Espiritualidad | Arz. Carlos Osoro Sierra/A&O
Anunciar a Jesucristo se impone como necesidad
El
Señor nos regala un nuevo año para que sus discÃpulos sepamos acoger, cada dÃa
con más entusiasmo, la invitación a anunciar con valentÃa inquebrantable el
Evangelio. Hay necesidad de organizar nuestra vida y nuestra historia con la Buena
Noticia; que, al sabernos hermanos, esta nos dé una forma de vivir y de estar
en el mundo. Lo hemos de hacer con la convicción de que el Señor es el Camino,
la Verdad y la Vida. No perdamos el tiempo en cuestiones secundarias. Al
comenzar un nuevo año, al ver las situaciones por las que pasa la humanidad,
recordemos la valentÃa de san Pablo. Hemos de tener la misma en estos momentos
de la historia de la humanidad. ¿Seremos capaces de decir con nuestras vidas,
en nuestros areópagos de hoy, como el apóstol lo hizo en el areópago de Atenas
—lleno de filósofos epicúreos y estoicos—, que Dios «no habita en templos
construidos por manos humanas», «pues en él vivimos, nos movemos y existimos»
(Hch 17, 24. 28)?
En
las cartas de san Pablo uno observa con admiración que este discÃpulo de Cristo
tomó la decisión de anunciarlo con valentÃa inquebrantable y con todas las
consecuencias. Por Cristo hasta perder la vida. En este año que comenzamos
tenemos delante de nosotros las situaciones que está atravesando la humanidad
en todas las partes de la tierra, como las guerras y rupturas. Vemos y
contemplamos las necesidades que tiene esta humanidad. Los discÃpulos de Cristo
sabemos que solamente Él trae la salvación y la vida. Fundados en la gracia de
Dios, como miembros de la Iglesia, hemos de ver que el Señor nos da una nueva
ocasión para salir al encuentro de otros. Como el apóstol, sintamos la
necesidad de decir: «¡Ay de mà si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16).
Para
tener ese impulso misionero tenemos que dejarnos conquistar cada dÃa, igual que
hizo san Pablo, por Jesucristo, por la Palabra de Dios; hemos de acogerla,
meditarla y traducirla en nuestra vida en fuerza apostólica capaz de conquistar
a todos los hombres que encontremos en nuestro camino. Para ello, hay algo
esencial: hemos de dejarnos conquistar por Jesucristo, viviendo para Él y para
su Evangelio, sabiendo que la entrega de nuestra vida tiene que ser total,
incluso hasta el martirio. Esta fue la herencia que nos dejó el apóstol.
Insisto
en que tenemos por delante un año que nos regala el Señor para anunciar con
valentÃa a Jesucristo. En el inicio de la predicación del Evangelio, los
apóstoles no se avergonzaron del Evangelio; al contrario, lo consideraron como
la fuerza salvÃfica de Dios, tal y como nos enseña san Pablo en sus cartas.
Este se dejó conquistar por Cristo, vivió totalmente para Él y para su
Evangelio, entregando su vida hasta el martirio. ¡Familias, atreveos a ser
Iglesia doméstica! Mostrad un proyecto de vida pleno a vuestros hijos, que les
dé sentido. Padres, sed transmisores de la fe a vuestros hijos, dadles proyecto
de vida.
En
este año 2023 que ahora comienza recordad que «nos apremia el amor de Cristo»
(2 Cor 5, 14). ¿No es este amor lo que más necesita nuestro mundo? Ante todas
las situaciones que vemos, anunciar a Jesucristo es una necesidad. Cada uno de
nosotros debemos sentirnos enviados a todos los hombres, llevando la luz de su
mensaje: a las familias, a los niños, jóvenes y mayores, a las situaciones
conflictivas que se dan en nuestra tierra… Discipulado y misión están unidos.
Sintámonos enviados todos, sabiendo que «si no tengo amor nada soy» (cfr. 1 Cor
13, 1-13) y que «nos apremia el amor de Cristo».
Publicado
por Alfa & Omega
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