Actualidad | Melania Emeterio R.
La actualidad de la República Dominicana
Luego de realizadas las pasadas elecciones nacionales
y congresuales del 19 de mayo del presente año, el país rápidamente ha vuelto a
esa cotidianidad que transparenta y hace más que insufrible los rigores de la
realidad. Hasta el habitual reclamo y emplazamiento a la Junta Central
Electoral, de parte de los partidos políticos, conocido peyorativamente como
“el pataleo”, esta vez se redujo al
máximo. Todo ha sido como un toque de campanas haciendo el llamado de volver a
lo real, aunque sea patético: el altísimo costo de la vida, incluida la
medicina en un momento en que campean enfermedades y dolencias. Está la
violencia intrafamiliar y los suicidios precedidos de los feminicidios, la
inaceptable y horrenda invasión haitiana, la debilidad y poca creatividad de la
oposición política, la inseguridad ciudadana, los casos de corrupción en manos
de la justicia, los accidentes de tránsito, y las quejas generalizadas por
problemas de subsistencia elemental, que son parte de las deudas sociales
acumuladas gobiernos tras gobiernos. Todas estas necesidades y el
correspondiente malestar mantienen saturado el ambiente nacional, y se espera
que en esta nueva gestión encuentren respuesta satisfactoria, para que se
respire un alivio merecido.
Muchos de los problemas señalados, si bien están
relacionados con la poca sensibilidad y compromiso social de los gobernantes,
para con las ciudadanas y ciudadanos, también hay que vincularlos con la
actitud de parte de la población en general, que se muestra apática y no se
organiza debidamente para exigirle con tenacidad a las autoridades. Esta apatía
quizá esté en correspondencia con el desconocimiento de unos derechos que están
consagrados en la Constitución Dominicana, y que son las armas para exigir.
Estas deudas sociales acumuladas, ya se ha hecho algo pesada, y trae a la
sociedad sobresaturada de los mismos problemas en cuyas soluciones no se
avanza. Como respuesta se percibe a una ciudadanía que se ha vuelto un poco
descreída, dubitativa, y a veces pesimista, un pesimismo que viene de la poca
voluntad política para resolver esos problemas y necesidades que les agobian y
amenazan. Tomemos dos casos: la violencia intrafamiliar y los feminicidios, así
como también la inaceptable invasión haitiana que actualmente padecemos. Estas
dos situaciones que inciden en la vida nacional,guardan ciertos niveles de
relación. En ambos casos hay carencia de profundidad en la forma de abordarlos,
y esto es motivo precaución. El abordaje no infunde confianza, y no se avizoran
cambios para su erradicación, más bien con el paso del tiempo se arraigan mucho
más, hasta parecer parte de nuestra piel.
Con la violencia intrafamiliar, violencia de género y
los feminicidios (especie de guerra civil a lo interno del hogar) se anda por
las ramas. Puros discursos es lo que se escucha, un discurso que ha mostrado en
el tiempo, la poca resonancia en la mentalidad del colectivo masculino violento.
En muchas ocasiones, medidas complementarias son presentadas como esenciales:
las casas de acogida, el volver a los valores, la rigurosidad en la aplicación
de la ley, programas de ayuda a mujeres violentadas, medida de alejamiento para
el agresor, poner la denuncia contra su agresor, y no retirarlas, etc. En verdad
que todas estas medidas son herramientas importantes, e incluso se debe
extender su cobertura, y mayor sistematización. Pero presentar al país estas
acciones, dando la impresión de que son fórmulas esenciales en el combate del
problema, es mentirle al país, y alejar la posibilidad de atacar la raíz de
este flagelo, y sus consecuencias.
