Fe y Vida | María Martínez López
Mounir Farag: «Humanae vitae ayuda a evitar la
poligamia»
Algunas musulmanas
adoptan la encíclica sobre regulación de la natalidad, que cumple 55 años, «con
entusiasmo», asegura este médico egipcio
¿Cómo
se implicó en dar a conocer la encíclica Humanae vitae?
A principios de los años 80, cuando ejercía como ginecólogo en Argelia, conocí
a los focolares y con ellos aprendí sobre la encíclica, algo de lo que nadie
hablaba por aquel entonces. Todo lo que decía me resultaba novedoso. Lo primero
que me impactó como médico era que los métodos de planificación familiar
natural tenían una base muy científica. Habíamos crecido en los años 60, cuando
solo se hablaba de contracepción. En el Alto Egipto, al sur, se usaban para
ello métodos tradicionales, algunos de la época de los faraones. Egipto estaba
a la cabeza entre los países que seguían las ideas contraceptivas que Occidente
propagaba. Incluso centros de inspiración religiosa las promovían.
¿Fue
entonces cuando decidió dedicarse a difundirla?
Los métodos de planificación familiar natural llegaron a Egipto a principios de
los años 90 de la mano de un jesuita americano. Yo regresé en 1992 y empecé a
representar a los focolares ante los obispos. Aquel jesuita murió y el resto de
jesuitas no quisieron continuar con su labor. Así que el patriarca copto
católico, que me conocía, me propuso que prosiguiéramos nosotros. Le dijimos
que no queríamos enseñar solo métodos naturales sino hacer algo por la familia
en su conjunto, preparando a las parejas para el matrimonio y enseñando
fisiología, bioética y psicología. Curiosamente, empezamos a poner en marcha el
Instituto San José para la Familia y la Vida al mismo tiempo que en El Cairo se
celebraba la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de
1994, que estuvo totalmente centrada en la contracepción y el aborto. ¡Y desde
el año anterior yo trabajaba en el Ministerio de Sanidad!
¿Cómo
compatibilizó ambas tareas?
Había hecho
el doctorado en Italia y me llamaron para crear un departamento de calidad
subordinado al dedicado a la población. Estuve a punto de rechazarlo. Pero la
viceministra que lo dirigía, célebre por sus políticas contraceptivas, insistió
en que aceptara. Me dijo que no tendría que hacer nada que tuviera que ver con
la contracepción. Al final estuve cinco años, durante los que aproveché para
promover las ideas de la Humanae vitae a
título personal a la mínima oportunidad. Cada vez que me preguntaban algo, las
explicaba. Años después, mucha gente con la que había tratado recurría a mí
para saber más.
La
formación que dan en su instituto, ¿es solo para parejas cristianas?
No, a veces vienen parejas musulmanas e incluso tenemos a una doctora musulmana
dando clase. No hablo de cualquier musulmán, tiene que haber algún tipo de
relación previa. El 75 % de las parejas que acuden a nosotros lo hacen por
recomendación de amigos o por los medios de comunicación. Desgraciadamente a
muy pocos los envían los sacerdotes, a pesar de que desde 1996 es obligatorio
que las parejas católicas que se casan hagan un curso antes.
¿Cómo
acogen los musulmanes estas enseñanzas?
En el islam
las mujeres sufren, son utilizadas. Cuando les presentas las maravillosas ideas
de la Humanae vitae las adoptan con entusiasmo. Las
ayudan a evitar la poligamia: que si el marido no está satisfecho se case con
otra. Y también se libran de la preocupación de que se divorcie de ellas. En
nuestro curso hablamos de comunicación, del papel y el respeto a la mujer y de
corresponsabilidad a la hora de decidir si es momento de tener otro hijo.
Cuando preguntamos de quién debe ser la iniciativa del acto amoroso, los
musulmanes al principio dicen que del hombre, que tiene que «vaciar sus necesidades
en la mujer». Así lo llaman. Pero al hablar ven que la mujer tiene una
fisiología más compleja y necesita una preparación. Antes podían pensar que si
había problemas era por ella y buscar a otra. Con unas 120 parejas al año,
desde que empezamos solo ha habido un par de divorcios y diez separaciones.
Fue
consultor regional de la OMS y de la ONU. ¿También a ese nivel están tan
centradas estas instituciones en imponer ideas progresistas?
No en
cuanto a las personas LGTB, pero sí en lo relativo a contracepción e incluso al
aborto. Los países occidentales convencen a los nuestros diciéndoles que tienen
un problema de población y que a no ser que la reduzcan no les van a dar
asistencia. Pero después de gastar miles de millones de dólares la población sigue
creciendo. Con todo, cuando en 2005 Benedicto XVI me concedió la Cruz de la
Orden de San Gregorio Magno, en la recepción hubo cinco directivos de la ONU,
todos musulmanes. Conocían bien mi misión.Trabajaba con 23 países y cada vez
que viajaba a alguno donde hubiera cristianos dedicaba mi tiempo libre a
enseñar sobre los métodos naturales y la sacralidad de la vida humana. De
hecho, en 2009 hubo un atentado contra mi hotel en Pakistán y me salvé porque
estaba dando un seminario sobre la Humanae vitae. La cuestión
es que para que fueran proyectos sostenibles tenía que haber allí alguien que
les diera continuidad. Y no lo había. En Pakistán luché mucho por poner
iniciativas en marcha, pero los obispos no estaban convencidos.
Bio
El doctor Farag, nacido en 1953, estudió Medicina en El Cairo y se
doctoró en Florencia. Fue elegido miembro de la Academia Pontificia para la
Vida en 1996. Entre 2010 y 2016 estuvo en su Consejo Directivo. También ha
representado al Vaticano en varios encuentros de la Organización Islámica para
las Ciencias de la Cultura y la Educación y de la Organización Islámica para
las Ciencias Médicas. En uno de ellos surgió el debate del aborto. «Los
musulmanes creen que el embrión no tiene alma hasta 40 días después de la
fecundación. Yo respondí: “Eso es el alma, pero nosotros somos científicos y
antes de eso hay una vida humana”».
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