La Iglesia Hoy | José María Castillo
¿Tiempos
del “pos-teísmo” y de la “pos-religión"? ¿Dónde y cómo podemos
encontrar a Dios?
Castillo: "La Religión
pretende 'divinizar' lo 'humano', mientras que lo que hace el Evangelio es
'humanizar' lo 'divino'"
“La
experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar”. Esto ha escrito recientemente el
profesor Thomas Ruster, de la Universidad de Dortmund, en un libro que obliga a
pensar: El Dios falsificado (Salamanca, 2011, Ed.Sígueme, pg.
228). Y es que, como sabiamente ha dicho el profesor Juan A. Estrada, en su excelente
estudio La imposible teodicea, (Madrid, Ed. Trotta, 1997), “El mal,
en su triple dimensión de sufrimiento, injusticia-pecado y finitud-muerte, es
el gran obstáculo racional para creer en un Dios bueno y
omnipotente”.
Y es verdad.
Si decimos que Dios es infinitamente bueno e infinitamente poderoso, ¿cómo se
explica que, con tanta bondad y tanto poder, Dios haya hecho un mundo en el que
tenemos que soportar tantas limitaciones y tantos sufrimientos? O Dios no es
tan “bueno” como decimos; o no es tan “poderoso” como nos lo imaginamos. Es
imposible unir lo uno con lo otro. Y para colmo de lo dicho, ¿cómo se
explica que el destino final, de tanto disparate, sea la muerte y el infierno
eterno, sin otra esperanza de solución?
Creer, a pesar de todo
¿Se puede
superar tanta atrocidad? Ha habido héroes que la han superado. En el testamento
de un judío que murió el año 1943 en el gueto de Varsovia, se encontró un
documento que decía: “Creo en el Dios de Israel, aunque Él haya hecho
todo lo posible para que no crea… Dios ocultó su rostro al mundo. Las hojas
en las que escribo estas líneas (voy a) encerrarlas en la botella vacía y
esconderlas aquí entre los ladrillos de la pared maestra, debajo de la ventana.
Si alguien las encuentra un día y las lee, entenderá quizá el sentimiento de un
judío –uno de los millones– que murió como abandonado de Dios, ese Dios en el
que cree firmemente” (Z. Kolitz, Jossel Rakowers Wendung su Gott,
ed. por P. Badde, Berlin, s. a. Cf. U. Luz, El Evangelio según san Mateo, vol.
IV, Salamanca, Sígueme, 2005, pg. 447).
Han pasado 80
años de lo que se sufrió en el gueto de Varsovia, en Auschwitz, en todos los
campos de concentración y por causa de las crueles atrocidades que se
cometieron en aquella guerra mundial. Sin embargo, en tiempos y
condiciones de tanta violencia y crueldad, sin duda alguna, se creía más en
Dios que en los tiempos actuales. Es un hecho que el bienestar, el
desarrollo y el disfrute de la vida son experiencias que nos alejan de Dios y
de la Religión.
¿Tiempos del “pos-teísmo” y de la
“pos-religión"?
Este fenómeno
es tan fuerte –y tiene tales consecuencias– que ya se habla, sobre todo entre teólogos,
del “pos-teísmo” y de la “pos-religión”. ¿Significa esto que tenemos
que prescindir de Dios y de la Religión? ¿Quiere esto indicar que Dios
y la Religión son antiguallas de las que debemos prescindir, como cosas de
otros tiempos, cosas – por tanto – que han perdido actualidad y utilidad?
Quienes
piensan de esta manera o dan a entender que el problema de Dios ha perdido
actualidad, lo que dan a entender es que no podemos, ni debemos, pensar y
hablar así de Dios
Quienes
piensan de esta manera o dan a entender que el problema de Dios ha perdido
actualidad, lo que dan a entender es que no podemos, ni debemos, pensar y
hablar así de Dios. Porque Dios es “Trascendente”. Y lo “trascendente” es lo
“incomunicable”. Dios es el Absoluto, que trasciende el horizonte último de
nuestra capacidad de conocimiento. Dios no está a nuestro alcance. Por
eso, cuando hablamos de Dios, lo que en realidad hacemos es “cosificar” al
“absolutamente-Otro”, que, por una especie de “conversión diabólica”,
reduce al Absoluto en un “objeto mental”. Pero una “idea” nuestra, un
pensamiento, por muy sublime que sea, es inevitablemente una “cosa”, un “objeto
humano” (cf. Paul Ricoeur, De l’Interprétation. Essai sur Freud,
Paris – Cerf, 1965, 508-510).
La solución,
que el cristianismo le ha dado a este problema, ha sido la “encarnación” de
Dios. Lo que es, en realidad, la “humanización” de Dios. El Evangelio de Juan
dice: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único el Padre nos lo ha dado a
conocer” (Jn 1, 18). Dios se ha humanizado en Jesús. Por eso, cuando uno de los
primeros discípulos (Felipe) le pidió a Jesús: “muéstranos a Dios y con eso nos
basta”, la respuesta de Jesús fue tan clara como desconcertante:
“Felipe, quien me ve a mi está viendo a Dios” (Jn 14, 8-10).
La Religión
pretende “divinizar” lo “humano”, mientras que lo que hace el Evangelio es
“humanizar” lo “divino”. O sea –y ésta es mi conclusión– el problema de Dios,
que a algunos preocupa y a otros no interesa, tiene en todo y siempre la misma
solución: humanizarnos en todo y para todos por igual. En la medida en que
humanicemos este mundo tan deshumanizado, en esa misma medida encontramos a
Dios.
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