La Familia | Lupita Venegas*
Adolescencia,
un análisis de la serie de moda
El éxito de la miniserie “Adolescencia” ha sido
demoledor. Su excelente guión, realización y actuaciones son sin duda parte
fundamental, pero lo que realmente atrapa, conmueve y nos deja pensando es el
tema de fondo, que invita no solo a la reflexión, sino también a la acción. A
continuación, compartimos un análisis de Lupita Venegas, orientadora
familiar, que nos ayuda a profundizar en este fenómeno.
***
Me he dedicado por 30 años a la orientación
familiar y he visto el cambio radical en las problemáticas que presentan las
familias. En los matrimonios, las separaciones y divorcios se multiplican.
Ambos padres, aun cuando estén juntos, trabajan tantas horas al día y tienen
tantos compromisos sociales o de negocios que se convive poco, realmente muy
poco, con los hijos.
Una
distracción de la que no somos conscientes
En ausencia de los padres, se ha ido robando la
inocencia de nuestros niños prácticamente sin que nos demos cuenta. Dicen los
magos que hacen sus trucos a través de la distracción. Procuran que el
espectador vea otra cosa, que se concentre en otra dirección, mientras el mago
quita o pone aquello con lo que nos impresionará.
¿Qué es lo que nos distrae de nuestra labor
educativa? ¿Qué nos está apartando del camino de la realización plenamente
humana que pasa por forjar nuestro carácter en el seno de la familia?
Para el año 2000, las consecuencias de esta
tendencia en nuestros hijos se veían graves: incremento de trastornos
alimenticios, híper sexualización del ambiente, promoción de sexo prematuro
“con protección”, aumento en el consumo de sustancias (alcohol y drogas). Para
2020 estaban puestas las bases de una devastación emocional y moral en las
almas de nuestros adolescentes que se agravó con el impacto de la tecnología.
Los consultorios se llenan con adolescentes que tienen francas adicciones
digitales. La gran mayoría enfrenta presión social por tener una imagen
perfecta, o la vida perfecta. Aumentan la violencia y el acoso en
línea y en la vida real. Incrementan la baja autoestima, la depresión y la
ansiedad.
La miniserie a la que me refiero desvela los
graves daños de este abandono en el que se encuentran nuestros hijos. Se
refugian en las pantallas, hay poca convivencia familiar, los padres les
permiten encerrarse con sus pantallas por
horas, se justifican sus malas conductas porque “se sienten” tristes,
irritables, enojados… nos olvidamos que dar lugar a los sentimientos, es
conocerlos, comprenderlos y elegir sabiamente lo que haremos con ellos; no se
trata de dar el control de nuestras vidas a esos sentimientos. Se trata de
conocerlos para gestionarlos de la manera más conveniente posible.
La
adolescencia y el engaño de la sociedad
Nuestros adolescentes son llamados a experimentar
con su cuerpo y se les dice que es normal, se les lleva a practicar
tocamientos, a experimentar sensaciones… están viviendo algo para lo que no
están preparados integralmente; sus cuerpos reaccionan a estímulos eróticos,
pero sus mentes y corazones aún no tienen la madurez para enfrentar los retos
de una vida afectivo-sexual activa. No les estamos hablando de su valor como
personas, del valor de la sexualidad misma que es tan alto e importante.
Platicamos tan poco con ellos, que no nos revelan esos “secretos” de las redes
sociales. No sabemos de los lamentables iconos que significan insultos
destructivos y lastiman el auto concepto tan incipiente en este periodo de
vida.
Nuestra sociedad nos llama vigorosamente al
hedonismo y hemos dejado aquellos ideales que nos mueven al heroísmo. La noción
de Dios es nula en la serie y en la vida de gran parte de las familias de hoy.
Sin Dios, desconocemos la diferencia entre el bien y el mal. El protagonista
repetía: “yo no hice nada malo”. Asesinar a una compañera con un puñal no le
resultaba malo.
Verdadera
reconciliación
La verdadera reconciliación entre hombres
enfrentados y enemistados sólo es posible, si se dejan reconciliar al mismo
tiempo con Dios, dijo san Juan Pablo II, no hay paz sin justicia, no hay
justicia sin perdón.
Nuestra fe nos llama a imitar a Cristo, que se
sacrificó a sí mismo por amor. Sonó muy fuerte para mí escuchar esta frase:
“los padres de familia actualmente no se sacrifican ni siquiera por sus hijos”…
pero creo que tiene el peso de la verdad en muchos casos.
No queremos hablar de esfuerzo, de donación y de
obediencia a un Dios que nos hizo por amor y para amar. Estamos distraídos y
necesitamos amar más, sacrificarnos más, comprometernos más.
Familia, ¡sé
lo que eres!
¡Volvamos a casa y demos nuestro tiempo y escucha
a esos pequeños que necesitan ser amados y valorados por sus padres! ¡Nada vale
más que tu familia! Que nuestros pequeños no necesiten obtener reconocimiento
en las redes, que se sientan tan seguros de su valor que no se desbaraten por
comentarios temerarios y enfermos. Que juntos, en familia, salgamos a hacer el
bien. Que ellos mismos sean agentes de cambio. El Papa Francisco ha dicho a los
jóvenes que son la esperanza de la Iglesia y de la humanidad. Les pidió que
cambien el mundo como María lo hizo: llevando a Jesús a los demás, cuidando de
los otros.
San Juan Pablo II, en su carta a las
familias nos recordó la misión sublime que tenemos
como padres: encauzar a los hijos para que se forjen como hombres y mujeres de
bien. Y nos llamó a hacerlo desde la vida ejemplar, respetándonos mutuamente,
viviendo y sembrando la fe, haciendo el bien. Invitó con voz potente: ¡Familia,
sé lo que eres!
*Lupita Venegas en omnesmag.com
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