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¿Qué tanto escuchas a tus hijos?
Existe
una necesidad innegable de ser escuchados, la cual disimuladamente implora el
deseo de sentirnos valorados y apreciados por otros.
Asimismo,
cuando alguien nos escucha, sentimos una sensación liberadora que aminora los
problemas, pues el solo hecho de exteriorizar los sentimientos y desechar una
buena carga de ansiedad, hace que las ideas tomen claridad.
De
ahí la importancia de escuchar a los hijos, quienes se pueden comunicar por
muchas vías, no solo por la palabra. Tal como explica Francisco Gras en su blog
Escuela para Padres: “Los hijos continuamente están mandando mensajes de que
quieren y necesitan ser escuchados, no sólo ser oídos. Mensajes que suelen ser
enviados con el lenguaje corporal, con su comportamiento bueno o malo,
utilizando a otros integrantes de la familia, etc. Piden continuamente un tiempo
íntimo para poder preguntar, pues tienen demasiadas cosas para decir.”
Y
agrega: “Los padres tienen que emplear las técnicas adecuadas para fomentar la
escucha. A cualquier edad, los hijos tienen muchas cosas para decir y muy pocas
personas adecuadas a quienes decírselas y que quieran escucharlos. Los padres
tienen que intentar que los hijos no busquen sustitutos inadecuados para que los
escuchen. Tienen que estar en primera fila para cuando les necesiten, pero
mucho mejor sería, que fuera antes de que los necesiten.”
De
otro lado, no hay que menospreciar las dificultades de los pequeños, pues
olvidamos que los problemas toman la magnitud de quien los vive, por eso los
asuntos de los niños tienen un nivel de complejidad acorde a su edad. Hay que
evitar comentarios como: “no vale la pena”, “esos no son problemas”, “problemas
los de papá y mamá”.
Ahora
bien, es importante dejar claro que desde estas primeras edades estamos
abonando el terreno para una muy buena comunicación cuando ya sean pre o
adolescentes.
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conceptos para escuchar bien a los hijos
Cuántas
discusiones se podrían ahorrar si antes de regañar a los hijos y exaltarse ante
sus errores, primero se les dedicara unos minutos a escucharlos a saber lo que
sienten, lo que piensan, los que les atemoriza, lo que les alegra, lo que les
preocupa, lo que les pasa…
Escuchar
a los hijos es uno de los mejores actos que podemos hacer por su formación
integral; para lograrlo Francisco Gras -autor citado anteriormente y
colaborador de LaFamilia.info-, proporciona las siguientes pautas para hacer de
la escucha una maravillosa herramienta educativa en el desarrollo de los hijos:
1.
Comunicar a los hijos que los padres, a todas horas y bajo cualquier
circunstancia, siempre quieren y están dispuestos a escucharlos y de forma muy
positiva, para que se produzca un verdadero intercambio de sentimientos y no de
interrogatorios o monosílabos, que la mayoría de las veces quieren decir,
“déjame en paz y cállate”.
2.
Hacerles partícipes en los temas familiares, de las alegrías, penas,
discusiones, objetivos, planes, presupuestos, situación económica, etc. Esto
les acostumbrará a ir dando sus opiniones, a ser cada vez más abiertos a
darlas, y a los padres a tener que escucharlos por haberles preguntado.
3.
Demostrarles confianza al pedirles su opinión, y si es conveniente delegarles
responsabilidades y decisiones, procedentes de sus opiniones.
4.
Contarles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones, en las que ellos
estén implicados o no, para que vean que no es difícil expresar los
sentimientos, opiniones, alegrías, cansancios y dificultades y que se adquiere
una gran paz interior, cuando se comparten las cosas a su debido tiempo,
circunstancias y personas.
5.
Hablarles de que todos queremos ser escuchados, pero sin tener que ser juzgados
y sentenciados continuamente, por nuestros actos u opiniones. Si los hijos
tienen bien claro, que los vamos a escuchar sin juzgar, seguramente estarán más
dispuestos a hablar, que a quedarse callados. Los padres deben fomentar estas
situaciones, para escucharlos con mucha atención. Es muy bueno empezar desde
pequeños, con temas a su alcance mental, para crear costumbre.
6.
Ponerles más atención cuando hay algún problema grave, que pueda ser por un mal
comportamiento de los hijos, por un problema de los padres o de la familia en
conjunto. Hay que escucharlos muy atentamente, lo que quieren decir y cómo lo
quieren decir.
7.
No retrasarse en preguntar lo que haya que preguntar, aunque no quiera escuchar
lo que supuestamente va a escuchar. Es preferible ser un padre que escucha,
aunque duela, a ser un padre que ignora.
8.
Exija escuchar las explicaciones que los hijos deban darle, quieran o no
quieran, les guste o no les guste hacerlo. La autoridad paternal en materia
familiar, moral y social, no debe ser disminuida, excluida, anulada ni abolida
bajo ningún concepto y mucho menos, en función de lo que los padres tienen y
deben escuchar.
9.
Escuchen los cónyuges a los hijos, por separado o unidos, con la misma línea de
amor y de exigencia hacia ellos, principalmente en las normas transcendentales
de obligado cumplimiento personal, familiar, moral y social.
10.
Escuchen bien a los hijos, pero tengan mucho cuidado, si les tienden la trampa
de “divide y vencerás” o si ya conocen los puntos flacos de cada uno de los
cónyuges, y siempre se dirigen hacia el más débil, para conseguir lo que, con
el otro cónyuge, no conseguirían. Si fuera necesario, escuchen como hacen los
policías, haciendo uno de bueno y otro de malo, pero siempre unidos, por el
bien de los hijos.
11.
No tengan miedo de escuchar a sus hijos lo que tengan que decirles, pues como
padres, tienen que estar a las duras y a las maduras. No hay nada entre padres
e hijos, que con buena voluntad no pueda solucionarse. Las causas de los miedos
y sus efectos devastadores, suelen ser productos de las dudas, justificadas o
no. Pero los miedos la mayoría de las veces desaparecen, cuando se saben los
verdaderos motivos que los han causado.
12.
Dialogar con el lenguaje del silencio, suele ser muy efectivo. Muchas veces es
necesario escuchar, sin hablar, ni una sola palabra, dejando paso a que los
hijos se expliquen o desahoguen, sin interrumpirles en lo más mínimo. No se
preocupen si los hijos empiezan con un monólogo, poco a poco irán abriéndose
cada vez más, al pedir ellos mismos respuestas a sus preguntas.
13.
Tengan en cuenta que las palabras dichas de más, enredan las que se han dicho
justas, y las dichas de menos, confunden con lo que falta por decir.
14.
Olvídense del orgullo equivocado, que no sirve nada más, que para crear o
mantener enconos, pues los oídos de los padres, se han hecho para entender con
amor y son la puerta de los grandes abrazos.
15.
Tienen que aprender a perder un poco para ganar un mucho, aunque nada más oiga
medias respuestas.
16.
El secreto de saber escuchar bien, sirve para saber hablar bien.
17.
Por muy amargo que sea el tener que escuchar, la clase de veneno que han
elegido para suicidarse, poco a poco o muy deprisa, siempre se les podrá dar
soluciones u opciones, para salir de los infiernos que producen determinadas
adicciones.
18.
Si el tema que escuchan requiere una respuesta inmediata, y si esta es muy
grave o difícil, no duden en pedir un aplazamiento para estudiarla, consultarla
y armarla antes de decirla. Si la dicen con precipitación, a lo peor ya no
tiene remedio y se convierten en “esclavos de sus palabras y no, en dueños de
sus silencios”.
Publicado
por LaFamilia.info
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