Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Sé quién eres: el Santo de Dios
Martes de la 22ª semana de tiempo ordinario / Lucas
4, 31-37
Evangelio:
Lucas 4, 31-37
En aquel
tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de
autoridad.
Había en la
sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a
gritar con fuerte voz:
¡Basta!
¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con
nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús
le increpó diciendo:
«¡Cállate y
sal de él!».
Entonces el
demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle
daño. Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí:
«¿Qué clase
de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus
inmundos, y salen». Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.
Comentario
«Jesús bajó
a Cafarnaún». Jesús se mueve por todo Israel para hacer resonar la voz de Dios
por todo el territorio. Quiere llevar la buena nueva a toda la geografía del
Pueblo de Dios, para salvarlo de arriba a abajo.
En ese
sentido, no es menos cierto que también «baja» a nuestra Cafarnaún interior.
Desciende en nosotros a lo profundo, a lo que se esconde bajo los
comportamientos exteriores y bajo nuestras intenciones más inmediatas. Si se lo
permitimos baja ahí donde cuesta bajar. Allí «enseñaba». Allí hace sonar su
palabra «llena de autoridad». Es una voz llena. Son palabras cargadas de
contenido. Todas nos dicen algo. Cada una nos dice todo. Son palabras transidas
por la Verdad. La Verdad de nuestra vida. La Verdad de nuestra historia. La
Verdad del mundo. Dirigidas a todos, nos hablan a cada uno, en nuestro
Cafarnaún interior, como si solo fueran dichas para nosotros, como si solo
hubiesen sido pensadas para nosotros hoy. Ahora.
Y prueba de
esa verdad, de esa autoridad, es el levantamiento rebelde en nosotros de todas
las resistencias malignas: «¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo,
Jesús Nazareno?». Siempre, en esos rincones de nuestro interior surge la
extrañeza: ¿qué tiene que ver con Cristo esta parte de mi vida? ¿Qué pinta
aquí? Pero Cristo es la verdad de todas las situaciones de nuestra vida y de
todos los ámbitos. Su palabra debe cribar todos los rincones de nuestra
existencia, de arriba a abajo.
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