Reflexión | P. José Pastor RamÃrez/LD
Disciplina, interioridad y amor
La
llegada de un nuevo año es una oportunidad estupenda para conectarnos con
nosotros mismos, con los demás, con la creación y con Dios; para, simplemente,
dar gracias y evaluar.
Al
principio del año se suele actualizar el proyecto personal de vida incluyendo
nuevos retos; pero, con frecuencia, olvidamos detenernos para evaluar el
crecimiento proyectado; y, finaliza el año sin lograr lo anhelado.
Probablemente nos ha faltado disciplina, un monitoreo continuo que asegure su
cumplimiento.
Estoy
convencido de que, frecuentemente, lo que no logramos con nuestras capacidades
intelectuales, sà se alcanza con disciplina (motivación, diligencia, pasión y
corazón). La buena disciplina es autodisciplina porque evita la imposición de
terceros. La verdadera disciplina es un resultado de la propia interioridad. La
autodisciplina es compasión, amor y elección.
Existe
una disciplina interna, centrada en la observación atenta de los pensamientos,
creencias y sentimientos. Y la otra, externa, relacionada con comportamientos,
hábitos y acciones. Es decir, para tener disciplina se requiere primero ser
disciplinado: el ser antes del hacer.
La
autodisciplina es como un músculo que aumenta con su uso y que al crecer eleva
la vida. La disciplina ha de ser siempre equilibrada para evitar
comportamientos patológicos, tales como: la rigidez y la objetividad. La
disciplina sana agota tu cuerpo y tu mente, pero nunca tu espÃritu.
La
autodisciplina requiere siempre de un protocolo flexible fundamentado en
valores, como, por ejemplo: orden, limpieza y puntualidad. Por otra parte,
afirma John C. Maxwell que “nunca cambiarás tu vida hasta que no cambies algo
que haces todos los dÃas”.
Los
lÃderes disciplinados hacen lo que otros no hacen; combaten la procrastinación,
la impaciencia, la pereza, las justificaciones y el miedo.
A
la persona con autodisciplina no le mueve la obligación, sino el amor
incondicional, el compromiso. De hecho, la palabra disciplina viene de “ser
discÃpulo”, decide apadrinar una idea y vivirla. Y por eso, la disciplina es un
amor incondicional a una visión. Solo las personas disciplinadas son realmente
libres. Asimismo, la disciplina es una expresión de autocompasión (autoestima).
Una persona que se ama se da lo que desea y es consciente de que el vehÃculo
para conseguirlo es, precisamente, la autodisciplina.
El
camino del corazón y del buen espÃritu es siempre el camino de la disciplina.
Son estos dos caminos que consienten alcanzar los propios sueños con coraje.
Los indisciplinados, por el contrario, se guÃan por la obligación, el
sacrificio y el esfuerzo.
La
persona disciplinada sabe que el momento oportuno es ahora, que esperar un
“momento mejor” es, básicamente, una auto estafa. No permitamos que en nuestro
epitafio escriban: “Aquà yace uno que espera estar preparado”.
Publicado
por ListÃn Diario
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