Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
¿Cristo… Rey?
Lc
23, 35-41
«Esta
misma tarde estarás conmigo en el Paraíso»
No.
Cristo no reina en el mundo. Reina el dinero, la avaricia, la insolidaridad, el
deseo, el derroche, la ciencia mercantilizada, la economía deshumanizada, la
expoliación de nuestro hábitat, la explotación de personas para exprimirlas
como un limón, el vilipendio de las actitudes y los valores que nos hacen
humanos, la sacralización de lo que nos animaliza, el desprecio de la
concordia, la exaltación del conflicto, la ley del más fuerte, la guerra…
Y
me dirán que no todo es así —lo cual es cierto—, pero lo que reina en el mundo
sí que es así. Lo que reina en el mundo es lo que lo está llevando a una
situación límite donde está en riesgo la propia civilización. Es lo que está
cambiando el clima, destruyendo los fondos marinos, produciendo sequías y pérdida
de cosechas, provocando a la larga tal escasez de productos esenciales para la
vida, que traerá migraciones masivas, conflictos generalizados por
obtenerlos... e infinidad de calamidades más.
Pero
no hace falta apelar al futuro para ver su infausto legado. Hoy mucha gente
muere de hambre y falta de medicinas básicas mientras otros tiramos el treinta
por ciento de los alimentos a la basura. Hoy, dentro de toda ciudad
desarrollada, convive la miseria con el derroche, y la inhumanidad campa por
sus respetos. Una persona puede estar muriéndose en una acera concurrida
mientras los demás pasamos indiferentes, o ser víctima una agresión brutal en
plena calle y a pleno día sin que movamos un dedo por auxiliarle…
Necesitamos
que en el mundo reinen otros valores, porque es evidente que con estos nos
encaminamos al desastre a una velocidad de vértigo. Necesitamos sacudirnos la
esclavitud a la que nos somete el dinero, sofocar el deseo irracional de cosas
que no necesitamos, aprender a vivir con poco, descubrir que el prójimo también
tiene anhelos y necesidades, recuperar la capacidad de compadecer, preferir dar
que recibir, desterrar la violencia, acostumbrarnos a decir la verdad, trabajar
por la paz y la justicia…
Necesitamos
reconciliarnos con la Naturaleza, porque no es posible garantizar el bien del
género humano sin ampliar nuestro desvelo al entorno que lo acoge. Necesitamos
poner coto al crecimiento del mundo artificial porque si no, acabará engullendo
al mundo natural…
Solo
cuando esto se logre podremos decir que Cristo reina en el mundo. Pero esto no
es algo que vaya a ocurrir de manera espontánea, ni solo por la fuerza del
Espíritu, sino porque haya personas que trabajen en ello. Jesús creía que era
posible, y su última voluntad fue encargarnos a nosotros, sus seguidores, la
tarea de hacerlo. Hasta nos dijo cómo: «Que los hombres vean en vuestras buenas
obras el amor del Padre».
Publicado
por Feadulta.com
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