Muchos sectores de la sociedad dominicana están
apelando a que se vuelva a los valores de la familia, pero este es un criterio
hueco, ya que la misma familia como institución no es un mundo aparte del
conglomerado social. Ella ha sido permeada por los antivalores extraños a su
tradición. La familia está inmersa en
ese mundo de las transformaciones traídas por la modernidad y su mundo
globalizado, el cual ha llegado con otros paradigmas a los que casi todo el
mundo quiere sumarse para no perder “actualidad”. En base a la modernidad y a
la globalización se han ido olvidando valores y creencias que estaban validadas
conforme al marco de una historia y una cultura local. La familia necesita recibir apoyo desde el
Estado y así empoderarse para enfrentar los riesgos de la modernidad. ¿Cuántas
películas constituidas en escuelas del robo y el bajo mundo, son vistas por
niños, adolescentes, y jóvenes, sin que las autoridades las prohíban? Es
oportuno decir que la familia ni lo puede todo, ni puede sola.
La familia, para cumplir con las expectativas que de
ella se tienen, necesita ser auxiliada con políticas públicas y recursos del
Estado comprometiéndose a forjar un
cambio de mentalidad en los ciudadanos vía la acción educativa permanente y
sistemática. Recuérdese que la violencia hacia la mujer, dentro Y fuera del
ámbito familiar, ha sido tolerada y justificada desde la misma familia. Aquí el
Estado tiene que dedicarse a fondo en un proceso de desaprender esas malas
prácticas y conceptos que han generado lo que hoy parece imposible de
erradicar. El gran reto es el de desaprender y volver a aprender sobre una base
diferente: la igualdad entre los seres humanos y el respeto a su dignidad
mediante otros modelos de socialización en la familia. Este proceso debe andar
parejo con otras ejecutorias del Estado, eliminando del entorno social todo
aquello que introduzca ruido, recreando y alimentando con ello la violencia
hacia la mujer, como es el caso de las telenovelas. Ellas incentivan todo
aquello que hace posible ese tipo de violencia: uso de la fuerza, infidelidad
conyugal, intimidación, seducción, sexo al descubierto, engaño, traición,
exhibicionismo, superficialidad, poligamia servida como algo muy natural, y el
desafío de mujeres disputándose el amor o las atenciones de un hombre. No será
difícil conseguir las estadísticas con el del número de telenovelas que se
pasan por la televisión dominicana por casi todos los canales, y sin
limitaciones de horario: mañana, tarde y noche. En el combate contra la
violencia de género esos mensajes son elementos de contradicción, y desvirtúan
y contrarrestan los objetivos de la lucha contra esa forma de violencia.
Profesionales de la conducta, y del área familiar, así
como las y los especialistas en violencia de género, tienen en las telenovelas un
buen instrumento de análisis para extraer de ellas los aportes a la cultura de
la violencia, ver cuál es el beneficio o los beneficios que aportan a las
familias dominicanas, al uso del tiempo, a los feminicidios, entre otros
asuntos a valorar. Es tiemplo de vivir la realidad y salir del círculo de la falacia,
aunque se afecten intereses que no pueden estar por encima de la necesidad y el
compromiso de prevenir todo tipo de violencia contra la mujer. Si se quiere
seguir confiando en la familia como base y sustentación de los valores,
entonces hay que ayudarla para que cumpla su rol. En la actualidad no existen
en todas las familias dominicanas las condiciones objetivas para jugar ese rol sino
recibe la ayuda necesaria para que pueda materializarse ese ideal. Para que esos discursos sean creíbles hay que
sincerarse mediante una práctica coherente. Ojalá que apareciera en el
escenario social un equipo especializado de diversas áreas: de la conducta, de
Fiscalía, medios de comunicación, de la Sociología, y del Ministerio de la
mujer, para hacer una oposición razonada contra cualquier incursión social,
incluidas las telenovelas, que pudiera estar atentando contra el objetivo de
prevención y combate a la violencia de género. Sería una iniciativa novedosa y
de gran ayuda. El país necesita un grupo de presión que ayude a la familia a
reflexionar sobre todo aquello que le trae perjuicio.
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