Doctrina Social de la Iglesia (DSI) | Padre Manuel Antonio García Salcedo*
La Navidad
de la Iglesia es la vida misma.
Una persona me preguntó: ¿no
debería mover las fiestas de los mártires tan sangrientas fuera del tiempo de
la Navidad?. Esa pregunta es un reflejo de un infantilismo que concibe el
acontecimiento histórico del Salvador del mundo como una época de regalos para
jugar en base a fantasías, de comidas grupales excesivas y nocivas, de consumo
de alcohol, uso de prendas de vestir no practicas ni cómodas y de un disfrute
impuesto e imperativamente hedonista que deja como resultado un vacío
espiritual sumamente deshumanizante. La gran mayoría de la población está
excluida de esta mentalidad consumista de disfrute o sometida al servicio de la
misma. Hacemos este análisis tan tajante porque muy poca atención, afecto y
caridad mostramos hacia la Pascua que vivió Jesucristo recién nacido y su
Sagrada Familia que quiere ser la nuestra.
Les invito a que profundicemos
para futuro algunos aspectos que implican la celebración del Tiempo Litúrgico
Navideño de la Iglesia Católica. Lo primero es la hermosa tradición de las
cuatro Misas del 25 de Diciembre: Vísperas, Gallo, Aurora y del Día de la
Natividad. Una lástima que en atención a cenas, eventos o viajes vayamos
perdieron la costumbre de acudir a celebrar la Pascua del Nacimiento del Mesías
que se manifestó primero a los Pastores que escucharon el anuncio de los
Ángeles con el Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres buena
voluntad, y el repique de las campanas por el anuncio gozoso de lo acontecido
en Belén o la Casa del Pan del Cielo. Lástima que hemos permitido que la
inseguridad ciudadana anule la costumbre de acudir después de la cena de noche
buena a la Misa de las 12 de la noche y compartir familiares, amigos y
conocidos el abrazo propio de la Noche de paz. ¡Podemos recuperar nuestras
tradiciones cristianas!.
Día de precepto comulgar el 25
de diciembre. Cumplimiento del tercer mandamiento de la ley de Dios y en caso
de no hacerlo acudir al Sacramento de la Reconciliación y Penitencia o
Confesión. Es la manera de creer y recibir al Niño Dios y estar en la Comunión
de los Santos. También para honrar y promover al Cielo a nuestros seres
queridos, padre, madre, hermanos, hijos, cercanos e incluso los enemigos que
han terminado sus días en esta tierra y que son tan recordados en estas
festividades.
A seguidas comienza la Octava de
Navidad. Se canta el Gloria los primeros días de ella, las campanas resuenan,
solemnidad en cada celebración. ¡No dejemos vacías las Misas de estos
días!. A Seguidas el Mártir San Esteban Diácono, 26 de Diciembre, refiere
que el servicio a las mesas de los huérfanos y viudas para alimentarles, una
vida de servicio cuesta incluso derramar la sangre propia. El Diácono es un
sirviente, un esclavo, lejos de ser un escalafón, un directivo o comerciante.
Es el espejo del Niño Divino que aprendió de sus Padres a servir, lavar los
pies y no ser servido o beneficiario.
El 27 de Diciembre es la gran
Fiesta del Primer Apóstol que se celebra en el Año Litúrgico, al Evangelista de
la Palabra que se hace Carne de María, la Virgen Santísima y que habito entre
nosotros, que hizo su morada en nosotros. San Juan, el Discípulo Amado nos
lleva a escuchar los latidos, amar y entregarse al servicio del Niño que ha
venido para morir y salvarnos de cada unos de nuestras cruces, y a los pies de
ellas estará su Madre a quien nos regala en cada Navidad como Madre Nuestra y a
su familia que es la Iglesia Católica.
Los Santos Inocentes Mártires
del 28 de Diciembre, con su sangre similar a la del Cristo del Calvario,
derramada por el Malvado que se rebela y se revela violentamente para el
imposible de su reinado en contra de la vida humana, de la paz, del trabajo
honrado y de Fe Católica nos recuerda la defensa a favor de la vida humana, la
oposición radical a los asesinatos que provocan las practicas abortistas, marginadoras,
eutanásicas y no creyentes e insolidarias. ¡Qué viva Cristo! ¡Qué vida la vida!
¡Qué vivan los niños! ¡Qué viva la Juventud! ¡Que vivan los esposos, sus
familias y sus hogares! ¡Qué viva la Iglesia Católica! ¡Qué vivan los que se
dedican al cuidado de los enfermos, los minusválidos, los abandonados y
maltratados! ¡Qué vivan nuestros ancianos y los que trabajan para darles una
vejez digna!
Una serie de Santos conforman la
infraoctava de Navidad, Santo Tomas Becket, el Papa San Silvestre I quien aprobó
los decretos del primer Concilio Ecuménico de Nicea del año 325 DC contra
quienes niegan la Divinidad de Jesús y en el cual todos los bautizados
confesamos que el Niño Jesús es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de
Dios, verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre por
que todo fue hecho, que por nosotros los hombres bajo del Cielo, y por obra del
Espíritu santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre . EN ESE PUNTO EL
25 DE DICIEMBRE Y LUEGO EL 25 DE MARZO, TODOS NOS ARRODILLAMOS ADORANDO AL NIÑO
Y DANDOLE EL BESO A SU IMAGEN AL FINAL DE LA MISA.
Concluye la Octava de Navidad
con la gran solemnidad de SANTA MARIA MADRE DE DIOS, día mundial de la
Jornada Mundial de Oración por la Paz instituida por el Papa San Pablo VI. ¡Qué
Viva a Madre de Dios, María la Virgen y su Castísimo Esposo San José, a quienes
celebramos días antes con la Fiesta de la Sagrada Familia, fundamento de toda
sociedad humana! ¡ Qué pare la guerra en Medio Oriente, en Ucrania, en el
desorden social en Haití y en todo el mundo!
Arquidiócesis de Santo Domingo
*Master en DSI UPSAM
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