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    miércoles, 14 de julio de 2021

    El lugar del retorno

    El Corán | Elena Di Dio

     

    El concepto de paraíso del islam es un lugar inimaginable

     


    El lugar del retorno

     

    Hay vida después de la muerte. Existe la promesa de un Paraíso que se logrará si hemos vivido con respeto y amor. También está la resurrección de los cuerpos.


    Los musulmanes distinguen la vida breve de la vida eterna. Breve es la que vivimos aquí, y ahora, inmersos en el cansancio de la pandemia, en la rutina diaria del trabajo y el estudio y en los momentos de oración.

     

    Eterno es aquello que se abre después de la muerte y que después de la primera vida terrenal seguirá siendo físico, carnal. El paraíso descrito en el Corán es otro lugar concreto. Tan hermoso que “no podemos imaginarlo”, explica Izzeddin Elzir, imán de Florencia, fundador de la Comunidad Islámica de Toscana y ex presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de Italia. Según la narración islámica, “experimentaremos el paso de la muerte, pero volveremos a tener una vida. No sabemos cómo”. Y prosigue: “Ninguno de los que viven la vida eterna ha vuelto para describírnosla”.

     

    En el libro sagrado del islam, el Paraíso, el Jannah, viene descrito como un lugar con exuberantes plantas y flores de todas las formas y colores, con deliciosos ríos de miel y vino. “Sí, vino, aunque para los musulmanes esté prohibido beber alcohol. ¿Qué vino será? La descripción del Paraíso despierta muchísima curiosidad”, explica. “Hay muchos versos en el Corán que hablan del Paraíso, pero prefiero recordar un dicho del profeta Mahoma, la paz sea con él, cuando dice que después de nuestra corta vida nos esperan cosas y lugares que nunca han sido visto y oído y ni siquiera pensado”. Pero, sobre todo, para los musulmanes, la transición entre la vida breve y la eterna tiene un único objetivo: “Ver el rostro de Alá. Esto será posible para quien, en esta breve y terrena vida, haya sido una persona piadosa”.

     

    Para merecer vivir en la Jannah hay que haber vivi[1]do la vida en una adoración convencida: “No basta la oración de cinco minutos al día, no hay que limitarse “solo” a no hablar mal de los demás. Es necesario dialogar con el otro, trabajar, amar al prójimo, respetar el medio ambiente y adorar al Señor con acciones y no solo con cinco oraciones diarias”. El Imán de Florencia comenta: “Llámalo Dios o Alá, él es siempre el Misericordioso y el Clemente y debemos tender a Él”. Izzeddin Elzir destaca que “uno no debe tener miedo a la muerte”. Pero reconoce que “somos seres humanos. La vida que vivimos es corta para Dios, mientras que, para nosotros, los humanos, es una vida larga. Como cuando sentimos tristeza por el simple hecho de cambiar de ciudad, como cuando lloramos al despedir a la madre o al niño que nos deja, aunque seamos conscientes de que nos volveremos a encontrar, la muerte es un momento trágico. En el Corán está escrito que quien sea golpeado por una “desgracia” que es la muerte, debe decir “de Alá somos y Alá volvemos” (Corán - Sura II, verso 156)”.

     

    Palabras que para ser verdaderas deben ser dichas y vividas con fe profunda y convencida y recordando, –en el momento de la transición entre una vida y la resurrección la otra–, el “testimonio” del profeta Mahoma a través de la lectura de algunos pasajes del Corán. Un rito que en este terrible año de pandemia ha sufrido grandes limitaciones para los musulmanes: “Es importante que los que están a punto de dejar la vida puedan, si se puede, repetir el testimonio. Estamos seguros de que incluso en los momentos más complicados, los más difíciles de la enfermedad, cuando parece que están a punto de dejarnos y no son conscientes, son capaces de entender las palabras de quienes les rodean. Después, el ritual implica un lavado a fondo y la envoltura del cuerpo en una tela blanca. Así despedimos a nuestros hermanos en el islam”, apostilla Elzir.

     

    El coronavirus ha cambiado alguna práctica, aunque no el principio de sacralidad de la vida del Corán: “En estas circunstancias, los médicos nos advirtieron de que lavar el cuerpo de una persona infectada implicaba la posibilidad de contagiarse. Por eso, una fatwa, una disposición de la ley islámica, estableció que los cuerpos quedaban exentos de lavarse. El rito se ha vuelto más sencillo. Se hace lo que se puede. La salud y la vida son lo más importante”. (Elena Di Dio).

    Donne Chiesa Mondo

    L’OSSERVATORE ROMANO—Edición especial en español – Número 68 – Abril 2021


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