Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc
«Los signos que Jesús realizó»
(Homilía
– 3er Domingo de Adviento (Ciclo A) | Lecturas: Isaías 35,1-6.10; Santiago
5,7-10; Mateo 11,2-11)
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy,
domingo de Gaudete, la Iglesia nos invita a alegrarnos porque «el Señor
está cerca». Las lecturas nos hablan de una esperanza que no defrauda, porque
se fundamenta en los signos concretos que Dios ha dado y sigue dando en la
historia. El centro de todo es Jesús: sus obras son la prueba irrefutable de
que el Reino de Dios ha llegado.
Aquí
van ocho puntos para nuestra reflexión:
1-
La profecía se hace carne
Isaías
anuncia un mundo transformado: el desierto florece, los ciegos ven, los sordos
oyen, los mudos gritan de júbilo y los cojos saltan como ciervos (Is
35,1-6). No es poesía romántica; es el programa del Mesías. Siglos después,
Jesús dirá a los discípulos de Juan: «Id a contarle a Juan lo que estáis
viendo y oyendo…» y citará literalmente esta profecía (Mt 11,4-5). Jesús no
trae una idea bonita; trae hechos que cumplen la Escritura al pie de la letra.
2- Jesús es la
respuesta a la duda de Juan
Juan
está en la cárcel y duda: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar
a otro?». Es una duda honesta, humana. Jesús no le regaña; le envía pruebas
concretas: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres… Todo lo que
Isaías soñó está ocurriendo delante de sus ojos. La fe no se alimenta de
sentimientos, sino de signos que se pueden ver y tocar.
3- Los signos
son para todos, especialmente para los más frágiles
Fíjense
en la lista de Jesús: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos y… ¡pobres!
El Evangelio se anuncia a los pobres. No es casualidad. Dios elige siempre
a los descartados para mostrar su poder. Donde la sociedad ve fracaso, Dios ve
el lugar privilegiado de su intervención. Hoy también sigue curando a los que
nadie cura y levantando a los que nadie levanta.
4- La alegría
del Adviento no es ingenua
Isaías
dice: «Se llenarán de gozo y alegría… huirán la tristeza y el gemido» (Is
35,10). Santiago nos pide paciencia «hasta la venida del Señor» (St
5,7). La alegría cristiana no niega el dolor, la enfermedad, la injusticia
o la cárcel de Juan Bautista. Pero sabe que todo eso tiene fecha de caducidad
porque Jesús ya venció al mal con sus signos y lo vencerá definitivamente
cuando vuelva.
5- Nosotros
somos ahora los signos
Jesús
ya no anda por los caminos de Galilea curando personalmente. Ahora somos
nosotros sus manos, sus pies, su voz. Cada vez que visitamos a un enfermo,
perdonamos a quien nos hirió, compartimos con el pobre o anunciamos esperanza a
quien está desesperado, estamos prolongando los signos de Jesús. El mundo sigue
necesitando ver para creer.
6- Paciencia
activa y comunitaria
Santiago
compara nuestra espera con la del agricultor (St 5,7). El agricultor no
se cruza de brazos: ara, siembra, abona, quita malas hierbas… Así debemos
esperar nosotros: trabajando por la justicia, fortaleciendo los lazos fraternos
y, sobre todo, «no murmurando unos contra otros» (St 5,9). La
murmuración es el veneno que destruye la comunidad que debe ser signo visible
del Reino.
7- Jesús nos
interpela personalmente
Al
final del Evangelio Jesús pregunta a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el
desierto?». Hoy nos lo pregunta a nosotros: ¿Qué hemos salido a buscar
este Adviento? ¿Un consuelo barato? ¿Una tradición más? ¿O al único que
puede cambiar de verdad nuestra vida y la historia? Él no defrauda a quien lo
busca de corazón.
8- El más
grande entre los nacidos de mujer… y sin embargo, el más pequeño en el Reino lo
supera
Jesús
hace el mayor elogio posible de Juan Bautista y, al mismo tiempo, dice que «el
más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él» (Mt 11,11). ¿Por
qué? Porque nosotros hemos visto cumplida la promesa. Nosotros hemos recibido
el Espíritu. Nosotros comemos y bebemos el Cuerpo y la Sangre del Resucitado.
¡Qué responsabilidad y qué alegría tan inmensa!
Hermanos,
los signos que Jesús realizó no son recuerdos del pasado. Son garantía del
futuro y llamada para el presente. Que este Adviento renovemos nuestra fe
mirando sus obras, imitando su misericordia y anunciando con nuestra vida que
el Señor está cerca.
¡Venga
tu Reino, Señor Jesús! Amén.


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