la verdad de nosotros mismos, que nos reflejan
el educador que somos y el que deberíamos ser, que nos confrontan con Jesús
Maestro, “nuestro referente, inspiración, sostén y vida”.
Educador,
educadora, en la mañana, igual que te preparas ante el espejo para salir
elegante y limpio para tu trabajo, no te olvides de verificarte con la Palabra
para partir a tu ministerio con el visto bueno de Dios y del pueblo, y no te
parezcas “a aquel que se miró la cara en
el espejo, se observó, se marchó y muy pronto se olvidó de cómo era”
(Santiago 1, 23).
La Palabra de Dios es “Luz”. A
oscuras por las “sombras de un mundo cerrado”, al decir del Papa Francisco y,
muy especialmente, impresionados por las necesidades apremiantes de los niños y
los jóvenes, “lámpara es la Palabra de
Dios para nuestros pasos, luz en el sendero” (Salmo 118, 105). “Por ese motivo, Dios -en el primer día de la creación- que ordenó que la luz surgiera de las tinieblas, ha iluminado Él mismo
los corazones de los que ha destinado -a ustedes se refiere, Educadores- a anunciar su palabra a los niños y los
jóvenes, para que puedan iluminarlos descubriéndoles la gloria de Dios” (DLS).
Educador,
educadora, Dios que es luz, prende su luz en nosotros para que nosotros la
prendamos en las mentes y corazones de los que El nos ha confiado.
2.- El recato
de los sentidos. La palabra “recato” ya no
se usa. Y los sinónimos que la explican, tampoco. ¡Desuso absoluto del vocablo!
Lo que priva hoy día es vivir las 24 horas del día volcados hacia fuera. Los
sentidos son las ventanas que nos ponen en relación con el mundo exterior. Son
necesarios, faltaría más. Recuerdo la película “El milagro de Ana Sullivan”, la
maestra de Helen Keller, sorda, muda y ciega. El film es espléndido. Nos
muestra la infinita paciencia para lograr enganchar a la joven con el mundo que
la rodea. Y cuando lo consigue la emoción nos embarga hasta las lágrimas. Lo
nuestro es otro cantar: la imposibilidad de viajar al centro de nosotros mismos
para encontrarnos y saludarnos y conversar de yo a yo, y conocernos, sí, conocernos.
Cantaba Facundo Cabral y vaya que tenía razón: “No sé leer, ni sé escribir, pero atención, yo sé de mí”. Que de
eso se trata, de liberar con 100 asignatura tan importante: “Cónocete a ti mismo”.
Atrévete, Educador, desconéctate para conectarte contigo en lo más
secreto y hondo de tu ser. ADH 856
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