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    martes, 21 de septiembre de 2021

    ¿A qué Cristo queremos seguir?


    Nuestra Fe | Marcelo Barros

     


    ¿A qué Cristo queremos seguir?

     

    En este domingo XXV del año (B), el evangelio Marcos 9,30 a 37 nos trae una nueva instrucción de Jesús a los discípulos. El evangelio dice que Jesús andaba por Galilea, pero Jesús era clandestino. No quería que nadie lo supiera y el evangelio explica que la razón era que se dedicaba al grupo más íntimo: instruía a los discípulos (y discípulas). Este relato muestra dos momentos: el primero tiene lugar en el camino y Jesús revela a los discípulos el camino de la cruz como la vía que ha aceptado como misión, y el segundo en casa, en Cafarnaúm, donde escucha, pregunta y responde a las preguntas de los discípulos.

     

    Al concluir la primera parte del evangelio, que escuchamos el domingo pasado, en nombre de todos los discípulos, Pedro reconoce que Jesús es el Mesías, el Cristo de Dios. Jesús pide secreto y comienza a explicar cómo se siente llamado a vivir esta misión de salvador: enfrentándose a los poderes dominantes del mundo e identificándose con los últimos hasta la muerte y muriendo como condenado por el poder religioso y político. El evangelio deja claro que Pedro y los discípulos quieren que Jesús ejerza su misión de Mesías como jefe religioso y político. No entienden que Jesús acepta ser un mesías sufriente que muere en la cruz. Por eso, en el Evangelio de hoy, insiste en dar una nueva formación a su pequeño grupo. Por segunda vez anuncia que va a Jerusalén, donde sufrirá mucho y será asesinado. No porque le guste el sufrimiento, ni porque Dios necesite que su Hijo muera para salvar al mundo. Jesús no tuvo una visión sacrificial de la cruz. La perspectiva era la de un profeta que sabía lo que le esperaba y no tenía forma de escapar de ello. El evangelio concluye diciendo que los discípulos aún no entendían nada, pero tenían miedo de preguntar o cuestionar a Jesús.

     

    La segunda parte del evangelio tiene lugar en la casa y Jesús pregunta de qué habían hablado los discípulos en el camino. Guardaron silencio porque su discusión era exactamente lo contrario a la propuesta de Jesús. Su interés estaba en quién ocuparía el primer lugar cuando Jesús tomara el poder. En la sociedad de la época, esta ambición era normal e incluso positiva. Sólo Jesús revela la profunda contradicción. Mientras él opta por el último lugar y toma las decisiones para vivir la entrega total de su vida, los discípulos discuten cómo conseguir el puesto más alto. Jesús es inflexible y dice que quien quiera ser el más importante debe ser el que sirva a los demás. En lugar de poder, la comunidad de Jesús sólo tendrá servicio.

     

    Los apóstoles Pedro y los demás eran las personas más importantes para las comunidades. Eran la referencia de la fe y la autoridad para las comunidades. Sin embargo, el evangelio no duda en criticarlos y decir que no entendieron nada de la propuesta de Jesús. ¿Acaso era para hacerles pensar que, aún en los años 70, los apóstoles seguían teniendo un modelo de Iglesia y Jesús otro?

     

    Jesús toma a un niño, lo pone en sus brazos, por lo que debe ser un niño pequeño y dice: “El que recibe a un niño así por mi nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Recibir a un niño pequeño es responsabilizarse de él. Es cuidar de él en todos los aspectos. Cualquiera que sea padre sabe lo que eso significa.

     

    No hace mucho, un joven que se preparaba para el ministerio sacerdotal estaba pasando por una crisis y acudió a un amigo casado para desahogarse. Y el amigo le escuchó, pero le contestó: Anoche me quedé toda la noche vigilando a mi hijo de dos años que tenía fiebre. Y ahora estoy hablando contigo aquí, pero mi mente está dividida y me preocupa que la fiebre no vuelva. ¿Crees que si estuvieras cuidando a alguien así, te angustiarían los problemas que me has contado?

     

    Para nosotros, en nuestras Iglesias, tenemos que ser más claros sobre quién es el Cristo que seguimos. Ya sea el Cristo que los apóstoles y sus comunidades tenían en mente cuando instituyeron el cristianismo como comunidades rituales y centradas en el poder, o el Cristo pobre y servicial del camino de la cruz que nos llama a vivir hoy la misma disposición de entrega y donación reinvirtiendo la cultura del mundo. En la historia, al instituir ministerios y entender estos ministerios como sagrados y provenientes del propio Jesús, ¿las Iglesias han ido más en la dirección de la comprensión mesiánica de Pedro y los discípulos o en la dirección del deseo original de Jesús?

     

    Ahora, en nuestros días, el Papa Francisco nos propone reflexionar y profundizar en la sinodalidad como camino normal de la Iglesia y como forma de ser discípulos de Jesús. ¿No sería ésta la forma real y concreta de vivir la llamada de Jesús al servicio y a la cruz? 

     

    Publicado por Religión Digital



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