La Familia | Dr. Alvaro Susin Cruz
Pautas para una educación sexual
Hoy nos encontramos en bastantes ocasiones en que se excluye a la
sexualidad del compromiso total de la persona, de los valores éticos del amor y
la fidelidad. Esto se refleja en la actual polémica a propósito de la educación
sexual que se quiere impartir en los centros educativos públicos de muchos
países. Las siguientes ideas, muchas de ellas procedentes del Dr. López
Quintas*, nos ayudarán a tener un sentido correcto del tema.
1. No basta con información sexual
Impartir información sexual sin acompañarla de formación para el amor
puede ser contraproducente. La educación integral no se conforma con lo
intelectual, debe abrirse a la voluntad, a los sentimientos, a los valores. Lo
contrario es como enseñar a conducir un carro a un chico, sin enseñarle las
normas de tránsito, lo gratificante que resulta conducir bien y los peligros
que existen. O de otro modo, como si quisiéramos forjar un buen futbolista a
base de charlas, videos, sin entrenarle en el esfuerzo, en la lucha, en la
superación.
La educación sexual nunca debe convertirse en una especie de información
obsesiva que llene la mente del niño o del adolescente, como un incentivo que
desate su curiosidad y le lleve a realizar actos sexuales. La mera explicación
de cómo se obtienen sensaciones placenteras puede constituir una incitación al
erotismo. No forma para el amor, deforma. Lanza por una vía contraria al
auténtico amor.
Las consecuencias de esta actitud pedagógica van a ser muy negativas:
embarazos en adolescentes, abortos, madres solteras y desequilibrios
psicológicos a muy temprana edad, enfermedades de transmisión sexual. Los que
alegremente abren los caños se quejarán luego de las inundaciones.
2. Educar hacia la realización plena
La meta principal de la educación no es imponer preceptos a la persona
humana, sino invitarle a ser persona en plenitud. Educar la sexualidad equivale
a educar en el amor hacia el otro. Educar al hombre entero y revisar las
estructuras de egoísmo y de mentira que convierten al hombre en un
instrumentalizador de sus hermanos y que terminan por hacer de la sexualidad un
objeto más para el consumo.
La formación para el amor es formación para la libertad, para la
capacidad de ser auténticamente libres en el ejercicio de la sexualidad. «Ama y
haz lo que quieras» (San Agustín). Estamos llamados a la libertad, pero no con
el pretexto de buscar gratificaciones, sino para poder amar. La libertad en el
amor debemos de conquistarla con esfuerzo, el esfuerzo que exige no
acostumbrarse a elegir en virtud de nuestras apetencias de cada momento, sino
en virtud del ideal que nos hemos propuesto. La droga, el sexo sin amor, te
ofrecen todo sin pedirte nada a cambio y, por último, conducen a la nada o al
hastío; sin embargo, el amor auténtico, te ofrece todo exigiéndote todo y,
después, te lo concede todo, te da la felicidad plena. El amor verdadero se
traduce en un gozo interior que es promesa de futuro y necesidad de compartir
la vida, arriesgándola…
3. Aspirar a valores más altos supone renuncias
Lo agradable encierra un valor, pero no el más alto. La amistad, el
amor, por ejemplo, presentan una excelencia mayor. Y para conseguir el valor
más alto hay que renunciar con frecuencia al valor más bajo. Por eso, conviene
no apegarse al valor de lo agradable, ya que tal apego nos quita libertad para
supeditarlo al logro de valores más altos.
Convertirse al amor auténtico y, por tanto, adquirir la plenitud humana,
supone aceptar que el otro sea el centro y no yo. Esto supone renuncias, pero
nos lleva a la verdadera felicidad y alegría.
