Temas de Salud | María Martínez López/A&O
«Cada vez más gente se somete a cirugía estética por un
trastorno de salud mental»
El
experto en bioética Emilio García Sánchez propuso en un congreso de la
Universidad Católica de Valencia que antes de operarse para tener por ejemplo
los glúteos de Chanel los pacientes pasen un estudio psicológico.
Según
la Sociedad Española de Cirugía Estética, cuatro de cada diez españoles se han
sometido a alguna intervención de este tipo, que pueden ser más o menos
invasivas. Entre las primeras, «la cirugía más demandada» son los aumentos de
pecho, apunta García Sánchez.
El
resto del top cinco lo forman la rinoplastia, el embellecimiento de la nariz
«pero no porque haya una deformación»; la abdominoplastia, esto es, «intentar
que el vientre sea plano» o resaltar los abdominales; la liposucción en una
parte concreta del cuerpo o la lipoescultura en buena parte del mismo; y las
«gluteoplastias o levantamiento y aumento de la curvatura del glúteo». Estas
últimas, por ejemplo, se han puesto de moda «desde que Chanel salió en
Eurovisión».
Aunque
en España se ha dejado de hablar de ello, «en Estados Unidos se siguen haciendo
operaciones de aumento de pecho como regalo de graduación». Y en nuestro país,
«el número de operaciones estéticas está creciendo de forma exponencial»,
asegura a Alfa y Omega Emilio García Sánchez. Este profesor de Bioética en la
Universidad CEU Cardenal Herrera abordó esta cuestión en el congreso Autonomía
y libertad: límites bioéticos, que organizó el 14 de julio el Observatorio de
Bioética de la Universidad Católica de Valencia.
A
ellas se suma una cirugía «menos invasiva y peligrosa», la que reduce los
párpados caídos. En un estudio reciente entre cirujanos estéticos, muchos
afirmaron que el uso de mascarillas durante la pandemia ha hecho que a muchas
personas les preocupe más el aspecto de esta parte de su rostro.
¿Una
decisión libre?
El
experto en bioética explica que, a pesar de su popularidad, estas
intervenciones «no son en modo alguno inocuas». Todas son invasivas y requieren
anestesia local o general, lo que siempre conlleva el riesgo de complicaciones
o de infección, además de otros durante el posoperatorio. Con todo, en el
congreso de la UCV él llamó más la atención sobre las implicaciones y el riesgo
psicológico.
Aunque
«no se da a conocer ni se publica tanto», afirma que existen «datos que hablan
de que cada vez más personas que acuden a la cirugía estética porque
previamente tienen una pequeña alteración en la salud mental que las lleva a
tener una visión deformada de su propia imagen». Esta dismorfia puede ser
similar a la que se produce en la anorexia, cuando la persona se ve más gorda
de lo que realmente es. Aunque en los trastornos de la conducta alimentaria
«intervienen otros factores», aclara García.
En
un contexto en el que existe una «alta presión social» alimentada por los
medios de comunicación, algunas personas sufren «baja autoestima corporal,
complejos, obsesiones, dismorfias», «miedo a la exclusión y discriminación
social». Ante esta situación, la persona «piensa que la solución es someterse a
cirugía». Aunque pueden llegar a reconocer «no ser del todo libres».
Adicción
al quirófano
Además
de la dificultad para «garantizar que la decisión de operarse sea totalmente
autónoma», García Sánchez subraya que, además, la cirugía no resolverá el problema
de dismorfia. Al modificar su aspecto, «puede tener una satisfacción inmediata»
durante un plazo breve, de unas semanas. «Pero luego vuelve a surgir el
problema de fondo», por lo que a la larga el resultado es siempre
insatisfactorio. El paciente puede sentir la necesidad de acudir a la cirugía
más veces, y llegar a hacer de ello una obsesión.
Este
problema «se ha empezado a destapar en consultas de psicología y psiquiatría»,
explica García Sánchez. Los propios cirujanos «no han dado la voz de alarma
porque no tienen equipos para diagnosticar estos trastornos». Pero también
ellos se están dando «cuenta de que tienen que estar más atentos». De hecho,
algunas clínicas importantes de Estados Unidos «empiezan a incorporar algún
tipo de medida para descartar» estos trastornos previos.
Esta
es la vía por la que podría encontrarse una solución, según el experto:
conseguir que «a cualquier persona que pida someterse a una cirugía estética
invasiva, por prudencia se le haga una consulta de psicología clínica especializada
para obtener un informe», que puede ser favorable o desfavorable.
Otro
tipo de tratamientos
El
primer dictamen se daría cuando solo se detecte un «capricho de embellecerse».
El segundo, si hay un trastorno de la imagen corporal. En ese caso, «se le
puede plantear derivarle a otro tipo de tratamientos» e intentar evitar la
operación. Y, «si quiere operarse a pesar de eso, que firme un consentimiento»
más amplio, también sobre las implicaciones psicológicas».
Un
protocolo así no es fácil de aplicar, y por eso su implantación está siendo muy
lenta. No se puede obviar que las clínicas de cirugía estética son negocios, y
si una plantea requisitos muy exigentes la persona interesada puede recurrir a
otra. Pero García Sánchez recuerda que, como médicos, a los cirujanos estéticos
les debe preocupar «la salud del paciente de modo integral», incluido lo que
pueda afectar a su salud mental. «Deben elegir si quieren ser un buen médico o
un empresario».
Publicado
por Alfa & Omega
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