Papa Francisco | Zenit
Tres aspectos esenciales del discernimiento según el Papa
Las
grandes preguntas surgen cuando en la vida hemos hecho un tramo de camino, y es
a ese recorrido que debemos volver para entender qué estamos buscando.
La
Audiencia General de esta mañana se celebró a las 9:00 horas en la Plaza de San
Pedro, donde el Santo Padre Francisco se reunió con grupos de peregrinos y
fieles de Italia y de todo el mundo.
En
su discurso en italiano, el Papa, continuando el nuevo ciclo de catequesis
sobre el Discernimiento, centró su meditación en el tema: «Un ejemplo: Ignacio
de Loyola» (Lectura: Sir 6,18-19).
Después
de resumir su catequesis en las diferentes lenguas, el Santo Padre dirigió
expresiones especiales de saludo a los fieles presentes. A continuación, hizo
un llamamiento con motivo de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen
María, que se celebra mañana, encomendando a todas las madres a Ella.
Ofrecemos
a continuación el texto de la catequesis del Papa con negritas y encabezados
agregados por ZENIT
Proseguimos
nuestra reflexión sobre el discernimiento —en este tiempo hablaremos cada
miércoles del discernimiento espiritual— y para esto puede ayudarnos hacer
referencia a un testimonio concreto.
Uno
de los ejemplos más instructivos nos lo ofrece san Ignacio de Loyola, con un
episodio decisivo de su vida. Ignacio se encuentra en casa convaleciente,
después de haber sido herido en batalla en una pierna. Para liberarse del
aburrimiento pide leer algo. A él le encantaban los libros de caballería, pero
lamentablemente en casa había solo vidas de santos. Un poco a regañadientes se
adapta, pero durante la lectura comienza a descubrir otro mundo, un mundo que
lo conquista y parece competir con el de los caballeros. Se queda fascinado por
las figuras de san Francisco y de santo Domingo y siente el deseo de imitarles.
Pero también el mundo caballeresco sigue ejerciendo su fascinación sobre él. Y
así siente dentro de sí esta alternancia de pensamientos, los caballerescos y
los de los santos, que parecen ser equivalentes.
Pero
Ignacio empieza también a notar las diferencias. En su autobiografía —en
tercera persona— escribe así: «Cuando pensaba en aquello del mundo —y en las
cosas caballerescas, se entiende— se deleitaba mucho; más cuando después de
cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalem
descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que vía
haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales
pensamientos, más aun después de dejando, quedaba contento y alegre» (n. 8), le
dejaban un rastro de alegría.
En
esta experiencia podemos notar sobre todo dos aspectos.
1º
El aspecto del tiempo
El
primero es el tiempo: es decir, los pensamientos del mundo al principio son
atractivos, pero después pierden brillo y dejan vacíos, descontentos, te dejan
así, una cosa vacía. Los pensamientos de Dios, al contrario, suscitan al
principio una cierta resistencia —“Esto aburrido de los santos no lo leeré” —,
pero cuando se les acoge traen una paz desconocida, que dura mucho tiempo.
2º
El aspecto del punto de llegada
Aparece
entonces el otro aspecto: el punto de llegada de los pensamientos. Al principio
la situación no parece tan clara. Hay un desarrollo del discernimiento: por
ejemplo, entendemos qué es el bien para nosotros no de forma abstracta, general,
sino en el recorrido de nuestra vida. En las reglas para el discernimiento,
fruto de esta experiencia fundamental, Ignacio pone una premisa importante, que
ayuda a comprender tal proceso: «En las personas que van de pecado mortal en
pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes,
tranquilizarles que todo va bien, haciéndoles imaginar deleites y placeres de
los sentidos, para conservarlos y hacerlos crecer más en sus vicios y pecados;
en dichas personas el buen espíritu actúa de modo contrario, punzándoles y
remordiéndoles la conciencia por el juicio recto de la razón» (Ejercicios
Espirituales, 314); pero esto no va bien.
Hay
una historia que precede a quien discierne, una historia que es indispensable
conocer, porque el discernimiento no es una especie de oráculo o de fatalismo o
algo de laboratorio, como echar a suertes dos posibilidades. Las grandes
preguntas surgen cuando en la vida hemos hecho un tramo de camino, y es a ese
recorrido que debemos volver para entender qué estamos buscando. Si en la vida
se hace un poco de camino, ahí: “¿Pero por qué camino en esta dirección, ¿qué
estoy buscando?”, y ahí se hace el discernimiento.