Es importante no tomar el primer valor que descubrimos como la cumbre de
todo valor. Este malentendido deja a millones de personas bloqueadas en
estadios primitivos. Un joven y una joven empiezan a tratarse y se entregan a
complacencias eróticas. Se sienten embriagados por impresiones placenteras. El
mero ejercicio de la sexualidad suscita emociones intensas, pero todavía no
constituye una experiencia auténtica de amor personal. Se contentan con poco,
se precipitan a comer la fruta verde. No se acomodan al ritmo lento de
maduración en el amor. Estaban llamados a crear una auténtica amistad, una vida
de convivencia de altísimo valor, y se quedan a medio camino.
Enseñar esto al joven es importante. Tiene que saber, por ejemplo: que,
si no espera al matrimonio, si tiene relaciones prematrimoniales, se está
buscando a sí mismo: no le importa que la chica se pueda quedar embarazada
cuando todavía no está en disposición de serlo, con el riesgo de quedarse madre
soltera, de que pierda sus estudios y acabe en trabajos humildes, de que se vea
más impulsada a buscar el aborto…
4. No confundir amor con interés
Resulta muy fácil confundir el interés que sentimos por satisfacer un instinto
con el amor de entrega a una persona. El amor no es como el hambre, que basta
comer para saciarlo y restablecer el equilibrio vital. El alimento satisface
una necesidad biológica primaria. La relación sexual, en cambio, no satisface
la necesidad de crear una relación amorosa auténtica, es insuficiente. Tal
engaño se nos presenta en muchas películas, en que aparece la relación sexual
completa como algo normal al principio del enamoramiento, en vez de ser su
culminación en el matrimonio.
5. No ser ingenuos: importancia de los inicios
El que quiere ser limpio se preocupa también por la pureza de sus
pensamientos y en guardar su corazón. La vista y el tacto son las principales
ventanas por donde entran los estímulos sexuales, sobre todo, en los varones.
Cuando no existe el objeto delante, la imaginación nos lo trae. Ahí descansan,
en buena medida, los llamados lenguajes subliminales: insinúan más de lo que
realmente dicen. La imagen mueve a imaginar más cosas de las que han sido
vistas. En esto se basa la propaganda comercial erotizada. Toda búsqueda
directa de excitación sexual tiene por sí misma una dinámica de totalidad, es
decir, dejada a sí misma, por su propio dinamismo lleva hacia la realización
completa del acto sexual. El sexo por el sexo, es una experiencia vacía,
mecánica y sin finalidad distinta que la satisfacción del egoísmo personal. Por
tanto, el hombre que quiere conservar su dignidad personal, no debe dejarse
arrastrar o seducir. Debe ser él quien guíe sus potencias y energías hacia metas
altas, y para ello, debe acostumbrarse a tener un dominio de sí mismo. Esto
requiere esfuerzo, pero es fuente de alegría verdadera.
6. La sexualidad: lenguaje de amor
La relación sexual está destinada a expresar una relación de amor
auténtico. Y éste lo es cuando se trata de un amor total y definitivo, fiel y
exclusivo, incondicional y fecundo. Los hijos no son una enfermedad, sino la
imagen viviente de un amor generoso y desinteresado. Si no se dan estas
condiciones, la relación sexual deja de tener sentido, es un engaño, expresa
algo que no existe.
Conclusión
Para valorar la sexualidad adecuadamente, es necesario abordarla con
seriedad y responsabilidad, sin olvidar su carácter gozoso y alegre. La
sexualidad no se puede entender de forma aislada, pues perderíamos toda la
riqueza que aporta. Pensar en ella significa comprender al hombre entero, en su
complejidad y en su unidad, explicar los valores de la vida, la libertad y la
esencia del amor. El fin de las normas objetivas morales no es la represión de la
sexualidad, sino proteger y favorecer que el dinamismo profundo de la
sexualidad llegue a su plenitud y sentido.
– «El amor humano, su sentido y su alcance». Alfonso López Quintas.
EDIBESA. Madrid. General Pardiñas 72. 28006 Madrid. Teléf.:(91) 4010478.
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