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    viernes, 13 de agosto de 2021

    ¿Trans-Humanismo?: Nuestra esperanza secularizada (2)


    A Debate | José Cristo Rey López G./EDE

     


    ¿TRANS-HUMANISMO?: NUESTRA ESPERANZA SECULARIZADA (2)

     

    El 16 de Julio de 2020 -hace ya más de un año- publiqué aquí en mi página una reflexión que titulé ¿Trans-humanismo?: El desafío (1) (https://www.xtorey.es/trans-humanismo-un-desafio/). Prometía continuar la reflexión con una segunda parte, que solo hoy ve la luz. Ahí sigue el desafío para nuestra visión escatológica de la historia humana y del cosmos. Pero tal vez, exista ahí algún germen del Espíritu que nos hace volver a recuperar la dimensión escatológica de nuestra fe, de nuestra esperanza. La Creación no fue un hecho pasado, inicial. La Creación es “creatio continuata” (creación continuada). El Creador creó “creadores”.

     

    Sin embargo, el trans-humanismo les parece a no pocos, ciencia-ficción: por eso lo ignoran, lo descartan de su reflexión. Ignorarlo, sin embargo, es un riesgo: es ignorar la dinámica de la que el trans-humanismo depende.

     

    ¿En qué se basa?

    El transhumanismo se basa en “la tecnología” que es capaz de mejorar al ser humano: más todavía, de transformarlo.

     

    No se trata únicamente de una mejora tecnológica, física, médica. ¡Eso todo el mundo lo acepta!

     

    También se trata de la transformación del ser humano más allá de sí mismo. De ahí viene la denominación de “trans-humanismo”. Ya hay pensadores -filósofos- que especulan sobre esa posibilidad.

     

    ¿Hacia una nueva especie?

    ¿Qué implicaciones tendría el hecho de que las personas se conviertan en “posthumanas” o “transhumanas”? ¿Podemos con nuestra tecnología hacer surgir una “nueva especie” con poderes “sobrehumanos”?

     

    Aunque los problemas que hemos de resolver de inmediato son muchos, no debemos distraernos. Tomemos en seria consideración algo que ya se está gestando en la humanidad. Sería muy peligroso el centrarnos únicamente en los desafíos del presente, y despreocuparnos del contexto más amplio y profundo que da forma a nuestras actitudes y elecciones.

     

    El transhumanismo, como movimiento germinal, nos está diciendo que:

     

    Hay muchas cosas -de nosotros los humanos- que no nos gustan y que deseamos superar;

     

    Queremos deshacernos de tanta debilidad, tanta incapacidad que caracteriza a la especie humana y tanto la hace sufrir.

     

    Hemos de obligarnos a plantearnos preguntas incómodas sobre nuestros deseos más profundos, los medios que utilizamos para conseguirlos y sus posibles resultados.

     

    El deseo que la nueva tecnología quiere y piensa que puede resolver es:

     

    El anhelo de una vida larga o incluso interminable;

     

    La consecución de una salud perfecta -somática y psíquica-, con la superación de la medicina y la psicología o psiquiatría convencionales.

     

    ¿Una utopía que desafía nuestra fe?

    El desarrollo reciente de la tecnología parece sugerir que, aunque estos objetivos parezcan todavía inalcanzables, pueden llegar a serlo -al menos en parte- en las décadas o siglos venideros. La brecha entre el deseo y la posibilidad se está cerrando. No se trata de mera fantasía.

     

    El transhumanismo desafía también nuestra fe.

     

    La fe “en el más allá” feliz, paradisíaco.

     

    Sustituye nuestra “esperanza teologal” en una fe “en el más acá”, en la posibilidad de conseguir tecnológicamente nuestras expectativas”.

     

    La reflexión teológica no debe despachar esta cuestión con demasiada ingenuidad.

     

    Y ¿el proyecto del Dios-Creador?

    Si la teología nos habla del propósito creador de Dios,

     

    ¿por qué no se pregunta hacia dónde evoluciona y se orienta ese propósito creador?

