Bioética | Jahuil Alexander Doroteo, MSC
Las drogas y su valoración ética
Las drogas siempre han sido utilizadas por los seres humanos
para modificar su estado de ánimo y sentimientos. Sin embargo, hoy su consumo
constituye un problema social que afecta a millones. Según la OMS, la droga es toda
sustancia que, al ser introducida en un organismo vivo, puede modificar algunas
de sus funciones. Esta definición abarca los fármacos y otras sustancias
activas. Por eso podemos hablar de drogodependencia, que consiste en el estado
de dependencia física o psíquica causado por una sustancia. Existen algunos
tipos de estas sustancias, tales como los opiáceos, psicoestimulantes mayores,
psicodepresores, cannabis, alucinógenos, solventes y psicoestimulantes menores.
Por tanto no podemos olvidar la prevención, ya que ella es un elemento esencial en la lucha contra la droga
En este sentido es difícil percibir el verdadero rostro de la
droga porque aquí intervienen los sentimientos, drama, negocios, cultura del
dinero, entre otros. Lo que sí sabemos, es de su rostro humano, sobre todo
jóvenes. Es decir, personas que por sus problemas acuden a ella buscando
refugio. También otras que por su voluntad deciden comenzar a consumir. Debido
a esto podemos agrupar a los consumidores en experimentales, que la buscan para
conocer. Están los ocasionales, los cuales recurren a la misma por placer y
entretenimiento, y los habituales, que usan esta sustancia por largos períodos
de tiempo; pero detrás, hay un gran negocio intercontinental del tráfico de
drogas donde otras personas se benefician económicamente.
En este tema es difícil saber cuáles son las raíces y factores
del uso de las drogas, porque es un fenómeno muy complejo. Estudios realizados
en torno a ellas nos muestran que un primer motivo su uso puede ser el
satisfacer los deseos y ansiedades o la huida de la realidad en búsqueda de un
mundo feliz, irreal e imaginario. Otra causa puede ser el contexto de crisis de
valores que vivimos hoy. De esta manera el teólogo está de acuerdo en que, en
el fondo, aparece el problema del sentido de la vida, que lleva a mostrar una
sociedad pasiva, sin ideales, con la necesidad de búsqueda de evasión de la
realidad. Por lo tanto, se trata de un fenómeno que abarca a toda clase de
persona y la sociedad.
Valoración religiosa
El teólogo, en su valoración a este problema social, nos dice
que no se puede condenar a las drogas, debido a que poseen propiedades
utilizadas en la medicina. Pero en el aspecto del consumo sin prescripción
médica, existe la dificultad de no poder realizar una valoración concreta,
porque las situaciones que se presentan son diversas. Por ello hay que poner la
mirada en el drogodependiente. Pero si vemos la drogadicción en sí misma, ella
recibe un juicio moral negativo por despersonalizar al que la consume,
quitándole la libertad y autonomía. Es por esto que no debe tolerarse el
narcotráfico, pues se comercializa con la dignidad y destruye espiritualmente al
ser humano y la sociedad.
Otro aspecto para tomar en cuenta es la discusión en torno a
si se debe o no legalizar el uso de las drogas. Según los que apoyan la
despenalización de las drogas, estas deben ser sacadas de la mira de la ley
porque no son tan dañinas y la sociedad permite otras peores como el tabaco y
el alcohol, además el Estado no tiene por qué intervenir en la vida privada del
individuo. De este modo su legalización ayudaría a desistir de soluciones
costosas de tipo penal y central la atención en medidas preventivas y
terapéuticas. Frente a esto, el autor plantea varias ideas. La primera es que
si se legaliza se puede pensar que todo lo legal es moral y la segunda aborda
la dimensión social del problema que exige un control social y legal.
Por tanto no podemos olvidar la prevención, ya que ella es un
elemento esencial en la lucha contra la droga. En esto hay acuerdo, pero no en
las maneras de hacerlo. Por esa razón el teólogo expone unos puntos
interesantes, tales como limitar la oferta para bajar la demanda, luchar en
contra de la demanda para conocer por qué se drogan hombres y mujeres. Para
ello el autor* platea que la prevención comienza en la familia, porque en ella
se forma el carácter de la persona e inculca valores que se desarrollan en las
relaciones con otros. De igual manera la educación en la escuela ayuda a
prevenir.
*
Alburquerque,
E., Bioética Una apuesta por la vida, Madrid, 2002, pp. 203-216.
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