Meditación | Pedro Barrado/VN
¿Cuál fue el milagro de la multiplicación de los panes y los
peces?
En
el ángelus del pasado 25 de julio, el papa Francisco comentó el relato del
milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Entre otras cosas afirmó
que “es curioso que en los relatos de la multiplicación de los panes presentes
en los evangelios no aparezca nunca el verbo ‘multiplicar’. Es más, los verbos
utilizados son de signo opuesto: ‘partir’, ‘dar’, ‘distribuir’ (cf. v. 11; Mt
14,19; Mc 6,41; Lc 9,16). Pero no se usa el verbo ‘multiplicar’. El verdadero
milagro, dice Jesús, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino
la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga
prodigios”.
El
milagro de la solidaridad
Esta explicación o interpretación va en una línea seguida por muchos intérpretes modernos, que hablan del “milagro de la solidaridad”: los presentes compartieron lo poco que llevaban y sobró. Ese fue el verdadero milagro. Si esto se entiende en clave “espiritual” –y solo en esa clave–, seguro que resulta de ayuda. Pero desde luego no vale como “explicación” del hecho en sí (cosa en la que supongo que el Papa no quiso entrar).
En
el volumen que J. P. Meier dedica a los milagros de Jesús en su monumental obra
‘Un judío marginal. II/2. Los milagros’ (Estella, Verbo Divino, 2000), se
analiza concienzudamente este milagro y se llega a la siguiente conclusión
(desde un punto de vista puramente histórico): “Es preciso admitir que nuestras
fuentes no nos permiten conocer los pormenores del acontecimiento, sobre todo
porque debemos contar con la influencia del milagro de Eliseo [2 Re 4,42-44] y
de la tradición de la última cena en la narración del relato durante los
subsiguientes decenios del cristianismo […] [Es] más probable que improbable
que en la base de los relatos evangélicos sobre la multiplicación de [los panes
y] los peces haya alguna memorable comida a base de pan y pescado […] celebrada
por Jesús, sus discípulos y una gran muchedumbre junto al mar de Galilea.
Determinar si en verdad sucedió un hecho milagroso no está al alcance del
historiador con los medios disponibles” (p. 1108).
Publicado
por Vida Nueva
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