Ignacio,
cuando estaba herido en la casa paterna, no pensaba precisamente en Dios o en
cómo reformar su vida, no. Él hace su primera experiencia de Dios escuchando su
propio corazón, que le muestra una inversión curiosa: las cosas a primera vista
atractivas lo dejan decepcionado y en otras, menos brillantes, siente una paz
que dura en el tiempo. También nosotros tenemos esta experiencia, muchas veces
empezamos a pensar una cosa y nos quedamos ahí y luego quedamos decepcionados.
Sin embargo, hacemos una obra de caridad, hacemos algo bueno y sentimos algo de
felicidad, te viene un buen pensamiento y te viene la felicidad, algo de
alegría, es una experiencia nuestra. Él, Ignacio, hace la primera experiencia
de Dios, escuchando al propio corazón que le muestra una curiosa inversión.
Esto es lo que nosotros tenemos que aprender: escuchar a nuestro propio
corazón. Para conocer qué sucede, qué decisión tomar, opinar sobre una
situación, es necesario escuchar al propio corazón. Nosotros escuchamos la
televisión, la radio, el móvil, somos maestros de la escucha, pero te pregunto:
¿tú sabes escuchar tu corazón? Tú te detienes para decir: “¿Pero mi corazón
cómo está? ¿Está satisfecho, está triste, busca algo?”. Para tomar decisiones
buenas es necesario escuchar al propio corazón.
Por
esto Ignacio sugerirá leer las vidas de los santos, porque muestran de forma
narrativa y comprensible el estilo de Dios en la vida de personas no muy
diferentes de nosotros, porque los santos eran de carne y hueso como nosotros.
Sus acciones hablan a las nuestras y nos ayudan a comprender el significado.
En
ese famoso episodio de los dos sentimientos que tenía Ignacio, uno cuando leía
las cosas de los caballeros y otro cuando leía la vida de los santos, podemos
reconocer otro aspecto importante del discernimiento, que ya mencionamos la vez
pasada.
3º
El aspecto de la aparente casualidad
Hay
una aparente casualidad en los acontecimientos de la vida: todo parece nacer de
un banal contratiempo: no había libros de caballería, sino solo vidas de
santos. Un contratiempo que, sin embargo, encierra un posible punto de
inflexión. Tan solo después de algún tiempo Ignacio se dará cuenta, y en ese
momento le dedicará toda su atención. Escuchad bien: Dios trabaja a través de
los eventos no programables, ese por casualidad, por casualidad me ha sucedido
esto, por casualidad he visto a esta persona, por casualidad he visto esta
película, no estaba programado, pero Dios trabaja a través de los eventos no
programables, y también en los contratiempos: “Tenía que dar un paseo y he
tenido un problema en los pies, no puedo…”. Contratiempo: ¿Qué te dice Dios?
¿Qué te dice la vida ahí? Lo hemos visto también en un pasaje del Evangelio de
Mateo: un hombre que está arando un campo se encuentra casualmente con un tesoro
enterrado. Una situación completamente inesperada. Pero lo importante es que lo
reconoce como el golpe de suerte de su vida y decide en consecuencia: vende
todo y compra ese campo (cf. 13,44). Os doy un consejo, estad atentos a las
cosas inesperadas. Aquel que dice: “pero esto por casualidad yo no lo
esperaba”. Ahí te está hablando la vida, ¿te está hablado el Señor o te está
hablado el diablo? Alguien. Pero hay algo para discernir, cómo reacciono yo
frente a las cosas inesperadas. Yo estaba tan tranquilo en casa y “pum, pum”,
llega la suegra y ¿tú cómo reaccionas con la suegra? ¿Es amor o es otra cosa
dentro? Y haces el discernimiento. Yo estaba trabajando en la oficina bien y
viene un compañero a decirme que necesita dinero y ¿tú cómo has reaccionado? Ver
qué sucede cuando vivimos cosas que no esperamos y ahí aprendemos a conocer
nuestro corazón, cómo se mueve.
El
discernimiento es la ayuda para reconocer las señales con las cuales el Señor
se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables, como
fue para Ignacio la herida en la pierna. De estas puede nacer un encuentro que
cambia la vida, para siempre, como el caso de san Ignacio. Puede nacer algo que
te haga mejorar en el camino o empeorar no lo sé, pero estad atentos y el hilo conductor
más bonito es dado por las cosas inesperadas: “¿cómo me muevo frente a esto?”.
Que el Señor nos ayude a sentir nuestro corazón y a ver cuándo es Él quien
actúa y cuándo no es Él y es otra cosa.
Publicado
por Zenit
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