Para vivir mejor | Dra. Miguelina Justo
La
donación de órganos y la espera de un milagro
En ocasiones la fe puede ser el mayor
obstáculo para un milagro. Parece
difícil de creer, pero fue justo lo que ocurrió aquel triste día de primavera
en un hospital de la República Dominicana.
Antonia, una joven energética y entusiasta, había sufrido un accidente
de tránsito. Cuando fue trasladada al
hospital, los médicos le comunicaron a la familia que el cerebro de Antonia
había dejado de funcionar y que ya no respondía a ningún estímulo, había
sufrido una muerte encefálica. Ningún
tratamiento podía ayudarla. Unos aparatos especializados mantenían
artificialmente la respiración y el latido cardiaco pero, como su cerebro había
muerto, el resto de sus órganos dejaría de funcionar en muy poco tiempo.
Los familiares y amigos de Antonia
estaban destrozados. Entre llantos,
rogaban por un milagro, sin embargo, no fueron capaces de recibir aquel milagro
que se les propondría. Dos doctores se acercaron al grupo que se había
aglomerado tras la puerta de cristal.
Pidieron conversar con los padres de Antonia. Con voz pausada y sereno semblante, se
dirigieron a ellos, conscientes del terrible momento por el cual atravesaban,
les pidieron considerar la posibilidad de donar los órganos que aún vivían en
el cuerpo de su hija. Ambos se negaron.
La ley que rige la donación de órganos y tejidos de la República Dominicana
determina que, en el caso de personas fallecidas, solo los familiares pueden
autorizar la donación, sin este consentimiento no es posible la extracción, a
menos que la persona haya dejado constancia de su negativa. Los padres de Antonia afirmaron que no
perdían la esperanza de que su hija se recuperara. El resto de los familiares estuvo de acuerdo,
los órganos no serían donados. “No se
puede perder la fe”, “Hay que seguir orando”, “Dios puede hacer un milagro”,
decían. El milagro ya no se realizaría. Dentro de unas horas, el riñón que esperaba
José para recuperar la salud, dejaría de funcionar en el cuerpo de Antonia, así
como el páncreas que espera don Carlos, el hígado que aguardaba Matilda y el
corazón que añoraba Raquel. Las córneas que le habrían devuelto la vista a
Manuela, serían enterradas, también.
Estas situaciones extremas pueden ayudar
a revelar las imágenes que se tienen de Dios y de la participación del ser
humano en la construcción de su propia historia, permiten mostrar cómo se
define el “milagro'' y para quién se pide ¿Es Dios un mago que dispone del
destino del mundo con una varita mágica?, tal como reflexiona Moore
(2020). ¿O es aquel ser todopoderoso que
solo espera de ruegos y plegarias para actuar?
¿Cuál es el rol del ser humano frente al dolor y al sufrimiento? ¿Le toca convencer a Dios, persuadirlo? ¿Es
consciente el hombre, la mujer de hoy del poder que se ha depositado en sus
manos? ¿Cómo encontrar al Dios-milagro
entre tantas imágenes que lo han deformado en un dios-milagrero? ¿Qué es un
milagro? Conviene seguir reflexionando sobre estas preguntas y sobre otras más
que surgen en el camino. Quienes esperan por un trasplante de órganos, también
ruegan por un milagro, ¿a quién le toca hacerlo posible? ¿Dios con su vara o el
hombre y la mujer con su voluntad?
La espera de un milagro es solo una de
las razones que pueden motivar a una familia a negarse a la donación de
órganos, otras son: el rechazo de los criterios de muerte cerebral, así como la
inseguridad respecto al diagnóstico mismo, la falta de confianza en el sistema,
que alimenta el miedo al comercio de órganos y al destino desconocido de los
órganos, creencias religiosas, desconocimiento de los deseos de la persona
fallecida respecto a la donación, miedo a la objeción de otros miembros de la
familia, creencia en la integridad corporal después de la muerte. Mientras
estas razones toman vida, miles de personas mueren y otras malviven. La donación de órganos es una oportunidad, en
ocasiones la única, para que miles puedan vivir, es el milagro que esperan.
Hay un largo camino por recorrer para
hacer de la donación de órganos la norma y no la excepción altruista. Aunque la doctrina de la Iglesia Católica
considera el don gratuito de órganos como un acto legítimo y hasta meritorio, hay feligreses que aún no apoyan
esta práctica. Una mezcla fatídica de
falta de información con una fe todavía por madurar lo hacen posible.
Abramos
el corazón y los ojos a los milagros que están en nuestras manos
posibilitar. La donación de órganos es
una prueba de que un Dios milagroso, poderoso, lleno de amor y de misericordia
escucha nuestros ruegos. ¿Podemos escucharlo?
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