Papa Francisco | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo/A&O
Francisco llega a RD Congo: «No toquen África, no es una mina
que explotar»
En
su primer discurso del viaje apostólico, el Pontífice critica a las potencias
extranjeras, que «han desatado un colonialismo económico esclavizador» sobre el
país y el continente.
«Me
siento feliz de estar aquí, en esta tierra tan bella, grandiosa y exuberante»,
ha dicho nada más aterrizar en la República Democrática del Congo el Papa
Francisco. En su primer discurso, ante las autoridades y los diplomáticos en el
país, se ha referido al Congo como «un continente dentro del gran continente
africano».
Se
trata de «un país lleno de vida», ha dicho el Pontífice, y, sin embargo,
«golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago», con una situación
en la que los congoleños «luchan por salvaguardar su dignidad y la integridad
territorial frente a los deplorables intentos de fragmentar el país».
Por
ello «vengo a encontrarme con ustedes, en nombre de Jesús, como peregrino de
reconciliación y de paz», ha anunciado, «para traerles la cercanía y el
consuelo de toda la Iglesia católica».
El
Papa ha utilizado la imagen del diamante como símbolo del país, para recordar
que sus habitantes «son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda
brotar de este suelo fértil». «Estoy aquí para abrazarlos y recordarles que
tienen un valor inestimable. ¡Ánimo, hermano y hermana congoleños!», les ha
exhortado el Papa.
El
veneno de la avaricia
En
este sentido, ha pedido «que la violencia y el odio no tengan ya cabida en el
corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y
anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder hacia un pasado
oscuro».
Francisco
ha lamentado que «el colonialismo político ha desatado un colonialismo
económico igualmente esclavizador», por el que la República Democrática del
Congo «no es capaz de beneficiarse suficientemente de sus inmensos recursos»,
algo que procede del «veneno de la avaricia» que «ha ensangrentado los
diamantes» de este país.
En
esta misma línea, se ha dirigido a las potencias extranjeras para decir que
«este país y este continente merecen ser respetados». «No toquen la República
Democrática del Congo, no toquen África. Dejen de asfixiarla, porque África no
es una mina que explotar, ni una tierra que saquear».
Ante
la atenta mirada de políticos locales y diplomáticos extranjeros, ha reclamado
«una diplomacia del hombre para el hombre», que no tenga como centro «el
control de los recursos y el aumento de los beneficios», sino «las
oportunidades de crecimiento de las personas».
No
puede ser, ha continuado, «que la comunidad internacional casi se haya
resignado a la violencia que devora» esta zona. «No podemos acostumbrarnos a la
sangre que corre en este país desde hace décadas, causando millones de
muertos», ha sentenciado.
«Nuestro
Padre del cielo —ha proseguido— quiere que sepamos acogernos como hermanos y
hermanas de una misma familia y que trabajemos por un futuro que sea junto con
los demás, no contra los demás».
Los
otros desafíos del país
Así,
favorecer la celebración de elecciones libres; ampliar aún más la participación
en los procesos de paz a las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados;
buscar el bien común y la seguridad de la gente por encima de los intereses
personales o de grupo; reforzar la presencia del Estado en todo el territorio;
y hacerse cargo de las numerosas personas desplazadas y refugiadas son otros de
los desafíos que el Papa ha lanzado al país. «Las personas tienen confianza
cuando sienten que quien las gobierna está realmente cercano, no por cálculo ni
ostentación, sino por servicio», ha recordado.
Junto
a ello, la educación «es fundamental» en un país en el que muchos niños no van
a la escuela y «demasiados mueren sometidos a un trabajo esclavizador en las
minas».
Por
último, «en nombre de Cristo, que es el Dios de la esperanza, el Dios de todas
las posibilidades que siempre da la fuerza para volver a empezar, quisiera
invitarlos a todos a un reinicio social valiente e inclusivo», concluyó
Francisco, quien acabó su discurso asegurando «mi oración y cercanía todos los
esfuerzos por un futuro pacífico, armonioso y próspero de este gran país».
Publicado
por Alfa & Omega
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