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    jueves, 11 de julio de 2024

    La informalidad dentro de la formalidad empresarial


    La Escuela Económica | Esteban Delgado (@estebandelgadoq)



     

    La informalidad dentro de la formalidad empresarial

     

    De acuerdo con estadísticas del Banco Central (BC), en República Dominicana hay aproximadamente un 56% de actividad económica informal, mientras que la formalidad está compuesta por el 44%. Eso indica una proporción similar dentro del producto interno bruto (PIB), es decir, en la economía en su conjunto.

     

    Una encuesta reciente sobre las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), también realizada por el BC y el Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM) indica que en República Dominicana hay 470,527 unidades económicas, de las cuales, se logró identificar 404,034 unidades que corresponden a mipymes.

     

    Ahora bien, de esas mipymes, el 85.9% (347,065) está en informalidad y solo un 14.1% son formales. Lo anterior indica que, si bien esas empresas impactan en la economía, al representar el 56% del PIB, también está la desventaja de que no tributan en la proporción deseada y los empleos que generan no son los de mejor calidad, pues carecen de protección social.

     

    Sin embargo, hay elementos que se pierden de vista, pues, al pensar en actividad informal, lo primero que llega a la mente es el “chiripero”, vendedores ambulantes, ventorrillos, guaguas de las llamadas “plataneras” y otros. No se toma en cuenta el hecho de que en la informalidad hay empresas organizadas que operan de manera regular, pero no que son oficialmente formales.

     

    En esas empresas informales que operan de forma organizada, es decir, como si fueran formales, aunque no lo sean, se generan riquezas en proporciones altas, con empleos que pueden ser mejor remunerados que en la formalidad, pues tienen la ventaja de que no tributan impuesto sobre la renta y otros gravámenes que sí pesan sobre las formales.

     

    Esa es la razón por la que la proporcionalidad de la informalidad es tan alta, pues no se podría explicar el hecho de que el 56% de la economía total dominicana sea informal, cuando se observa a un país pujante, en constante crecimiento y cuyo PIB crece de forma acelerada cada año. Eso es porque dentro de ese 56% hay un alto nivel de generación riquezas en organizaciones empresariales que, si bien no son formales, tienen esas características en su funcionalidad, con la ventaja de que operan con menor costo.

     

    A eso hay que agregar otro elemento que engrosa la informalidad y que la autoridad tributaria, es decir, el Gobierno, parece perder de vista: las empresas formales que tienen un alto componente de operaciones en la informalidad. Sí. Existen muchas empresas que son formales, que están debidamente registradas, que incluso tributan, pero que solo reportan al fisco el 30% o el 40% de sus operaciones, mientras que el otro 60% lo desarrollan de forma soterrada, es decir, en la informalidad.

     

    Esa proporción de informalidad en empresas formales, también contribuye con ese 56% del PIB o de la economía al que se hace referencia, pero que no parece existir mecanismos efectivos o al menos “voluntad política” para identificarlo y también ponerlo a tributar.

     

    Lo anterior es digno de ser tomado en cuenta ahora que se ha estado barajando la posibilidad de que el Gobierno introduzca al Congreso Nacional una propuesta de reforma fiscal. No puede ser que se apliquen nuevas condiciones en el sistema tributario dominicano, para que pesen solo sobre el 44% de la economía que sí está formalizada, mientras se deja al margen aquel próspero 56% que se mantiene operando de forma soterrada, aunque a la vista de todos.

     

    Hay que rediseñar el sistema tributario dominicano, de forma que ofrezca algún tipo de motivación a los informales para formalizarse y a los formales con actividades informales a formalizarse por completo y dejar la mala práctica de la doble contabilidad como forma de evadir y eludir impuestos.

     

    De seguro los técnicos que conocen esta situación dirán que reducir la informalidad es una tarea muy difícil, incluso, demasiado difícil. Sin embargo, alguien en el Gobierno debería estar ocupado en el diseño de alguna estrategia tendente a lograr ese objetivo.

     

    La idea no es reducir a cero la informalidad, pero solo imagínense el impacto positivo en las finanzas públicas y el desarrollo del país que por lo menos 20 puntos porcentuales de ese 56% pase al otro lado. Tendríamos un 64% de formalidad. Con eso me conformo.










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