Espiritualidad | Miguel A. Munárriz/FA
Cordero de Dios
Jn
1, 19-24
«He
ahà el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
El
cuarto evangelio se escribe muy tarde y pone en boca del Bautista la
cristologÃa desarrollada en las comunidades joaneas a lo largo de ese tiempo.
En el texto de hoy, Juan presenta a Jesús como el Cordero de Dios; como el Hijo
amado alentado por su EspÃritu, pero la teologÃa posterior retuerce la imagen
del cordero —vÃctima que se sacrifica a Dios— para elaborar una horrenda
doctrina de la redención que ha prevalecido a lo largo de mucho tiempo (y que
todavÃa persiste).
Jesús
—el Bueno— carga con nuestros pecados para ofrecerse como vÃctima vicaria al
Padre —el Justo—, que de esta forma ve zanjada la ofensa que le hemos
infringido y puede reconciliarse con el género humano. Pero esta interpretación
contradice al propio evangelio de Juan, que más adelante nos dice que en Jesús
hemos visto al Padre; es decir, que si Jesús es misericordioso es porque el
Padre lo es, y que si es capaz de comprometerse hasta el final con el Reino, es
porque Dios también está comprometido hasta el final con el género humano… En
Jesús hemos visto que Dios es nuestro aliado contra el mal, y él, Jesús, su
instrumento para librarnos del pecado: «el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo».
Pero
esta expresión nos suscita tres preguntas importantes. La primera, ¿Cuál es la
naturaleza del pecado?... Hoy tendemos a rechazar la noción de culpa y creer
que el pecado, el mal, es básicamente error y debilidad. Nos apetece lo que en
realidad no merece la pena: nos fascina lo que nos perjudica… Pero el hecho de
no considerar el pecado como ofensa a Dios no le quita entidad, pues sigue
siendo nuestra peor lacra, porque nos esclaviza, socaba la convivencia y
destroza nuestra vida.
La
segunda pregunta es, ¿Cuál es el origen del mal?... porque si el mal no procede
del Dios creador de todas las cosas ¿de dónde procede?... Argumentos como el de
Epicuro para ligar la existencia del mal a la inexistencia de Dios son muy
convincentes, pero faltos de rigor, porque lo único que demuestran es que el
problema del mal es inasequible a nuestra razón. Y nada más.
La
tercera pregunta es quizá la más importante para nosotros: ¿Cómo puede Jesús
quitar el pecado del mundo; cómo puede librarnos del pecado?...
Pues,
en primer lugar, desculpabilizándonos. A lo largo del evangelio, Jesús no trata
a los “pecadores” como culpables, sino como necesitados de Dios y amados por
Él. Jesús no nos considera malvados por estar sometidos a la ley del pecado,
sino sus vÃctimas, porque el pecado, más que cometerse, se padece. En segundo
lugar, Jesús nos libra del pecado encendiendo su luz para que no tropecemos en
las trampas de la vida. Los seres humanos somos propensos a equivocarnos; a
tropezar, y Jesús nos presta su luz para mostrarnos el camino.
Finalmente,
Jesús nos propone una forma de vida, a la que compara con un tesoro, y nos dice
que quien lo encuentra vende todo para comprarlo; lo demás deja de tener valor
para él… incluida la atracción que sobre nosotros ejerce el pecado.
Publicado
por Feadulta.com
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