Nuestra Fe | José Román Flecha Andrés/RE
Los sueños de José
Es
una delicia oír que en algunos lugares lo llaman «el Señor San José». Antes de
terminar el año jubilar, nos detenemos a evocar los sueños que guiaron la vida
y la misión de este sencillo artesano, descendiente de la estirpe real de
David.
1.Aún
no vivían juntos. Pero María estaba desposada con José cuando se comenzó a
hablar de su próxima maternidad. José se hizo mil preguntas. Pero en sueños el
ángel del Señor le explicó la presencia del Espíritu sobre su esposa. Él sabía
que el Espíritu era el principio de la vida y el impulsor de los elegidos por
Dios. Y eso significaba la revelación.
José
comprendió que había de conferir al Niño los derechos del linaje mesiánico. Y
le impuso el nombre de Jesús, que significa «El Señor salva». Tal vez se
parecería al antiguo Josué, el guía que con el mismo nombre había introducido a
Israel en la tierra de las promesas.
2.
Con la llegada de los Magos de oriente llegó también el temor. De nuevo el
ángel del Señor le habló en sueños para decirle que tomara al niño y a su madre
y fuera a buscar refugio en Egipto, porque Herodes buscaba al Niño para
matarlo.
Todo
indicaba que aquel Niño resultaba molesto a los poderes de su tiempo. Apenas
nacido, su vida era ya discutida. Evidentemente, aquel niño estaba llamado a
repetir la peripecia del exilio de su pueblo. Pero Dios velaba por Jesús.
3.
Muerto Herodes, el ángel del Señor de nuevo se apareció en sueños a José en la
tierra de Egipto. Esta vez le indicó que regresara con el Niño y con su madre a
la tierra de Israel.
Pero
el sucesor de Herodes era violento como su padre. Y avisado de nuevo en sueños,
José se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en Nazaret, para que se
cumpliese el oráculo de los profetas: «Será llamado Nazareno».
4.
José hizo de Jesús un carpintero como él. Así lo presenta Felipe a Natanael:
«Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y también los
profetas: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret».
Ante
opiniones que no reconocen a Jesús como humano, el evangelista evoca su
filiación y su lugar de origen. José es una prueba de la humanidad del que se
presentaba como el Camino, la Verdad y la Vida.
5.
Jesús volvió un día a su aldea. Enseñaba el sábado en su sinagoga de tal manera
que sus vecinos preguntaban admirados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría
y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero?»
El
Señor San José ha pasado en silencio por los evangelios. Es solo un creyente
que acoge el querer de Dios, que se admira ante la presencia del misterio en su
Hijo, que le pasa la herencia de David y la raíz de humanidad que él ha querido
abrazar para siempre. Le bastaba prestar atención a los sueños.
Publicado
por Revista Ecclesia
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