Actualidad mundial | José I. González Faus/RD
Adiós, planeta... ¿adiós?
El
título no significa que puedo irme pronto (eso se da por descontado), sino
quizá es el planeta el que se nos despide antes de lo previsto. Más que una
despedida quiere ser un lamento.
Normalmente
los gritos de alarma o los avisos de peligros muy graves suele tomarlos la
gente como “jeremiadas” o anuncios de Casandra (única que predijo la derrota de
Troya sin que nadie le hiciera caso). El hecho es que, cuando nos dicen que hoy
podríamos estar ante otra caída, más mortal y más global que la de Jerusalén o
la de Troya, nos limitamos a subir el volumen de nuestras orquestas para poder
seguir “bailando tranquilamente sobre la cubierta del Titanic”. Esa frase no es
mía, pero me parece una descripción muy gráfica de lo que puede ser nuestro
momento histórico.
Veamos.
Aunque a Putin no le hayan salido las cosas a su gusto, Occidente parece estar
fracasando en la guerra de Ucrania: ni ha conseguido la ayuda de todo el Sur,
incluso de sus aliados árabes, ni parece que Ucrania podrá resistir una guerra
muy larga. Llevar a Putin ante un tribunal internacional (¡que EEUU no
reconoce!) implicaría llevar también a EEUU ante ese mismo tribunal por la
masacre de Irak, que fue tan “injustificada y brutal” como la de Ucrania, como
acaba de reconocer el mismo G. Bush, aunque no sepamos si sus palabras fueron
un lapsus inconsciente, o una tardía confesión deliberada.
La
entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN es una calamidad (fruto de esas
cegueras del miedo) que nos vuelve a la antigua situación de guerra fría, por
más que la OTAN la célebre insensatamente. Las sanciones impuestas a Rusia
están haciéndonos más daño a los ciudadanos de la Europa occidental que a los rusos:
porque estos ya están acostumbrados a pasarlo mal, mientras que nosotros, como
nos alteren un grado el aire acondicionado, parece que ya no podemos soportar
tanta molestia. Y si todo esto va llevando a una prolongación de la guerra y
acabamos llegando a una tercera guerra mundial, con armas atómicas en ambas
partes…, prefiero no seguir pensando. Pero “científicamente hablando”, hay que
reconocer que esa es una amenaza sólidamente probable.
Creemos
que los rusos están peor porque están sometidos a una desinformación total por
la censura política. Es cierto; pero no nos damos cuenta de que nosotros
estamos sometidos a una censura parecida y más sutil, que no proviene de los
poderes políticos sino de los mediáticos: no se prohíbe nada, por supuesto.
Pero se guisa y se escatima todo, según los intereses del sistema.
Por
otro lado, la ocupación con la guerra ha llevado a un abandono casi total de
nuestra preocupación por el planeta que ya era bastante irresponsable (la
describí una vez como “tratar el cáncer con paracetamoles”). Hace poco, un
grupo de científicos ha lanzado un manifiesto muy serio denunciando que el
planeta está cada vez más enfermo, que no cumplimos ninguno de los objetivos
propuestos, que el calentamiento se acentúa y que es urgente modificar casi
todos nuestros parámetros de conducta. Esas cosas podemos permitirnos incluso
publicarlas un día (¡faltaría más! ¡Con el respeto que tenemos nosotros de la
libertad de expresión!). Pero al día siguiente se entierran, y se cumple
aquella máxima tan sabia de que “nada hay más viejo que el diario de ayer”.
Prometemos que “mañana mismo” atenderemos a esa advertencia y luego cumplimos
el sabio verso de Lope de Vega: “siempre mañana y nunca mañanamos”. Y además
hacemos bien: porque ya sabemos que la democracia es una cuestión de mayorías,
y que todas esas advertencias son minoritarias; y el gobernante que intente un
programa ecológico radical perderá las próximas elecciones.
Pero,
otra vez: todos esos peligros no son puras fantasías o imaginaciones, sino
amenazas sólidamente probables desde el punto de vista científico.
Esos
creo que son los datos. La pregunta que queda es cuál será nuestra reacción si
un día esas serias probabilidades pasan a ser realidades. Por un lado, un
grupito criminal repetirá tranquilamente las conductas que viene denunciando
Oxfam y que ya no sé si calificar de “Putinianas” o de “Otanianas”: “los diez hombres
más ricos del mundo duplicaron su fortuna durante la pandemia”; durante la
covid, “cada día ha habido un milmillonario más y varios miles de hambrientos más”
… Otro grupo mucho mayor, echará la culpa a Dios (aunque no crea en Él), porque
no puede concebir otra explicación de lo que ha ocurrido. Muchos otros buscarán
desesperadamente una salida individual para ellos solos, sin lograr
encontrarla. Otros creerán oír la voz de Dios que grita como en el libro del
Génesis: “Adán ¿dónde estás?” … Y quizás a unos pocos les pasará como al
profeta Jeremías: que después de haber anunciado desesperadamente, contra la
incredulidad y las protestas de casi todos, la próxima caída de Jerusalén,
cuando se produjo por fin esa caída, lloraba desesperadamente con más dolor que
nadie…
Por
mi parte, “solo le pido a Dios” … como cantaba Mercedes Sosa. Sólo le pido a
Dios que todo esto sean chocheces de viejo.
Publicado por Religión Digital
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