• Noticias

    jueves, 11 de diciembre de 2025

    Desde Senasa hasta el agua bendita


    Religión, ser humano | Mons. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera*

     


    Desde Senasa hasta el agua bendita

     

    No sanaremos nuestra nación solo con fiscales y leyes, aunque son imprescindibles. Sanaremos cuando entendamos que la integridad no es opcional

     

    "La corrupción en nuestras instituciones no es un accidente; es la versión burocratizada y a gran escala de la mentira del agua bendita", describe Monseñor Alfredo de la Cruz Baldera.

     

    Como sacerdote, uno se convierte en un observador privilegiado —y a veces doloroso— de la conducta humana. Desde el altar, no solo se ve la fe del pueblo, sino también las grietas de nuestra idiosincrasia. Hay una escena que se repite y que, confieso, siempre me ha perturbado como lo hacen muchos pecados graves: el momento de la aspersión.

     

    Durante algunos actos litúrgicos que tienen un momento de aspersión, paso por los bancos rociando el agua bendita. Veo cómo las gotas caen sobre los fieles, empapando frentes y vestimentas. Sin embargo, segundos después, veo a personas que se cambian de fila, se acercan al pasillo y me reclaman con urgencia: “Monseñor, a mí no me cayó, usted no me ha echado el agua”. Lo dicen mirándome a los ojos, mientras el agua les corre por el rostro. Su propia cara mojada las delata, pero la mentira sale de su boca con una naturalidad espantosa.


    Esta anécdota, aparentemente trivial, es el espejo donde debemos mirarnos para entender los grandes escándalos de corrupción que sacuden al país, llámese el caso SENASA, operaciones Antipulpo, Medusa o cualquier otro entramado de corrupción administrativa. Lo que sucede en el banco de la iglesia y lo que sucede en el despacho público no son hechos aislados; son frutos del mismo árbol.

     

    Empecemos por no mentir en lo poco, para poder ser fieles en lo mucho (Lc 16,10).

     

    En la República Dominicana hemos institucionalizado una pedagogía peligrosa desde la infancia: la cultura del “tíguere”. Aprendemos muy temprano que ser honesto es sinónimo de ser “pendejo” o “pariguayo”. Aprendemos que el sistema no premia al que hace la fila, sino al que se “la busca”, al que se “engancha”, al que encuentra la brecha para sacar ventaja.

     

    Final del formulario

    Cuando aquel feligrés me miente con la cara mojada, no lo hace por maldad pura, sino por una avaricia espiritual mal entendida. Quiere más agua, quiere asegurar su porción, quiere acaparar la gracia como si fuera una mercancía, y no le importa mentirle a la autoridad sagrada para conseguirlo.

     

    ¿No es esta la misma lógica del funcionario que, teniendo un buen salario, inventa viáticos, abulta nóminas o desvía recursos destinados a la salud de los más pobres?

     

    La corrupción en nuestras instituciones no es un accidente; es la versión burocratizada y a gran escala de la mentira del agua bendita. Si un ciudadano es capaz de mentir ante Dios por unas gotas de agua —que de nada le sirven si el corazón está seco—, ¿qué freno moral tendrá ese mismo ciudadano cuando tenga frente a sí la posibilidad de enriquecerse con el presupuesto nacional?

     

    El problema de fondo es que hemos disociado la fe de la ética y la astucia de la verdad. Hemos creado una sociedad de “vivos” donde la verdad es un obstáculo a sortear. El caso de SENASA y tantos otros nos duelen, pero nos sorprenden hipócritamente. Esos funcionarios no vinieron de Marte; salieron de nuestras escuelas, de nuestros barrios y, sí, también de nuestras iglesias y denominaciones religiosas. Son hijos de una sociedad que celebra el “buscársela” a cualquier precio.

     

    Lo que sucede en el banco de la iglesia y lo que sucede en el despacho público no son hechos aislados; son frutos del mismo árbol.

     

    No sanaremos nuestra nación solo con fiscales y leyes, aunque son imprescindibles. Sanaremos cuando entendamos que la integridad no es opcional. Mientras sigamos criando hijos para que sean “tígueres” en lugar de ciudadanos justos, seguiremos teniendo filas de gente con el rostro mojado jurando que están secos, y oficinas llenas de gente jurando que sirven al pueblo mientras se sirven a sí mismos.

     

    La honestidad debe dejar de ser un acto heroico para convertirse en un hábito cotidiano. Empecemos por no mentir en lo poco, para poder ser fieles en lo mucho (Lc 16,10).

     

    *Mons. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera nació el 5 de julio de 1961 en la ciudad de San Francisco de Macorís. Para su formación sacerdotal, en 1977 fue enviado al Seminario Menor Santo Cura de Ars de la Diócesis de La Vega. Luego, en 1981, fue enviado al Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino (SPSTA) de la Arquidiócesis de Santo Domingo. En 1985 se trasladó a Alemania…

     

    Acento.com.do 






    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...

    Para Vivir Mejor


    Entradas Recientes



    La Familia


    Amigo del Hogar | Revista

    Orientada esencialmente a la familia desde una visión humano-cristiana, la Revista Amigo del Hogar nace en el año 1942, como obra evangelizadora de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).

    ¿Quiénes Somos?

    Somos una comunidad religiosa fundada por el P. Julio Chevalier en el año 1854, en Issoudun, Francia. El proyecto al que buscamos ser fieles es, desde el Corazón misericordioso de Jesús, anunciar el amor de Dios al mundo.

    Temas de Salud


    Entradas populares