Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
La fe mueve montañas
Lc
17, 5-10
«Si
tuvierais fe como un grano de mostaza…»
Cuando
Jesús quiere resaltar una idea crucial, lanza una exageración descabellada y ya
nunca se olvida. Son muchas las que hallamos en el evangelio y que hoy,
veintiún siglos más tarde, seguimos recordando y saboreando con deleite:
«Coláis el mosquito y os tragáis el camello» «Ves la paja en el ojo de tu
hermano y no ves la viga en el tuyo» «Es más fácil que un camello pase por el
ojo de una aguja que un rico entre en el Reino» … y tantas otras…
Estas
exageraciones extremas tienen una gran fuerza, y esa fuerza estriba en que en
ellas nos vemos reflejados de forma tan fidedigna, que nos sentimos concernidos
y movidos a reflexión. Jesús, gran conocedor de la condición humana, sabe que
este lenguaje resulta mucho más interpelante que los razonamientos lógicos tan
de nuestro gusto y del gusto de los sabios y entendidos, y lo usa con
frecuencia.
Su
formulación paradójica primero nos sorprende, luego nos revela la verdad
profunda que encierra y no la olvidamos jamás. Refiriéndonos al pasaje de hoy,
en sus paralelos de Mateo y Marcos se alude a la capacidad de la fe de mover
montañas, y lo que en principio parece una boutade sin fundamento, se convierte
en uno de los mensajes más relevantes del evangelio.
Porque
nos está diciendo que no seamos tímidos ni timoratos; que, si tenemos fe en la
fuerza del Espíritu, seremos capaces de cambiar el mundo para convertirlo en el
reino de Dios, es decir, seremos capaces de mover la mayor montaña que alguien
haya podido imaginar… Ése es el sueño de Jesús y la misión que nos encargó a
sus seguidores, pero estamos perdiendo la batalla porque no tenemos ninguna fe
en la victoria. Derrotados de antemano, bajamos los brazos como los boxeadores
que se sienten impotentes ante su rival, y Jesús nos dice desde el rincón del
cuadrilátero: “No os rindáis, no os resignéis, está a vuestro alcance, y si
tenéis fe lo lograréis”.
Jesús
nos está exhortando a que confiemos en la victoria y sigamos en la brecha, pero
¿cómo hacerlo?... En primer lugar, debemos saber que contamos con una gran
ventaja, y es que los criterios evangélicos (cuando son genuinos) resultan
sumamente contagiosos. Pero también debemos saber que el fundamento de estos
criterios es el amor del Padre, y que el mundo nunca creerá en ese amor si en
torno suyo solo ve egoísmo, ambición, opresión e injusticia. Nosotros creemos
porque lo hemos visto en Jesús, y el mundo creerá si lo ve en nosotros.
«Que
los hombres vean en vuestras buenas obras el amor del Padre» … Jesús cree que
con esta actitud podemos cambiar el mundo; que, de esta forma tan sencilla,
aunque exigente, seremos capaces de mover esa montaña descomunal que hoy nos
parece inamovible.
Publicado
por Feadulta.com
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