Mensajes | Renato Martinez
El Papa: El diseño del amor
de Dios es el que dirige el mundo y no nosotros
Este 14 de noviembre fue publicada la Carta que el Santo Padre envió al
Cardenal Juan José Omella y Omella, con la cual se une a la celebración de los
500 años de la llegada de San Ignacio de Loyola a Barcelona. En la misiva el
Pontífice recuerda que, “guerras y pestes no nos faltan para que lleguemos a
convertirnos”.
“Y es que, por medio de las crisis, Dios nos dice que no somos nosotros
los señores de la Historia, con mayúsculas, ni siquiera de nuestras propias
historias, y por más que somos libres de corresponder o no a las llamadas de su
gracia, es siempre su diseño de amor el que dirige el mundo”, lo escribe el
Papa Francisco en una Carta dirigida al Cardenal Juan José Omella y Omella,
Arzobispo de Barcelona y Presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE),
con ocasión de la celebración de los 500 años de la llegada de San Ignacio de
Loyola a Barcelona.
Tenía el propósito de seguir a Cristo en pobreza y
humildad
En la misiva, el Santo Padre recuerda que, un 14 de noviembre de 1522,
“un pobre soldado” llegó a Barcelona cuando iba de camino a Tierra Santa.
Paradójicamente, cinco siglos después las autoridades civiles y religiosas de
esa región, junto al Prepósito general de la Compañía de Jesús, se reúnen de
forma institucional para celebrar este acontecimiento.
“Nuestro protagonista – escribe el Papa – después
de haber servido al rey y a sus convicciones hasta derramar su sangre, iba
herido en el cuerpo y en el espíritu, se había despojado de todo y tenía el
propósito de seguir a Cristo en pobreza y humildad. A él en ese momento poco le
importaba hospedarse en albergues para pobres o tener que retirarse en una
cueva para orar, menos aún que esto supusiera ser «estimado por vano y loco»
(E.E. 167)”.
Un hombre íntegro y coherente en sus convicciones
Con el deseo de unirse a este acto, el Papa Francisco pide al Arzobispo
de Barcelona “que lo represente”, pidiéndole que haga llegar sus saludos a
todos aquellos que participan en esta celebración.
“Saludo a todas las autoridades presentes, tanto
civiles como eclesiásticas, y en ellas al Pueblo fiel de Dios, que recuerda a
san Ignacio de Loyola con devoción y cariño, y a los hombres de buena voluntad
que lo respetan por ser un hombre íntegro y coherente en sus convicciones. Del
mismo modo, a los miembros de la Compañía de Jesús, que como yo lo veneran como
fundador”.
El diseño de amor de Dios es el que dirige el mundo
Y refiriéndose nuevamente al fundador de la Compañía de Jesús, el Santo
Padre observa que, es significativo pensar que, para llevarlo hasta allí, Dios
se sirviese de una guerra y de una peste. La guerra que lo sacó del sitio de
Pamplona y fue el detonante de su conversión, y la peste que le impidió llegar
a Barcelona y lo retuvo en la cueva de Manresa.
“Es una gran lección para nosotros – indica el Papa
– pues guerras y pestes no nos faltan para que lleguemos a convertirnos.
Podemos, por tanto, asumirlas como una oportunidad para revertir el rumbo
seguido hasta ahora e invertir en lo que verdaderamente importa, sea cual sea
el ámbito en que nos movamos”.
“Y es que, por medio de las crisis, Dios nos dice
que no somos nosotros los señores de la Historia, con mayúsculas, ni siquiera
de nuestras propias historias, y por más que somos libres de corresponder o no
a las llamadas de su gracia, es siempre su diseño de amor el que dirige el
mundo”
Una gracia que desde la tierra nos lleva al cielo
Es en estas circunstancias, señala el Santo Padre que, las crisis se
convierten en oportunidades de conversión, cuando se reconoce la primacía de
Dios.
“Ignacio se mostró dócil a esa llamada, pero lo más
importante es que no retuvo esta gracia para sí, sino que la consideró desde el
principio como un don para los demás, como un camino, un método que podía
ayudar a otras personas a encontrarse con Dios, a abrir su corazón y dejarse
interpelar por Él. Desde entonces sus ejercicios espirituales, como otros
itinerarios de perfección, … se nos presentan como esa escala de Jacob que
desde la tierra nos lleva al cielo, y que Jesús promete a quienes lo buscan
sinceramente”.
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