     

    ¿Tendrá algo que ver ese proyecto creador con aquello que el transhumanismo presiente?

     

    Si hablamos de la capacidad creadora del ser humano,

     

    ¿podremos nosotros participar -a través de la tecnología, del conocimiento- en el futuro trans-humano, en la emergencia de la “nueva especie”, en la modificación de nuestra especie?

     

    ¿Cómo pensar -desde estas claves- en el profundo anhelo humano de trascendencia, el anhelo de ir más allá de lo que se nos ha dado como criaturas biológicas?

     

    ¿Será posible llegar y entrar en lo que creemos que es nuestro destino divino, ya sea por nuestro propio diseño y logro o porque hay un Dios que nos ha hecho para algo más allá de nosotros mismos?

     

    ¿Precursores del transhumanismo?

    Ya en nuestra historia ha habido personas que han precedido a los transhumanistas actuales:

     

    Francis Bacon (1561-1626), filósofo y hombre de estado inglés. Tuvo convicciones religiosas muy profundas; pero también es reconocido como un exponente del empirismo, de la ciencia práctica: pretendió iniciar la reforma universal del conocimiento a través del método científico y, mediante él (lo que hoy denominamos tecnología) mejorar el estado de la humanidad.

     

    Nikolai Fedorovich Fedorov (1829-1903), intelectual ruso, cuyo pensamiento -difícil de entender- anticipaba rasgos emergentes en el posthumanismo[1]. Fedorov creía en una humanidad “tarea común de todos”, en la que nos beneficiaríamos mutuamente. Y en ese “todos” incluía a los seres humanos no-contemporáneos, a todas las generaciones: “podemos llegar a ser inmortales y divinos mediante esfuerzos racionales. Nuestra obligación moral es crear un cielo que sea compartido por todos los que hayan vivido” [2].

     

    Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) defendió su idea del punto omega de la evolución y desarrolló -juntamente con Vladimir Vernadsky- el concepto de “no-osfera”. En él se anticipaba una especie de transhumanismo cristiano, sólidamente arraigado en la visión cristiana tradicional del futuro.

     

    El transhumanismo es una deriva secularizada de la esperanza cristiana, motivada por la confianza en la tecnología y un alejamiento progresivo de la fe religiosa en el Dios creador.

     

    Preguntas éticas

    Hay preguntas que el transhumanismo nos presenta y que necesitan una respuesta por nuestra parte, como creyentes:

     

    ¿Es el transhumanismo expresión de la dignidad humana o tiende a ser su peor violación?

     

    ¿Amenazan las nuevas tecnologías algo esencial que nos hace humanos o son expresión elocuente de la capacidad creadora del ser humano?

     

    Aunque a veces parezca que todo va bien en el desarrollo tecnológico, hay que estar atentos a posibles desviaciones: parchear nuestra naturaleza humana “a medias” no resolverá el problema que deseamos resolver. Por eso, los cristianos creemos que nuestra revelación nos indica un horizonteen el cual podemos vislumbrar el grado de transformación hacia el cual los seres humanos necesitamos realmente.

     

    Es verdad que las tecnologías -que nos ayudarán a los seres humanos a mejorar- tenderán a difuminar los límites entre lo humano y lo no humano o entre lo vivo y lo no vivo. En ese caso, el camino a seguir no es detener la tecnología, sino tratar de unificar, pero no confundir las especies o naturalezas. ¡Eso es fundamental para el cristianismo!

     

    Y ¿cómo compatibilizar el objetivo transhumanista de prolongar la vida humana y la esperanza cristiana de la vida eterna? La verdad es que la esperanza cristiana no consiste en una mera prolongación de la vida, sino en el encuentro con el Misterio de Dios en una tierra nueva, un cielo nuevo, la nueva Jerusalén, donde toda la humanidad sea recuperada.

     

    El transhumanismo -sin ese horizonte- resulta enormemente injusto con aquella humanidad que ya se disolvió en la muerte.

     

    Publicado por Ecología del Espíritu


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