Casa de Luz | Juan Rafael Pacheco/casadeluzjn823@gmail.com
Y la vida… ¿qué es la vida?
Hay
momentos en la vida, y por ahí hemos pasado todos, en los que uno se cuestiona
si no sería mejor meterse a ermitaño y alejarse del mundo y buscar una cueva en
un lugar alto y desolado, apartado de todos, y volver a empezar desde cero…
Es
posible que ese planteamiento no nos lo hayamos hecho a nivel racional, a nivel
lógico… pero sin lugar a dudas que así actuamos en muchísimas, en muchísimas
ocasiones, en las que la vida no nos parece algo que pueda ser vivida.
Cuando
nos sentimos heridos, muchas veces tomamos la decisión de cerrar nuestro
corazón a nuevas relaciones y afectos, porque tememos ser lastimados otra vez,
y pensamos que si nos mantenemos al margen y no nos involucramos
emocionalmente, evitando nuevas amistades –si nos metemos en una cueva—
habríamos encontrado la fórmula mágica para evitar el dolor.
Lamentablemente
para los que así piensan, esta actitud, lejos de evitar el sufrimiento, lo
incrementa. De hecho, lo que hacemos cuando así actuamos es cerrarle la puerta
al amor, de plano lo rechazamos, y nos negamos a la posibilidad de encontrar
gente que realmente corresponda a nuestros sentimientos. Nos estamos negando el derecho al amor, a
amar y ser amado.
Estos
pensamientos los encontramos hace tiempo y hoy volvemos sobre ellos.
No
podemos darle importancia al daño que hayamos recibido. Al hacerlo, esto a su vez actúa como imán que
atrae a otras personas a que nos dañen nuevamente. El error consiste en cerrar
nuestro corazón en defensa propia… cuando la única defensa verdadera es la
confianza en nosotros mismos.
Repasemos
rápidamente en qué consiste la vida, de acuerdo con las notas a mano. Veamos primero
lo que no es la vida.
La
vida no se mide anotando puntos como en un juego. La vida no se mide por el
número de amigos que tienes, ni por cómo te aceptan las demás personas.
No se
mide según los planes que tienes para el fin de semana o si te quedas solo en
tu casa. No se mide según con quién sales, ni porqué nunca sales con nadie. No
se mide por las personas que besaste. No se mide por el sexo. No se mide por la
fama de tu apellido, ni por el dinero que tienes, ni por la marca de vehículo
que manejas, ni por el lugar donde estudias o trabajas. No se mide ni por lo
lindo o feo que seas, ni por lo viejo ni por lo joven, ni por lo saludable o
enfermo, ni por la marca de ropa que usas, ni por tus zapatos, ni por el tipo
de música que te gusta. No. La vida no es nada de eso.
La
vida se mide según a quién amas y según a quién dañas. Se mide según la
felicidad o la tristeza que proporcionas a otros. Se mide por los compromisos
que cumples y las confianzas que traicionas.
Se trata de la amistad, que puede usarse como algo sagrado… o como un arma. Se
trata de lo que se dice y de lo que se hace y de que lo que se quiera decir o
hacer, sea dañino o sea beneficioso.
Se trata de los juicios que formulas y de para quién o contra quién los
diriges. Se trata de a quién no le haces caso o ignoras intencionalmente. Se
trata de los celos, del miedo, de la ignorancia y de la venganza. Se trata del
amor, el respeto o el odio que llevas dentro de ti, y de cómo los cultivas...
Pero en su mayor parte, se trata de si usas la vida para alimentar o envenenar
el corazón de otros.
Tú eliges la manera en que vas a afectarlos y esas decisiones son de lo que se
trata la vida... porque… es justamente la posibilidad de realizar un sueño, lo
que hace la vida posible…
En
definitiva, se trata de cómo le abres tu corazón a Dios y vives la vida
cultivando sabiamente los valores que nos regaló Jesús en el Sermón de la
Montaña, cuando nos dijo: “Felices los
mansos y humildes de corazón, porque ellos poseerán en herencia la tierra…”
(Mt 5, 4).
Bendiciones
y paz.
Este cuento
aparece publicado en la página 109 de mi libro “La Mariposa Azul y los Regalos de Dios – Historias y cuentos para
sanar tu corazón”. Disponible en
Librería Cuesta y La Sirena. ADH 805
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