Vocacionales |
Osiris Núñez, msc
Sagrado Corazón de Jesús,
fuente de vida para el mundo
Desde tiempos
muy antiguos Dios nos hizo la promesa de darnos un corazón como el suyo, un
corazón que esté fundamentado, al igual que el suyo, en el amor. El profeta
Ezequiel nos dice: “Les daré un corazón
nuevo, pondré dentro de ustedes un espÃritu nuevo. Les quitaré del cuerpo el
corazón de piedra y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi espÃritu en
ustedes, para que vivan según mis mandatos y respetar mis órdenes” (Ez 36,
26-28). Dios nos envió a su Hijo, el cual fue crucificado y su corazón
traspasado; de este corazón traspasado brota el amor de Dios para todos los hombres.
De aquà es que surge la espiritualidad del Corazón del Jesús, desde el cual
surgen para la vida de todos los hombres la esperanza y el perdón, la fidelidad
y la salvación.
La vivencia de esta
espiritualidad del Corazón de Jesús nos lleva a una profunda interiorización de
nuestra persona, en donde nuestra vida se moldea conforme al Corazón de Jesús.
Esta transformación nos hace personas nuevas, con un corazón nuevo y con un
espÃritu nuevo. Esta es la base de la implantación del Reino de Dios en el mundo:
una conversión sincera, desde lo profundo del corazón de cada ser humano.
Primero tenemos
que bajar a las interioridades de nuestras almas, de nuestros corazones, para
ver nuestras profundas necesidades personales, de vida, de amor y del sentido
de las cosas; esto es, ser sincero conmigo mismo, como dice el Salmo 50: “Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espÃritu firme”; pedir y desear con sinceridad que
nuestro corazón, que nuestra vida sea transformada por Dios. Luego tenemos que
encontrar en el Corazón de Jesús, por medio de la fe y de la reflexión, las
respuestas a nuestras propias interrogantes, o sea, en las profundidades de su
personalidad, donde el anhelo del hombre y la benignidad de Dios, se funden en
una encarnación redentora. En seguida, moldeados por estas fuerzas, nuestro
propio corazón será un corazón comprensivo, que estará abierto, que vibrará y
se entregará a nuestros hermanos en Cristo.
Todo esto es en vista a la realización del Reino de
Dios, en cual solo se puede entrar con un corazón nuevo,
dispuestos a obedecer a Dios desde lo más hondo de nuestro ser. Lo decisivo es
esta transformación radical de nuestro corazón. Dios busca reinar en el centro
más Ãntimo de las personas, en ese núcleo interior donde se decide su manera de
sentir, de pensar y de comportarse. Jesús lo ve asÃ: nunca nacerá un mundo más
humano si no cambia el corazón de las personas; en ninguna parte se construirá la
vida tal como Dios la quiere si las personas no cambian desde dentro. “El
hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, de su mal
corazón saca lo malo”. Jesús quiere tocar el corazón de las personas. El reino
de Dios ha de cambiar a todos desde su raÃz, desde su corazón. Solo hombres y
mujeres de corazón nuevo harán un mundo nuevo.
La espiritualidad
del Sagrado Corazón de Jesús, con su insistencia en el amor personal de Dios,
en el amor humano y divino de Cristo, siempre ha conservado a través del
tiempo, un tono personal en la vida cristiana, a pesar de las tendencias
humanas a una insistencia exclusiva en la ley y la obligación, a una separación
de lo sobrenatural de humanamente personal. El sÃmbolo de la vida, el corazón
humano del Cristo resucitado, el corazón atravesado en la cruz ha sido un
resumen vivo del amor de Dios por los hombres y una invitación a devolver este
amor con una entrega personal viva. ADH 857
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