A Debate | Consuelo Vélez/RD
¿Es la Biblia "Palabra
de Dios"?
Planteo esta
pregunta de si la Biblia es “Palabra de Dios” porque
últimamente he escuchado algunas afirmaciones que parecen relativizarla,
también porque mucha gente no cae en cuenta de lo que significaría esto
si lo creyéramos a fondo y, finalmente, porque otras personas
buscan “palabras de sabiduría” en muchos otros escritos fuera de la
tradición cristiana y, sin duda, les ayudan mucho para su vida.
Vayamos por
partes. En el primer caso, hay mucha gente que relativiza la palabra de Dios
porque está cansada de que se haya invocado tantas veces para mantener
doctrinas o leyes que más que ayudar a las personas, les ponen cargas
pesadas sobre sus hombros. Ante esto hay que reconocer que la interpretación
adecuada del texto bíblico es una conquista “relativamente” reciente y por eso
durante muchos siglos se leyó la Biblia de manera literal y se la
invocó para afirmar que Dios dice esto o aquello. Por supuesto la
ingenuidad o ignorancia sobre esa lectura literal es evidente. Por ejemplo, se
toma al pie de la letra que Jesús calmó la tempestad (Mt 8, 26) pero no se toma
al pie de la letra el que “si tu ojo es ocasión de pecado, arráncatelo” (Mt 5, 29).
Ya es
una afirmación aceptada por la Iglesia que la Biblia fue escrita mucho después
de que suceden los acontecimientos que allí se narran y no con la
intención de relatarnos detalles precisos de lo que allí pasó sino de testimoniar
la presencia de Dios a favor de su pueblo en esos acontecimientos que
se cuentan allí. Lo hacen con los géneros literarios de su tiempo y desde
las categorías y esquemas de su contexto. Por eso es imprescindible
utilizar los métodos exegéticos y hermenéuticos adecuados para
entender el texto. Ahora bien, aunque esa tarea es propia de los/as biblistas,
no significa que no se enseñe a todo el pueblo de Dios que para acercarse a
dicho texto hay que hacerse por lo menos dos preguntas básicas: ¿Qué quiso
decir el autor bíblico con ese texto en su contexto? ¿Qué dice ese
texto bíblico hoy para nosotros? Sin olvidar que las circunstancias
son distintas y que la biblia no es un recetario para aplicar
literalmente sino un horizonte de sentido para interpretar nuestro presente.
Es decir, lo
que es “Palabra de Dios” no es la literalidad del texto sino el
testimonio de fe que los autores/as sagrados nos han dejado en el texto bíblico -una
maravillosa mediación humana para mantener en el espacio y tiempo dicho
testimonio-. Por lo tanto, tienen razón aquellos que ya están cansados de
escuchar predicaciones bíblicas fundamentalistas o literales que no se
entienden para el hoy. Por eso es urgente una formación bíblica adecuada que
muestre que aquello es una deformación y que, bien interpretada, es palabra de
Dios en la medida que usando mediaciones humanas nos da testimonio de
cómo descubrir la presencia de Dios en nuestra historia.
En el segundo
caso, también es entendible que una tradición tan antigua se vaya
desgastando y, más si no se actualiza. Con lo cual, en cada Eucaristía
escuchamos al finalizar las lecturas que el lector dice: “Palabra de Dios” y el
pueblo responde: “Te alabamos Señor” o “Gloria a Ti, Señor” en el caso del
Evangelio. Pero se ha vuelto tan rutinario o se motiva tan poco esa lectura o
se explica tan mal esa palabra que la gente no permanece atenta o no
llega a “saborear” lo que eso significaría si lo creyéramos a fondo. No
estamos escuchando una palabra cualquiera sino una que nos hace posible que
sepamos cómo han entendido a Dios los que nos precedieron y cómo
podemos entenderlo nosotros hoy. Eso sí, con la humildad suficiente
de saber que lo que entendemos sobre Dios siempre es mucho menos de lo que Él
es y que como está mediado por nuestra comprensión, podemos matizarla
y señalar nuevos aspectos, en la medida que seguimos meditando sobre ella. En
este último sentido, si creyéramos que la Biblia es Palabra de Dios, la tarea
teológica se referiría mucho más a ella, no solo invocándola para “justificar”
alguna idea que decimos, sino para dejarnos sorprender y enriquecer con
lo que ella nos dice -ya que es una palabra viva, no muerta-.
Pero, como ya lo he dicho otras veces, muchas publicaciones teológicas y muchos
eventos académicos, adolecen de la perspectiva bíblica a la hora de presentar
sus reflexiones.
Finalmente, nuestro
mundo ya esta mucho más configurado con la pluralidad de expresiones culturales
y religiosas. De ahí que la cercanía con otras maneras de ver la vida, de
darle sentido, de enriquecer las comprensiones ya es una práctica adquirida. Y,
resulta una experiencia muy rica -como variada y polifacética es la vida
humana-, reconocer que toda la verdad o la manera de ver las cosas, no
la tenemos desde la tradición cristiana y que hay muchos libros de sabiduría
que nos ayudan y enriquecen. Pero dos observaciones sobre esto. La primera,
para los que somos cristianos ojalá que no perdamos la riqueza que
nuestra propia tradición nos regala y siga siendo fuente de sentido para
nuestra vida. La segunda, saber que con cualquier otro libro de
sabiduría hay que tener el mismo cuidado interpretativo que señalé para
la Biblia. A veces, veo tanta ingenuidad en los que nutren su vida con
otras tradiciones que creen que todo lo que leen es verdad absoluta.
Eso también puede revelar una ignorancia o ingenuidad total, admitiendo a veces
planteamientos que rayan con lo absurdo. Como toda mediación humana, cualquier
horizonte de sentido que se proponga, puede tener errores, manipulaciones,
intencionalidades que nos siempre son positivas. Ojalá que el discernimiento sea
siempre la actitud para acercarnos a todo libro de sabiduría, pero, a
los que nos ha constituido la tradición cristiana, sería muy importante, no
olvidar la profundidad de lo que creemos: en una mediación humana -bien
interpretada- Dios nos habla como un amigo y su palabra es viva y eficaz,
capaz de penetrar el alma y el espíritu y discernir los pensamientos y las
intenciones del corazón (Cf. Hb 4,12).
Publicado por Religión Digital
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