Humanismo Integral | Rafael Salomón/VN
La perfecta compañía
La
calma que nos da creer no se compara con nada, cuando dejamos en manos de Dios
nuestros problemas, angustias y limitaciones, podemos experimentar algo que
solo es posible percibir por fe, pero que nos da una certeza real y única
cuando dejamos nuestras preocupaciones en Dios. La vida tan acelerada con la
que muchas personas vivimos, nos hace tener días vertiginosos, momentos de
tensión en donde las emociones son un sube y baja continuo, esto indudablemente
afecta nuestra salud y por supuesto, nos aleja de vivir en equilibrio.
Recordemos
que una vida saludable es la que se lleva a cabo en armonía, cuando nuestra
parte física y espiritual son ejercitadas y alimentadas. Dejar nuestras
preocupaciones en Nuestro Padre Celestial es un acto de amor y de confianza,
nada fuera de ese amor nos va a traer la verdadera calma, la indescriptible
tranquilidad y aunque las tormentas diarias nos agiten, viviremos con la
confianza de sabernos amados, acompañados y protegidos, frente a las pruebas
que se presentarán mientras vivamos.
Cuando
no se cree, cuando hay falta de fe, esos momentos se vuelven imposibles de
afrontar, muchas personas que han sufrido las condiciones más extremas en sus
vidas, comparten que lo único que les inspiró a salir adelante fue tener
esperanza y confianza en Dios, aunque pareciera que no había salida, tener
fe les ayudó a soportar un poco más.
Es
ahí donde radica la importancia de dejar nuestras penas y dificultades en quien
puede hacer posible lo imposible, solo Dios puede transformar el corazón de una
persona amargada, el amor de Dios puede lograr el cambio de actitud de aquel
que nunca ha conocido la misericordia, solo el amor transforma nuestras
vidas con giros inexplicables.
Deposita
en Él lo que no está en tus manos
Hace
un tiempo escribí una película donde abordé este tema: En un momento de
tensión, se puede encontrar la calma cuando abrimos nuestro corazón al amor de
Dios, Él se encarga de que las cosas sucedan de forma sorpresiva. Pidamos pues
por la calma que necesita nuestro corazón, elevemos nuestras plegarias para
pedirle la tranquilidad necesaria en este momento de la prueba, que a lo mejor
es una de las más difíciles, pidamos su compañía para transitar este
momento y demos pasos lentos y seguros con Dios.
Si
nunca lo has experimentado, puedo decirte que se siente una paz tan grande al
sabernos vulnerables y con fuerzas limitadas. Se trata de nuestro Padre,
quien mirará con amor nuestras súplicas, atenderá de la mejor manera todo
aquello que nos quita su paz. Deja de vivir con ese estrés y gestionando con
pequeñas acciones esas preocupaciones, todo lo que usas no está mal, tan solo
son paliativos y en ocasiones son placebos que traen cierta tranquilidad.
Si
lo que realmente quieres es alcanzar esa calma permanente y certeza concreta,
acércate y acepta el amor de Dios, deposita en Él todo aquello que no está en
tus manos resolver y acepta la Divina Voluntad, verás que la vida se convertirá
en algo que jamás te imaginaste, porque solo en Dios encontraremos la
perfecta compañía. Te invito a que vuelvas a plantearte cómo has venido
viviendo y dejes de confiar con tanta certeza acerca de tus fuerzas,
conocimientos y talentos, déjalos en Dios, verás qué bueno es.
“No
se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias, Y que la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo
Jesús”. Filipenses 4, 6-7.
Publicado
por Vatican News
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