Actualidad | Melania Emeterio R.
La frustración en el desistimiento de la denuncia
En materia de
violencia intrafamiliar y violencia hacia la mujer no existen casos pequeños o
intrascendentes. Todos son significativos, pues en cada caso está mediando la
subestimación de la dignidad de la mujer, y el uso de la fuerza para vencerla.
No está demás, recordar que esto constituye un problema fundamental en el país,
que produce muerte, sufrimiento, deficiencias emocionales, y muchos gastos en
el presupuesto nacional. Por el peso de la cultura y la acumulación de miedos,
esta violencia no se denuncia ni en forma aproximada a la frecuencia con
que se produce. Por razones como esta, es que resulta tan frustratorio
cuando una mujer maltratada retira la denuncia que, con motivos más que
suficientes, había colocado ante el Ministerio Público.
Vale la pena
indagar cuáles son las estadísticas del número de mujeres violentadas que,
luego de poner una denuncia contra un agresor, desisten de seguir con el caso.
Esta es una práctica muy empleada, pero poco saludable. Aunque no se tenga el
dato preciso se presume que son muchas las mujeres que incurren en esa mala
práctica. En el pasado año la señora María Isabel denunció, por abuso sexual,
al señor Faña, un alto funcionario del Instituto Agrario Dominicano. La
ciudadanía quedó impactada con los detalles que ella misma dio sobre el caso,
por lo que no solo la apoyó y compadeció, sino que pidió castigo para su
agresor, pero de repente ella desistió de la acusación sin tomar en cuenta a la
justicia, y a un conglomerado social estremecido con su causa.
Finalizando el
mes de enero del presente año otro caso, muy sonoro de violencia de género,
ocurrió en la provincia de Baní, ocupando la atención del país. Por un
asunto de choque entre una pasola y una yipeta, la mujer de la moto recibió
varias golpizas, y finalmente una bofetada que la dejó inconsciente en el
suelo. El video, mostrando esa violencia tan desproporcionada, recorrió el
mundo, y casi de inmediato se le colocó a este hombre el mote de EL ABUSADOR DE
BANI. ¿A cuántas les habrá hecho lo mismo (y lo seguirá haciendo)? No sabemos.
El fue declarado prófugo, y luego apresado a los 11 días.
Si el caso de
Faña y María Isabel produjo un impacto de largo alcance, el de Francia y EL
ABUSADOR DE BANI rompió todos los parámetros de impacto y de solidaridad hacia
la víctima, pero esta, olvidándose de ella misma, y sin mostrar deuda de
gratitud, retiró la querella contra su agresor decepcionando a toda la sociedad
y las instituciones comprometidas con el caso. Decisiones como esta, que casi
todo el mundo lamenta, parecerían un acto mecánico y marginal, pero no lo es al
menos para quienes ya tienen estudiado estos comportamientos.
Las razones
por las que una mujer desiste de acusar a su agresor no nacen
necesariamente de su fuero interior sino de las mediaciones externas:
familiares del victimario (y los de ella misma) son quienes la seducen y
ablandan para que cambie su postura inicial contra el victimario. También
inciden las amenazas del hombre que, aunque esté detenido o fugitivo
infunde temor en ella. Además de estos sectores mencionados, hay otro que
es el más fuerte: Los abogados, pues estas son personas que manejan
técnicamente el recurso de la persuasión y de los aspectos jurídicos de estos
casos. Ellos más que nadie, saben lavar el cerebro de una mujer que ya tiene
experiencia de inseguridad, miedo y de terror. Con todos esos monstruos
asediándola, fácilmente la mujer cede, pues así acorraladas, muchas mujeres van
perdiendo la conciencia de que como víctimas tienen derechos, pero sucumben.
Estos
desistimientos o echadas para atrás de las mujeres ya violentadas, han derivado
en muchos beneficios económicos para abogados y abogadas que presionan
para que se hagan esas negociaciones donde lo que menos cuenta es la mujer
maltrata y la persecución del delito. ¿Desconocen estas personas los propósitos
de la ley 24-97. Contra la violencia intrafamiliar y violencia hacia la mujer?
Puede decirse que en el país casi todo el mundo conoce lo que esa ley prohíbe y
castiga, saben que es una ley de protección de la mujer fuera y dentro de la
familia. Estos comportamientos recurrentes de los abogados y abogadas indican
la necesidad de algún otro recurso legal que sirva para acorazar, frente a
ellos, a la mujer maltratada.
Ante decisión
de no seguir el caso, y salvar al victimario, queda el recurso
de que, al ser un caso de orden público, la justicia puede seguir con la acción
penal. Por eso hay que felicitar a la justicia de Baní y el Ministerio Público
que, a pesar de ausencia de la agraviada, se impuso medida de coerción al
ABUSADOR DE BANI quien seguramente pensó que iba a dormir tranquilo en su casa.
Igual el pasado año María Isabel retiró la denuncia pero la justicia se mantuvo
firme y el caso continuo. Faña perdió su trabajo, y duró varios meses en prisión:
una gran lección, pero nunca es igual si la víctima se mantiene activa, pues
ella mueve el interés de la justicia, y la sociedad puede estar más pendiente
del resultado final.
El caso del
ABUSADOR DE BANI mantuvo en tensión a la Policía Nacional, tildada de
negligente al no conseguir más rápido al prófugo. En tensión, y por
la misma causa estuvo la justicia de Baní, pues se pensaba que
alguien lo estaba protegiendo, igual tensión hubo en el Ministerio de la Mujer,
apoderado del caso, y protegiendo a la víctima en una casa de acogida. De este
caso se espera que, una vez consumado el tiempo de la medida de coerción, por
el mes de abril quizá, la justicia aplique la pena de conformidad con lo que
acuerda la ley 24-97, y no como en el caso de Faña que solo duró algunos meses.
Se está a la espera de mejores señales de parte de la justicia dominicana.
En lo adelante
ojalá que, no muy dilatado, se legisle o resolute para que hayan consecuencias
contra mujeres que echan por el suelo los esfuerzos de la justica y retiran las
denuncias contra su agresor. Cuando a esto se le busque un bajadero legal, los
familiares, abogados y las abogadas que se prestan a empujar a la mujer a una
negociación, luego de ella ser tan severamente agredida, lo pensarán mucho mejor.
No tomar medidas en ese sentido equivale a considerar a la mujer como una menor
emancipada que no sabe lo que hace, ni lo que quiere, y eso no le conviene a la
mujer, ni mucho menos a la lucha que por ella se ha librado. Hay que seguir
dando ejemplos.
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