Espiritualidad | Rufo González/RD
Jesús no acepta la falsa paz del orden establecido
El
“fuego” de Jesús es su Espíritu
Comentario:
“He venido a prender fuego en la tierra” (Lc 12,49-53)
Fragmento de la instrucción a los discípulos. Los vv. 49-50 sólo se encuentran en Lucas. Reflejan la conciencia de Jesús de que su pretensión del reino de Dios incluía enfrentamiento con la coyuntura social de su país. Ya lo había adelantado el evangelista al presentarle en el templo: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (2, 34-35). Ahora lo está viviendo: siente el increencia de sus paisanos y de la propia familia (4,28s; 8,19s y paralelos) y sospecha que correrá la suerte de otros profetas (9,22. 44).
“He
venido a prender fuego en la tierra...”. Literalmente: “Vine a arrojar fuego
sobre la tierra, y ¿qué quiero, sino que arda ya”. En la Biblia, el fuego como
metáfora significa: algo que purifica, discierne lo valioso de la ganga,
castiga, destruye... El Bautista señala a Jesús como quien “os bautizará con
Espíritu Santo y fuego” (3,16c). En Pentecostés, el Espíritu aparece en
“lenguas como llamaradas” (He 2,3). El Evangelio de Tomás (el más antiguo de
los evangelios no canónicos conocidos) aclara cómo se entendió en la primera
época la metáfora del fuego. Entre “los dichos secretos que Jesús el Viviente
dijo y que escribió Dídimo Judas Tomás” encontramos estos dos, que relacionan
fuego y reino: “Dijo Jesús: «He arrojado fuego sobre el mundo y ved que lo miro
hasta que arda»” (Dicho 10). “Dijo Jesús esto: «El que está cerca de mí, está
cerca del fuego, y el que está lejos de mí, está lejos del Reino» (Dicho 82).
Jesús y su reino son “fuego”. Jesús y reino son expresión del Espíritu Santo.
“Acercarse” a ellos es acercarse al Espíritu. Jesús da su Espíritu y su reino a
quien se acerca a él.
Su
“fuego” no destruye como piensa el Bautista (Lc 3, 9.16-17). Su fuego es
Espíritu que purifica intenciones, perdona, anima la fraternidad, realiza.
Estará siempre en la vida, ofreciendo la “casa del Padre”: bondad sin límites,
igualdad fraterna, cuidado especial a los más débiles... Este Espíritu causará
división, porque no todas las personas se dejarán llevar por su impulso. Las
aguas de la historia le sumergirán en la muerte. Es la angustia que tendrá que
pasar Jesús. Nos recuerda el salmo: “Si el Señor no hubiera estado de nuestra
parte... cuando nos asaltaban los hombres..., nos habrían tragado vivos: tanto
ardía su ira contra nosotros. Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el
torrente hasta el cuello...” (Sal 124,1-4). Su reino de igualdad traerá, sin
duda, enfrentamiento con el poder, la gloria, el prestigio de los dueños de
este mundo y de los dirigentes religiosos que confunden el servicio con el
dominio.
Jesús,
profeta, no acepta la falsa paz del orden establecido: “Han curado la herida de
mi pueblo, pero sólo en apariencia, diciendo: `todo va bien´, y nada iba bien”
(Jer 6,14; 8, 11). Mientras haya hambre, corrupción, encumbramiento,
tiranía..., no habrá paz. La actualidad acredita el evangelio de hoy. El
trabajo del papa Francisco ha puesto división. Su frescura evangélica molesta.
Sus críticas al clericalismo levantan ampollas. Protestan los fundamentalistas,
los grupos sectarios, los reacios a todo lo nuevo, ávidos de poder y seguridad.
Claman contra la libertad de pensar y de hablar. Les molesta cualquier reforma
hacia la libertad, hacia la misericordia. No aceptan el celibato opcional para
el ministerio. No quieren comunidades adultas, con palabra y voto. Valoran más
el Código de Derecho Canónico que el Evangelio... La libertad de Jesús frente a
leyes deshumanizadoras, la familia patriarcal, los ritos religiosos... sigue
trayendo división. Su Espíritu, respetando los derechos humanos, guiando la
libertad con amor desinteresado..., tiene problemas.
Publicado
por Religión Digital
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