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    viernes, 5 de diciembre de 2025

    Una voz grita en el desierto


    Nuestra Fe | P. Ciprián Hilario, msc

     


    Una voz grita en el desierto

    (Homilía 7 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento 2025– Ciclo A / lecturas: Isaías 11,1-10. Salmo 71,1-17. Romanos 15,4-9. Mateo 3,1-12)

     

    Hermanos y hermanas:

    ¡Qué hermosa y exigente Palabra nos regala la Iglesia en este segundo domingo de Adviento!

     

    Tres voces resuenan con fuerza: la voz del profeta Isaías, la voz de Juan Bautista y, por encima de todas, la voz del Espíritu que hoy nos grita a nosotros: «¡Prepárenle el camino al Señor!».

     

    Una visión de paz que parece imposible

    Isaías nos presenta un mundo totalmente renovado: el lobo y el cordero pastan juntos, el león come paja como el buey, y un niño pequeño puede jugar sobre la madriguera de una serpiente sin que le pase nada.

     

    ¿Quién no desea esa paz? Sin embargo, miramos a nuestro alrededor: guerras, violencia doméstica, odios en las redes sociales, divisiones en las familias, rencores que arrastramos años…

     

    Y el profeta nos dice que esa paz no es una utopía lejana: comienza cuando «la tierra esté llena del conocimiento del Señor».

     

    Conocer al Señor no es tener ideas sobre Dios; es experimentar que Él es amor, misericordia y justicia. Solo quien se deja llenar de ese conocimiento puede empezar a vivir ya, aquí y ahora, esa paz que parece imposible.

     

    La voz que clama en el desierto

    Y llega Juan Bautista, rudo, directo, sin pelos en la lengua: «¡Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos!».

     

    No dice: «Arreglen un poquito su vida». Dice: «¡Conviértanse!». Es decir: den un giro radical, cambien de mentalidad, cambien de rumbo.

     

    Y la prueba de esa conversión no son palabras bonitas, sino frutos concretos: «Hagan ver con obras su conversión».

     

    -                     ¿Qué frutos está pidiendo el Señor hoy a esta comunidad?

    -                     ¿Qué «valles» de orgullo hay que rebajar en mi vida?

    -                     ¿Qué «montañas» de egoísmo hay que allanar?

    -                     ¿Qué caminos torcidos de mentira, de pereza espiritual, de relaciones rotas hay que enderezar?

     

    El Adviento no es nostalgia, es urgencia

    A veces vivimos el Adviento como una época «bonita», de luces y villancicos. Pero la liturgia de hoy nos sacude: el Adviento es tiempo de urgencia santa.

     

    Jesús viene. Ya está cerca. Y nos encuentra tal como estamos.

     

    No nos pide estar perfectos para cuando llegue Navidad; nos pide que empecemos hoy a prepararle el camino.

     

    San Pablo nos da la clave en la segunda lectura: «Acójanse mutuamente como Cristo los acogió a ustedes».

     

    ¡Qué programa de Adviento más concreto!

    -                     Acoger al que piensa distinto en la familia.

    -                     Acoger al compañero de trabajo que me cae mal.

    -                     Acoger al migrante, al pobre, al que nadie invita a la mesa.

    -                     Acoger incluso a quien me ha hecho daño (¡eso sí que es rebajar montañas y enderezar caminos!).

     

    Conclusión: una pregunta para llevar a casa

    Hermanos, en esta Eucaristía el Señor viene a nosotros de manera real y verdadera en la Palabra y en la Eucaristía.

     

    Antes de comulgar, hagámonos esta pregunta que Juan Bautista nos lanza hoy con fuerza:

    «¿Qué debo hacer yo concretamente esta semana para preparar el camino del Señor?»

     

    Que María, la mujer del «sí» valiente y del Adviento perfecto, nos ayude a responder con generosidad.

     

    ¡Que así sea! Amén.






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