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    viernes, 12 de diciembre de 2025

    «Los signos que Jesús realizó»


    Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc

     


    «Los signos que Jesús realizó»

    (Homilía – 3er Domingo de Adviento (Ciclo A) | Lecturas: Isaías 35,1-6.10; Santiago 5,7-10; Mateo 11,2-11)

     

    Queridos hermanos y hermanas:

    Hoy, domingo de Gaudete, la Iglesia nos invita a alegrarnos porque «el Señor está cerca». Las lecturas nos hablan de una esperanza que no defrauda, porque se fundamenta en los signos concretos que Dios ha dado y sigue dando en la historia. El centro de todo es Jesús: sus obras son la prueba irrefutable de que el Reino de Dios ha llegado.

     

    Aquí van ocho puntos para nuestra reflexión:

    1- La profecía se hace carne

    Isaías anuncia un mundo transformado: el desierto florece, los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos gritan de júbilo y los cojos saltan como ciervos (Is 35,1-6). No es poesía romántica; es el programa del Mesías. Siglos después, Jesús dirá a los discípulos de Juan: «Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo…» y citará literalmente esta profecía (Mt 11,4-5). Jesús no trae una idea bonita; trae hechos que cumplen la Escritura al pie de la letra.

     

    2- Jesús es la respuesta a la duda de Juan

    Juan está en la cárcel y duda: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Es una duda honesta, humana. Jesús no le regaña; le envía pruebas concretas: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres… Todo lo que Isaías soñó está ocurriendo delante de sus ojos. La fe no se alimenta de sentimientos, sino de signos que se pueden ver y tocar.

     

    3- Los signos son para todos, especialmente para los más frágiles

    Fíjense en la lista de Jesús: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos y… ¡pobres! El Evangelio se anuncia a los pobres. No es casualidad. Dios elige siempre a los descartados para mostrar su poder. Donde la sociedad ve fracaso, Dios ve el lugar privilegiado de su intervención. Hoy también sigue curando a los que nadie cura y levantando a los que nadie levanta.

     

    4- La alegría del Adviento no es ingenua

    Isaías dice: «Se llenarán de gozo y alegría… huirán la tristeza y el gemido» (Is 35,10). Santiago nos pide paciencia «hasta la venida del Señor» (St 5,7). La alegría cristiana no niega el dolor, la enfermedad, la injusticia o la cárcel de Juan Bautista. Pero sabe que todo eso tiene fecha de caducidad porque Jesús ya venció al mal con sus signos y lo vencerá definitivamente cuando vuelva.

     

    5- Nosotros somos ahora los signos

    Jesús ya no anda por los caminos de Galilea curando personalmente. Ahora somos nosotros sus manos, sus pies, su voz. Cada vez que visitamos a un enfermo, perdonamos a quien nos hirió, compartimos con el pobre o anunciamos esperanza a quien está desesperado, estamos prolongando los signos de Jesús. El mundo sigue necesitando ver para creer.

     

    6- Paciencia activa y comunitaria

    Santiago compara nuestra espera con la del agricultor (St 5,7). El agricultor no se cruza de brazos: ara, siembra, abona, quita malas hierbas… Así debemos esperar nosotros: trabajando por la justicia, fortaleciendo los lazos fraternos y, sobre todo, «no murmurando unos contra otros» (St 5,9). La murmuración es el veneno que destruye la comunidad que debe ser signo visible del Reino.

     

    7- Jesús nos interpela personalmente

    Al final del Evangelio Jesús pregunta a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto?». Hoy nos lo pregunta a nosotros: ¿Qué hemos salido a buscar este Adviento? ¿Un consuelo barato? ¿Una tradición más? ¿O al único que puede cambiar de verdad nuestra vida y la historia? Él no defrauda a quien lo busca de corazón.


    8- El más grande entre los nacidos de mujer… y sin embargo,  el más pequeño en el Reino lo supera

    Jesús hace el mayor elogio posible de Juan Bautista y, al mismo tiempo, dice que «el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él» (Mt 11,11). ¿Por qué? Porque nosotros hemos visto cumplida la promesa. Nosotros hemos recibido el Espíritu. Nosotros comemos y bebemos el Cuerpo y la Sangre del Resucitado. ¡Qué responsabilidad y qué alegría tan inmensa!

     

    Hermanos, los signos que Jesús realizó no son recuerdos del pasado. Son garantía del futuro y llamada para el presente. Que este Adviento renovemos nuestra fe mirando sus obras, imitando su misericordia y anunciando con nuestra vida que el Señor está cerca.

     

    ¡Venga tu Reino, Señor Jesús! Amén.






     

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